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Reloj Otomano, icono de la solidaridad libanesa con México

Tiene 106 años de ser testigo del paso del tiempo y resalta por su tamaño y funcionamiento

CIUDAD DE MÉXICO (29/MAY/2016).- Encaramado en lo alto de una torre, situada en la calle de Bolívar, en el Centro Histórico, el Reloj Otomano resalta por su tamaño y funcionamiento, desde que fue donado en 1910 por la comunidad otomana, hoy libanesa.
 
Parte viviente de los monumentos del Centro Histórico, el reloj tiene 106 años de ser testigo del paso del tiempo, en una pequeña plaza donde se encuentra una ranita, en la otrora calle Colegio de niñas y Venustiano Carranza.
 
Está montado sobre una torre estilo morisco adornada con mosaicos blancos, verdes, azules, amarillos, naranjas y negros.
 
En su parte superior tiene 4 carátulas de bronce, dos de las cuales marcan el tiempo en números arábigos, de uso en México, y las otras lo hacen en números hindúes, usados en Medio Oriente.
 
Su contorno está fabricado con piedra y cada esquina está cubierta con mosaicos.
 
Lo corona una pequeña cúpula adornada con más mosaicos minúsculos y azules (marino y turquesa), y tres campanas doradas colocadas de forma vertical.
 
Alberta Hernández Arrieta, encargada de los recorridos Históricos de la Ciudad de México, explicó que se llamaba calle Colegio de Niñas, porque frente de la torre estaba el Antiguo Colegio de Niñas.
 
Allí se contaba con una fuente que era muy importante, pues a falta de agua en la ciudad, se dispuso para que los vecinos pudieran tomar como si fuera un bebedero.
 
En el siglo XIX colocaron la escultura de una ranita que estuvo por cierto desparecida en la década de los 80 y luego se recuperó.
 
Esa pieza escultórica fue parte importante y símbolo de una actividad laboral en los boleros, pues alrededor de la fuente se ponían éstos a dar grasa, después se quitó la famosa fuente y quedó la ranita.
 
El 22 de septiembre de 1910, en ese sitio se inauguró el Reloj Otomano, de acuerdo con el comité de la comunidad libanesa, que había llegado a México a finales del siglo XIX huyendo del acoso religioso; arribaron al Puerto de Veracruz y muchos de ellos se trasladaron a la península de Yucatán, pero otros lo hicieron a la Ciudad de México.
 
Hernández Arrieta comentó que al ingeniero Gabriel Oropeza se le encomendó el diseño de la base del cubo del reloj y la joyería La Esmeralda, que actualmente es el Museo del Estanquillo, se encargó de la maquinaria, que fue traída de Francia.
 
Y fue hasta 1980, fecha en que se celebró el 70 aniversario del reloj, que este sufrió algunas modificaciones, como la media luna turca que se quitó y luego se volvió a poner, junto con el águila mexicana y el cedro.
 
Otro de los trabajos de restauración fue con motivo del Bicentenario de la Independencia de México, en 2010, cuando se le cambiaron los azulejos que estaban caídos o deteriorados y se realizó la limpieza de las tres campanas y parte de la maquinaria para su funcionamiento.
 
Luis Hernández Estrada, técnico en relojería, destacó, que le dio mantenimiento a la maquinaria original del Reloj Otomano en 1990, y que a la fecha sigue funcionando perfectamente.
 
"El mantenimiento consistió en limpieza, lubricación y ajuste de piezas, por lo que es un reloj sigue siendo ciento por ciento original, y cada año se le da una lubricación", precisó el técnico.
 
Donde se encuentra el Reloj Otomano es un lugar emblemático, pues ha sido testigo de episodios históricos como la salida de su domicilio rumbo al exilio del entonces presidente Porfirio Díaz, quien vivía en Cadena número 8, y tuvo que irse al Puerto de Veracruz.
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