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La última y nos vamos

Su alma mexicana la hizo ser tan grande como el repertorio de la música popularde nuestro país, que Chavela escogió para que fuera el suyo. Irreverente, sabia por vivir, su voz se extingue; ''la chamana'' se prepara para trascender

GUADALAJARA, JALISCO (05/AGO/2012).- Su voz áspera, curtida por el licor, el cigarro y las conversaciones con Frida Kahlo y Diego Rivera, sigue en el mismo lugar y en lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente: con los solitarios, con los que se dan calor con un trago de tequila para olvidar sus penas, con los mexicanos y con quien la quiera escuchar. Dice un estribillo que “las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas y las escribe un tal José Alfredo”.

La vida de Chavela Vargas concilia la luz con la oscuridad, la aventura con la desventura y la compañía constante con la eterna soledad. Los 93 años de esta emblemática cantante nacida en Costa Rica y hecha mexicana, se narran a partir de leyendas y anécdotas que oscilan entre realidad y fantasía. Chavela Vargas ha tocado tanto el cielo como el infierno, pero ambos viajes los ha emprendido con una dosis de ironía y su característico sentido del humor.

Musa de Juan Rulfo, Frida Kahlo, Agustín Lara y Diego Rivera, Chavela Vargas se ha convertido en el símbolo de una época dorada mexicana que se diluye en tanto ella se mitifica.

Isabel Vargas Lizano, mejor conocida como Chavela Vargas o simplemente “La Vargas”, nació en 1919 en la región de Heredia, Costa Rica. Aunque sus primeros años de vida trascurrieron allá, su infancia retumba como un recuerdo amargo caracterizado por la soledad, la marginación, el rechazo y la incertidumbre. El desapego a su familia y las constantes desventuras que enfrentó en su país de origen, la hicieron tomar la decisión de abandonar su tierra natal para viajar a México. En su autobiografía escribió: “A mis abuelos no los conocí y a mis padres más de lo que hubiese querido. Tuve cuatro hermanos y puesto que he de decirlo casi todo, lo diré: mis padres no me querían (...) Cuando mis padres se divorciaron me fui con mis tíos, que Dios los tenga en el infierno”.

Siendo apenas una adolescente, realizó el viaje completamente sola para incrustarse en el corazón del México de los años cincuenta. La cantante recuerda que durante sus primeros años vivió en la azotea de un edificio mientras desempeñaba varios oficios, dirigía una agencia de chicas de limpieza y cantaba en cuanto lugar podía. Aunque en sus inicios, la gente le criticaba la falta de talento e inclusive, se le llegó a recomendar que abandonara la música, Chavela Vargas logró convertirse en una leyenda viviente de la canción mexicana.

Su vida dio un giro cuando cambió el vestido escotado y los tacones por los pantalones de manta. Fue entonces cuando su vida se cruzó con la de José Alfredo Jiménez, cantante y compositor mexicano con quien tejió una estrecha amistad y se catapultó directo al estrellato. La canción con la que saltó a la fama no podría desentonar con su estilo irreverente y revolucionario. Con sus propios arreglos, la cantante interpretó el tema "Macorina", que en realidad era una canción del siglo XVII que había sido prohibida en su momento porque su contenido se consideraba indecente. Se dice que fue la primera mujer que le cantó una canción de amor a otra mujer frente al gran público.

Durante esta etapa, Chavela Vargas hizo grandes amistades con las figuras más representativas de la época. Paseaba por las calles con Agustín Lara, vivía con los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo, conversaba con Pablo Neruda y Ava Gardner, mientras escandalizaba con su querido amigo José Alfredo Jiménez. La cantante platica que un buen día, mientras estaba en casa de Frida Kahlo, alguien llamó a la puerta. Entonces, ella le dijo a su amiga que había un viejo peludo, que resultó ser León Trotsky.

La intérprete dice haber tenido muchos amigos y muchos amores, pero siempre optó por los primeros sobre los segundos. Según su lógica, “el amor no existe, es un invento en noches de borrachera. Cuando pasa la borrachera se acabó el amor.”

Su primera fama alcanzó la cima entre los años sesenta y setenta. Tras la interpretación de temas como "La Llorona", "Somos luz de luna" y "Canción de las simples cosas", entre muchas otras producciones. La carrera artística de Chavela Vargas llegó a su auge. Sin embargo, el tequila, cómplice y compañero de su extravagancia, puso un alto frío a su portentosa trayectoria.

Quienes la conocían entonces relatan que su vida era absolutamente desastrosa, estrenaba automóvil el viernes y el lunes ya no tenía nada. Se emborrachaba y salía a cantar por las calles. “La Vargas” platica que a veces conducía por el Paseo de la Reforma en un auto convertible, mientras fumaba. A su paso, la gente le gritaba agresivamente. Como es de esperar en una mujer que sistemáticamente rompía los esquemas, ella los saludaba con un gran gesto y les gritaba de vuelta “¡Salud!”.

Según se calculó, a lo largo de 78 años Vargas ingirió más de 40 mil litros de alcohol. Víctima de éste, la cantante estuvo alejada de la música, los escenarios y la vida pública durante 12 años. Asegura que el alcohol fue la batalla más dura de su vida. Por si fuera poco, este momento coincidió con el ocaso de la canción mexicana y la muerte de muchos aquellos personajes a quienes consideraba como sus compañeros de alma. Con su sarcástico humor, Chavela dice haber salido del infierno, pero al menos salió cantando.

Como bien señala “La Vargas”, la música no tiene frontera, sexo ni edad. La década de los noventa trajo consigo un aire nuevo para la cantante, quien comenzó a resurgir de entre las cenizas para reencontrase con su voz y el auditorio. Con su tradicional poncho rojo, Chavela reconquistó los escenarios llenándolos con su carisma y su proverbial franqueza. Además, en sus conciertos portaba un medallón huichol como testigo de su conocimiento de chamana y su profundo amor hacia la tierra que adoptó como propia.

Chica Almodóvar

Además de su triunfo en el mundo de la música, parte de su éxito también se debe a su aparición en varias películas. El reconocido cineasta español, Pedro Almodóvar, la adoptó como intérprete de cabecera. Además de ser toda una chica Almodóvar, participó en "La flor de mi secreto" y "Carne trémula"; Vargas ha sido fuente de inspiración para Joaquín Sabina. De este modo, la cantante consolidó con contundencia su éxito en España.  

Vargas se retiró de los escenarios por miedo a perder su voz, pues dice que no quería que se le recordara únicamente por ser una viejita simpática. A lo largo de 63 años de carrera artística, grabó unos 80 discos. No obstante, posterior a su retiro, continuó trabajando en colaboración con otros artistas como Joaquín Sabina, Ana Belén y Armando Manzanero, entre algunos otros.

Tras haber cumplido el último deseo de su vida, despedirse simbólicamente en Madrid hace unas semanas de Federico García Lorca, poeta y guía que siempre acompañó sus pensamientos, la cantante regresó a México para morir.  Su estado de salud es crítico. No quiere que le prolonguen la vida artificialmente. Hace algunos años, Chavela Vargas dijo que quería morirse un martes, para no fregarle el fin de semana a nadie; no pasa nada en martes, son muy aburridos, dice. Sin embargo, como es natural por su formación en chamanismo, la intérprete no cree realmente en la muerte, sino en la trascendencia.

Así, la leyenda que encarna una época extinta se apaga suavemente. Chavela, como ha dicho, todo lo vivió, todo lo tuvo y con nada se quedó.

LAS HORAS DEL ADIÓS

Guerrera hasta el final

María Cortina, coautora del libro Las verdades de Chavela y amiga de la intérprete, dijo que ésta se encuentra aceptando con entereza este periodo y luchado sin quejarse.

“Ha luchado como guerrera. El diagnóstico es que está grave y no se sabe, ni se puede predecir cuándo muere, pero prácticamente dice que está muriendo (el diagnóstico médico).

“A pesar de eso, cuando uno la ve, no parece que esto está sucediendo. No se ha quejado ni un solo momento, no sé si le duele algo”, expresó Cortina.
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