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Fatiga Crónica
El “hombre mosca” del trolebús
Tomaba el trolebús cuando éste salía del túnel de Federalismo, justo en la esquina de Circunvalación. Hasta ahí llegaba Federalismo nada más y por el túnel por el que hoy circula el Tren Ligero sólo pasaban trolebuses. Víctor Hugo no sabe, aún hoy, si eso de que el túnel se había hecho para meter un metro y como no cupo metieron trolebuses, fue un mito urbano o mera realidad. Lo que está seguro no fue un mito urbano, porque él lo vivió y lo recuerda perfectamente, fue la ocasión en que un trolebús rebasó a otro y las chispas que salieron cuando las antenitas de ambos se encontraron como no debían hacerlo.
Pues ya iba el trolebús, en aquellos años, rumbo al Panteón Nuevo, circulando por Circunvalación y poco después de pasar por Tránsito iniciaba la bajadita, hasta que llegaba a la esquina de José María Rodríguez, unas cuadras antes de lo que hoy es avenida Normalistas. Para entonces, Víctor Hugo, emocionado, buscaba sentarse lo más atrás que se pudiera, para no perderse la actuación del "hombre mosca", que se trepaba en la parte de atrás del trolebús, con unos guantes puestos, justo en aquella esquina.
Y es que, al llegar Circunvalación a esta parte, se estrechaba a sólo dos carriles, pues el puente que entonces pasaba sobre lo que era el río, uno de los brazos del de San Juan de Dios, era muy pequeño y el tráfico insufrible. Entonces iniciaron los trabajos para hacer el puente más ancho y la pendiente sobre Circunvalación se hizo más prolongada, razón por la cual, si los trolebuses intentaban pasar por ahí con normalidad, llegaba un momento en el que se desconectaban. Y entonces a alguien en Sistecozome se le ocurrió crear al único e inigualable "hombre mosca".
Circunvalación y José María Rodríguez. Trolebús parado. "Hombre mosca" trepado en la parte trasera. Víctor Hugo arriba, con los ojos queriéndosele salir de la sobrada atención que ponía. Una señal, el pedal del acelerador al fondo, el trolebús a toda velocidad y de repente, el hábil movimiento del "hombre mosca" que jalaba las antenas, desconectando la energía y haciendo que, literalmente, se fuera la luz dentro del trolebús.
Con el puro vuelo el transporte tenía que terminar de bajar y -lo más difícil- lograr subir lo más posible, a fin de que cuando detuviera su marcha, el "hombre mosca" volviera a entrar en acción, colocando en su lugar las antenas, dando luz al trolebús, que podía seguir su camino como si nada hubiera pasado. Pero sí que había pasado.
Y mientras para todos los que iban arriba del trolebús la vida seguía su curso sin alteraciones, para Víctor Hugo aquello había sido una proeza más, digna del aplauso. El trolebús se alejaba, dejando ingratamente al "hombre mosca" ahí parado, pero Víctor Hugo lo observaba, cómo, con los guantes puestos, se cruzaba al otro lado, a esperar al siguiente para repetir la escena una vez más, y otra y otra, todos los días, durante meses y meses, aún cuando llovía.
Ahora recuerda Víctor Hugo aquellas escenas, mientras observa, saliendo de Soriana, una geografía que entonces no existía. No recuerda si alguna ocasión el trolebús no logró su objetivo de llegar lo suficientemente arriba, como para no poder conectarse. Tampoco recuerda si el "hombre mosca" falló en su intento de desconectar y conectar, o si fue sólo su deseo el que logró alguna vez ver volar al hombre aquel, de un trolebús a otro. La única certeza que tiene hoy, es que a él aquel le parecía el trabajo de ensueño y que si por entonces hubiera tenido una cámara, como la tienen hoy casi todos los niños, le habría tomado una foto al "hombre mosca" y la tendría colgada en alguna parte de su oficina.
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