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Motor de arranque

¿Pagarías más por ahorrar?

GUADALAJARA, JALISCO (14/AGO/2010).- Las vueltas que da la vida, dirían algunos. Hasta hoy, los fabricantes de automóviles en todo el mundo han cobrado por ofrecer más potencia, espacio, lujo y seguridad. Suena lógico, ya que así es con todo lo que nos rodea. Una casa mayor, es más cara. Un viaje más largo, cuesta más. Pones más dinero en el banco, te dan más intereses. Pero Ford Motor Company quiere cambiar ese orden.

Hace tan sólo un par de semanas, Ford hizo la presentación mundial de su nueva Explorer por Internet. Más específicamente en la red social Facebook. Ahí, pudimos enterarnos de que la nueva camioneta ya no usa el viejo, pesado e inestable sistema de chasis tubular, con una carrocería montada sobre él. Esto, ya era esperado. También nos dimos cuenta de que la Explorer 2011 es más larga que su antecesora, lo que sí nos tomó por sorpresa. Supimos que habrá dos versiones de motor, ya no un V8 y un V6, como antes, pero sí uno de seis cilindros en V y otro de cuatro cilindros en línea. Nada inesperado, ya que vivimos tiempos en que los motores tienden a ser más chicos y económicos. Lo que realmente tiene a muchos de nosotros francamente anonadados es el hecho de Ford cobrará más caro por la Explorer con motor de cuatro cilindros y 237 caballos de fuerza, que por la más poderosa Explorer con máquina V6 de 290 caballos. Esto sí, es una primicia digna de ponerse en Facebook, Twitter, MSN, en la radio, TV y donde más se deje y se nos ocurra. Ahora, el que quiera ahorrar combustible, tendrá que pagar más por ello.

Vaya. Ford está apostando porque el amor de la gente por el planeta es mayor que el que sienten por sus bolsillos. Y esto sí, está por verse.

En 2008, el precio del combustible en Estados Unidos llegó a rebasar los cinco dólares por galón, en algunas ciudades. Eso desató una verdadera histeria por parte de nuestros vecinos del norte, que casi tiraron a la basura sus inmensas camionetas, para correr en dirección a los distribuidores de autos compactos como el MINI o, de plano, más amigables con el medio ambiente, como el Prius. Esto, podría justificar la intención de Ford.

El detalle es que, bastó  que los precios volvieran a caer, como ocurrió en el segundo semestre del mismo 2008, para que los estadounidenses volvieran a comprar, felices y sin ningún remordimiento aparente, sus grandes, estorbosas y sedientas camionetas. Esto demuestra que la economía personal o familiar es una preocupación mucho mayor que la que existe con el medio ambiente.

A pesar de esto, Ford insiste en su táctica actual. Y no sólo con la Explorer, también lo hace con el nuevo Fiesta.

Recién lanzado en el mercado mexicano, el nuevo Fiesta producido en Cuautitlán es un muy buen subcompacto, aunque Ford insista que, más bien, es un compacto. Es un coche cuyo nivel de equipo de entretenimiento y de seguridad son superiores a muchos autos que habitan segmentos superiores. Pero con un motor de 1.2 litros, con 120 caballos de fuerza y espacio interno reducido, resulta complicado venderlo más caro que un Focus europeo, un magnífico sedán, con una máquina de 2.0 litros y potencia de 145 caballos. Es cierto, el Focus no tiene, como el Fiesta, siete bolsas de aire, ni sistema de entretenimiento y comunicación SYNC. Pero ante un público que está acostumbrado a comprar autos “por metro”, va a ser difícil convencerlos a cambiar sus hábitos.

La decisión de Ford, por lo tanto, me parece que tiene dos posibles ángulos. Uno, es que la marca apuesta porque los precios de los combustible van a subir en el corto plazo y que todos van, de nuevo, correr hasta sus distribuidores y comprar el vehículo que más económico les parezca. Esto, a pesar de implicar un riesgo, me suena razonable. Pero la otra es que la marca, al ser en el momento la estadounidense más exitosa, haya comenzado a “perder piso”, buscando imponer modas y cambiar costumbres, un poco como de vez en cuando le pasa a Honda. Si es esto, entonces sí estamos en un problema, porque significaría que la marca no ha logrado realmente salir del círculo vicioso de arrogancia en el que han vivido, por lo menos durante los últimos 30 años, todos los fabricantes de su país.
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