Suplementos
Papá Nabor y Mamá Salomé, versión Ripstein
El evangelio de las maravillas (1998) recuerda algunas viejas preguntas sobre la comunidad michoacana Nueva Jerusalén, hoy de nuevo en escena por el conflicto que suscitó el reclamo de algunos de sus fieles disidentes para llevar a sus niños a una escuela laica
Las noticias de este año han vuelto a poner en escena a la Nueva Jerusalén —municipio de Turicato, cerca de Tacámbaro, en un cerro a tres kilómetros de Puruarán, con unos cinco mil habitantes—, que está allí, desde 1974, sin reconocimiento como asociación religiosa pero bien instalada en la vida de Michoacán, sumada a su normalidad. Desde afuera, sin embargo, se la ha visto siempre como otro ejemplo de los extremos a los que lleva la fe, condenada a la anomalía desde la perspectiva de la religiosidad convencional. El pasado 6 de julio —cinco días después de las elecciones presidenciales—, un grupo de disidentes pretendió que sus niños volvieran a tomar clases en la escuela laica que erigieron en 2006, pero el resto de la comunidad, liderada por San Martín de Tours, se sintió provocada por el descaro de la invasión exterior —“esa escuela es del Demonio”— y acudió a derrumbar a mazazos esos edificios. Vinieron los enfrentamientos. El conflicto llegó a tal grado de violencia que hoy interviene el Gobierno federal, hasta asegurar La Ermita, la capital local, y la Comisión Nacional de Derechos Humanos protesta por que se garantice el acceso a la educación. Mañana lunes será un día clave: si los conservadores siguen impidiendo que pasen los maestros y los niños tomen clases, el Gobierno hará uso de la fuerza pública.
Todo esto ocurre casi 40 años después de la fundación de esta pequeña nación de creyentes.
Una historia para el cine
Descalificada como secta, pero tolerada por decenios, la Nueva Jerusalén le sirvió al director mexicano, en 1998, Arturo Ripstein para filmar una de sus películas mejor recordadas, con guión de su esposa Paz Alicia Garciadiego, El "Evangelio de las maravillas", y contó la historia de un desastre basado en el fanatismo.
Un día llega de afuera una adolescente perturbada y tanto la profetisa como el líder locales la identifican como la virgen que dará a luz al nuevo mesías; la doncella revuelve las reglas establecidas, impone un nuevo orden basado en sus intereses sexuales, provoca una pequeña rebelión y atrae, efectivamente, el fin del mundo para sus hermanos. Y nadie duda al final de que se trate de un designio divino, del castigo de Dios descrito en las profecías.
Ripstein y Garciadiego se dedican a subrayar el carácter grotesco de las relaciones entre los protagonistas de la Nueva Jerusalén, donde la prostitución y el sexo están penados pero confinados a un “cuartel de las Magdalenas”, a donde van los “Josés” para desfogarse. Explotan el tono costumbrista de la vida medieval de los “pescaditos” para subrayar la miseria de su fanatismo: la Mamá Dorita que es la profeta local —interpretada por Katy Jurado— proclama que no hay que dudar de la palabra de Dios, porque a quien vacila “se lo lleva la chingada”. El Papá Basilio, interpretado por Francisco Rabal, es más fanático del cine y del vinito de consagrar que de la fe que impone a sus gobernados. Todos se creen que la nueva virgen es la elegida porque lleva un videojuego portátil que, como lanza luces y hace ruidos, le sirve para hablar con Dios. Adentro del pueblo las actividades están ordenadas igual que en la Nueva Jerusalén de verdad: todos trabajan y comen y cocinan a las mismas horas, todos se visten igual —con vestuarios “de antiguo” sacados de "Rey de reyes", "Los diez mandamientos" y las otras películas que ve Papá Basilio— y marchan a los talleres formados en fila india y con la vista gacha. Todo es miseria y promiscuidad y sumisión propias de gente pobre e ignorante.
El cine de Ripstein nunca ha conseguido consensos. Quienes defienden su compromiso social y sus esfuerzos para retratar “lo mexicano” o explorar el erotismo desde lo grotesco se ven continuamente enfrentados con quienes le critican simpleza y vulgaridad, aproximaciones maniqueas a sus personajes o una fanática fascinación por lo popular. En "El Evangelio de las maravillas" intenta crear un cuadro costumbrista y construye una Nueva Jerusalén rural, más ignorante que inocente, barroca y llena de pintoresca vida comunal. Es mejor en su producción y su arte que en su argumento, y está llena de secuencias hechas con cámara al hombro y de planos fijos fabricados para exhibir su elaborada plástica.
Como película, la cinta naufraga en sus protagonistas y desarrolla un conflicto sencillo: los deseos y las pasiones de los venidos de afuera —una adolescente decidida a parir un Dios, una racional prostituta argentina, un soldado homosexual— contra el conservadurismo de los de adentro; son tan obvias, tan predecibles sus formas de proceder, que uno se imagina que podría quitarle los redundantes diálogos y dejarla muda para que funcionara mejor.
Un evangelio vigente
Pero también es justo decir que "El Evangelio de las maravillas" mantiene una cierta vigencia en su exageración. A la luz de las noticias de 2012, la cinta de 1998 consigue colocar preguntas acerca de lo que se vive allí adentro. La película comienza con el primerísimo plano de un alambre de púas como símbolo del aislamiento y termina con Papá Basilio mirando una película como recordatorio de la ilusión que fundó la comunidad. ¿Habría que respaldar con simpatía condescendiente, como hace el sargento Rafael Inclán que vigila la entrada al pueblo, el infantil reclamo de pureza de sus miembros, de esa isla de fe a donde “no entra el mundo ni sus negruras”, como dice la joven Tomasa cuando invita a su amiga prostituta a encerrarse?
"El Evangelio de las maravillas" no es, por supuesto, un documental. La Nueva Jerusalén de verdad es un pueblo bastante grande con edificios de cemento y no nada más con casitas de cartón. Los curas locales dan entrevistas en 2012 y aseguran que siempre ha habido escuelas, sólo que no laicas, y los niños que estudiarían en el kínder-primaria-secundaria Vicente Guerrero dicen que la diferencia entre aquéllas y ésta es que aquí sí los enseñan a leer.
El conflicto actual es uno de tolerancia, derechos y ley. Ripstein y Garciadiego aprovechan el contexto para una ficción centrada en el deseo y la fragilidad, no en el problema social que comporta la existencia de esta comunidad. Pero la película recuerda cómo algunos tienen necesidad de profesar su fe en el aislamiento: la Nueva Jerusalén, hoy día, tiene miles de fieles que la visitan en su fiesta del 7 de octubre, día de la Virgen del Rosario. Por algo Katy Jurado le dice a sus fieles, en la película: “No sean majes: el fin del mundo es para los de afuera”.
PARA SABER
Historia de película
El evangelio de las maravillas, de Arturo Ripstein (1998).
Los miembros de la congregación religiosa “Nueva Jerusalén” esperan la segunda venida de Cristo, de acuerdo con los dictados de sus líderes, papá Basilio y mamá Dorita. Al sentirse enferma y cansada, mamá Dorita cree encontrar en la joven Tomasa a la “elegida” para traer al mundo al nuevo hijo de Dios y convertirse en la cabeza espiritual de la comunidad. Tomasa impone nuevas leyes, y ella será la única que tenga relaciones carnales con todos y cada uno de los hombres del pueblo. Las mujeres se amotinan, sobreviene la violencia y los fieles se manchan los manos de sangre. Han pecado… ahora también esperan la ira de Dios.
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