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Mujer al volante
El auto y la imagen personal
Definitivamente, hay unos que he detectado que coinciden con mis horarios y me los topo casi a diario.
Obviamente volteo a ver casi siempre los autos que son de mi agrado, e indago en el interior para ver cómo es el conductor, poseedor de ese auto hermoso. Tal es el caso de la chica del Audi A4 blanco, que normalmente trae el coche despampanante —muy limpio y reluciente— aunque el día esté nublado o lluvioso. No hay nada de tierra estancada, ni siquiera marcas de gotas de agua en las ventanas. Ella, claro, a tono con su coche. Siempre perfectamente maquillada y peinada, con un atuendo profesional y elegante.
La imagen personal tiene mucho que ver con el auto que elegimos. Una buena elección toma en cuenta el gusto y, por supuesto, el bolsillo. Aunque de qué sirve tener un auto de lujo, cuando lo que se ve es suciedad y descuido por parte del dueño.
El cuidado adecuado de su coche se relaciona con la atención que le dan a su aspecto personal. Porque el coche —aunque es un medio de transporte— es también una extensión de tu persona.
Un ejemplo muy claro de esto lo he visto en un PT Cruiser 2008, color blanco. Su dueño decidió imprimir su sello personal: cristales polarizados casi negros; rines ostentosos, cromados al alto brillo; además de unas calcas tribales en colores vivos, que hacen que la elegancia de este auto se pierda por completo. El dueño, mientras, se mantiene oculto. Y hace bien. No me imagino cómo irá vestido, pero me puede asustar la idea.
Ya les conté dos casos en los que el coche fue el origen de mis conjeturas. Pero también tuve opción de jugar a las adivinanzas, en sentido opuesto. Fui a un café que permite observar los coches. Y de uno en uno, le puse la etiqueta de dueño, hilándolos de uno en uno con una persona. ¡Y le atiné!
El más “chaparrito” de todos, era poseedor de una enorme pickup Lobo, color gris plata. Fue muy sencillo descubrirlo, pues en su vestimenta iba pulcro, elegante, en tonos azules y con una corbata en color rosa.
La mujer de vestido clásico, ceñido a la cintura, tacones del seis, con una melena mediana y de fácil peinado, sin duda ella era dueña de una Rav 4 en color tinto, de modelo reciente.
El hombre de cabellos largos y manos fuertes, enfundado en mezclilla, era el propietario de una pickup Nissan. Mientras que un joven que vestía pantalones cargo, zapatos tipo tenis y presumiendo su iPad, estaba hilado con un Jeep de cinco puertas, en color verde militar.
El reflejo de sus personalidades en sus autos era muy claro. Ahora, los coches de años anteriores y casi de colección, también entran en este test. Tengo un amigo que prefiere usar patillas, como en los años setenta. Su coche es un Dodge Charger Daytona de 1969, que ha sufrido reparaciones y modificaciones hasta volver a su estado, digamos, original, pues no se ha alterado con relación a lo que salió de fábrica. Claro que cuenta con un potente motor, una estructura de lámina fuerte y un color naranja fuego, con líneas negras y llantas anchas. Desde luego, este hombre tiene una nostalgia particular por la época y denota pasión y talento, cualidades que se reflejan en su auto.
El proceso de observación nos invita a la reflexión. Ahora, si vemos los coches con esta óptica, seguramente tendremos que pensar muy bien antes de tomar una decisión para tener a la puerta un coche —que no tiene que ser nuevo— que proyecte nuestras cualidades a los ojos de los demás.
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