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Entre las piernas

Con ganas de recordar

GUADALAJARA, JALISCO (30/JUL/2011).- El martes pasado me di una vuelta al Roxy, con el ánimo de ver cómo había cambiado el lugar, qué tanto se había caído ya, quiénes iban al sitio con la misma idea y simplemente con ganas de “chismosear” un poco.

Me encontré con un Roxy prácticamente idéntico a cómo lo había guardado en el recuerdo, aunque por más que me esforcé en encontrar en la memoria el último día que me topé con ese lugar, la verdad es que no pude localizar la fecha exacta, ni la música y mucho menos el nombre del grupo.

Sin embargo, cuando entré me percaté que nunca antes había volteado al techo. Y esta vez que lo hice, me asusté un poco. Y es que pienso, supongo e imagino, que habrá que hacer una inversión “gorda” para lograr reparar esa área.

Por otra parte, debo decir que a mí sinceramente me da igual si hay sillas o no; me preocupa un poco que el piso tenga una gruesa capa de polvo, porque eso significa que cuando me siente, mi oscura ropa lucirá un contraste de color poco agradable... pero bueno, tampoco es algo que me quite el sueño.

Recuerdo que los baños del Roxy eran especiales, y supongo que seguirán hoy en día con esa misma peculiaridad, cosa que –por cierto– tampoco me importa demasiado.

La verdad es que estuvo “chido” volver al Roxy. Fue emocionante ver a la gente formada afuera del edificio de Mezquitán 80 y darme cuenta de que la fila daba la vuelta por Independencia, como sucedía en sus mejores años.

Me resultó un poco curioso ver que los asistentes al lugar, los que entraron y los que se quedaron afuera, no mostraban orgullosos sus bolsas negras –con popote– cubriendo el líquido etílico que por alguna extraña razón pensaron años atrás, que pasaba inadvertido ante los numerosos elementos de seguridad que acudían –prestos a clausurar– a los eventos que en el edificio se realizaban.

Me pareció genial escuchar voces decir, casi como un susurro, “¡qué bueno es volver!”, porque regresar al Roxy ese día, fue como volver en el tiempo para muchos de los que asistimos.

Estando ahí parada –escuchando que la bicicleta esto y aquello, que los puentes y las calles tal cosa y que las autoridades se comprometen a “bla, bla, bla”–, me puse a pensar en el proyecto de revivir el Roxy, convirtiéndolo en centro cultural (lo que se supone siempre fue), y entonces me imaginé cómo será ver sobre el escenario del viejo cine, una obra de teatro o un espectáculo dancístico.

La verdad sí me gustaría, creo que sería la oportunidad de dar cabida a creadores experimentales; de olvidar la idea de llevar el arte a las calles, cuando nos han demostrado que éstas en realidad no son de todos y difícilmente se prestan para este tipo de actividades (o cualquier otra).

Sí... a ver si nos dejan regresar al Roxy, probablemente uno de los edificios con más memoria en la ciudad, porque al final de cuentas se convirtió en el único espacio para el desarrollo de una generación que no encontraba en otra parte lo que ahí se daba. Un escenario fabuloso que se abrió a distintos géneros musicales que entonces no tenían dónde presentarse.

Hoy lamento mucho haber estado en la “ñoñez” durante tanto tiempo (incluso creo que aún lo estoy, me encanta jugar “Basta” y recientemente me he enterado de que eso es muy ñoño); me perdí de muchas cosas, aunque tuve mis dos o tres –cuatro, cinco o seis– encuentros ricos con el Roxy.

Sería genial que quienes fueron asiduos al lugar, ahora hagan de éste y su nuevo proyecto el sitio ideal para el desarrollo de sus hijos, para que se encuentren con las manifestaciones artísticas y culturales de esta ciudad que a veces nos encanta y otras...  

En fin... ya veremos qué sucede en este nuevo periodo. Por lo pronto, estoy segura de que muchos de los que fuimos el martes al Roxy, nos quedamos con un rico recuerdo y con ganas de más.

lexeemia@gmail.com
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