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El más ignorado

Leonardo DiCaprio, siempre hecho a un lado por la Academia de Hollywood, está por llegar a las pantallas con la nueva versión cinematográfica de El gran Gatsby

GUADALAJARA, JALISCO (19/MAY/2013).-Las fotografías y el tráiler de El gran Gatsby, la versión que el australiano Baz Lurhmann hace de la famosa novela de F.Scott Fitzgerald, son el testimonio al menos visual de que no existe otro actor al que mejor le quede el traje de Gatsby que Leonardo DiCaprio.

El californiano abrió con este filme el Festival de Cannes, junto a sus compañeros de elenco, sólo para recibir comentarios amargos de la crítica especializada, que se ha vuelto a cebar en la estridencia visual a la que es afecto Lurhmann. Sin embargo, será el juicio del público en las salas de cine el que tendrá el poder de volver a poner en la marquesina a DiCaprio, quien ya había trabajado con el director australiano en Romeo y Julieta, por ejemplo.

“Gatsby en realidad era un joven pobre del medioeste americano que se creó una imagen hasta convertirse en el gran Gatsby. Es la representación romántica del sueño americano. Todos somos Jay Gatsby. Todos podemos identificarnos con Gatsby porque es un hombre hecho a sí mismo con su imaginación y sus sueños”, dijo DiCaprio al periódico español ABC.

“Comparto con Gatsby esa pasión por convertir sus sueños en realidad. Cuando yo empecé no tenía buena ropa, ni buenos cortes de pelo. No sentía que pertenecía a Hollywood donde, a mis ojos, todos me parecían perfectos. Me sentía un bicho raro y eso me impulsó a mejorar”, agregó uno de los mejores actores del mundo y el más ignorado por la Academia de Hollywood.

A pesar de lo importante que es Leonardo DiCaprio para la industria del cine contemporáneo, jamás ha ganado un Oscar. También ha sido protagonista de omisiones históricas, la última de las cuales ha sido la ausencia entre los postulados como Mejor Actor de Reparto en las premiaciones del 2013.

Cualquier espectador honesto, deberá aceptar que si en la reciente película de Quentin Tarantino, Django Unchained, el austríaco Christoph Waltz borda con hilos de oro su feroz y tierno cazarrecompensa, el rubio de California, de 38 años, entrega un Calvin Candie prodigioso, inolvidable.

Claro que esperar que la errática Academia de Artes y Ciencias de Hollywood, que nunca le dio una estatuilla a Alfred Hitchcock (al menos en competencia, el Honorífico no cuenta en estos casos) y que ignoró a DiCaprio cuando fue protagonista memorable de Corre si puedes y Los infiltrados, entre otras, se fije en él cuando cubre un rol de reparto, es poco menos que baladí.

Hay quienes dicen que el sino de Titanic lo persigue y que desde que en 1997 su rostro comenzara a presidir en las habitaciones de muchas adolescentes en el mundo, no se ha podido sacudir la imagen de galán rubio y poco consistente con que lo perpetuó cierta prensa de espectáculos.

Sin embargo, al filo de los 40, Leonardo se ha ganado a pulso el respeto de sus colegas y el amor incondicional de directores como Martin Scorsese y Steven Spielberg, lo que no es poca cosa.

DiCaprio, que creció en Hollywood, aunque no en un barrio rico y glamoroso, tuvo claro desde niño que quería ser actor. “Mi familia era pobre, es cierto, pero mis padres se esmeraron para darme cultura llevándome a los museos, leyéndome, mostrándome las obras de arte”, contó en una entrevista otorgada a la revista Interview en 2012.

En la escuela odiaba las matemáticas, una materia que –dijo- nunca pudo entender y usaba los recreos para practicar break dance, un baile al que le dedicó gran parte de su tiempo infantil y preadolescente.

En la adultez, busca destruir las imágenes fijas que de él se forman los medios y los fans. “No sé lo que la gente piensa de mí, pero fundamentalmente, busco no generar una imagen de mí, sino mostrarme lo más natural y fresco posible. Trato de evitar los gestos de complacencia hacia los demás”, declaró en la entrevista mencionada.

Adora los personajes oscuros

Suele decir Leonardo DiCaprio que uno de los mayores peligros de la industria cinematográfica es la “crueldad” con que destina a sus actores a un nicho estratificado, tratando de que no se muevan de allí. “Nunca te estimulan para aprender o transformarte”, ha manifestado.

A él, en cambio, le fascinan los personajes oscuros como el que encarnó en la película J.Edgar, a las órdenes de Clint Eastwood, a la sazón uno de sus directores favoritos.

Se dice dueño de un sentido del humor “bastante extraño”, a la vez que se califica como un gran fan de la serie televisiva Jersey Shore, un reality show transmitido por MTV que sigue la vida y el día a día de ocho italoamericanos que pasan el verano en la costa de Nueva Jersey.

“Me siento bastante identificado, porque a veces paso horas con mis amigos y todo lo que hacemos es imitar voces y reírnos de nosotros mismos”, cuenta DiCaprio.

En estos tiempos, lo que más le gusta a Leo es invitar a cenar a sus amigos y sale poco en las noches. “De vez en cuando miro un partido de Los Lakers y no me gusta estar mucho afuera de casa, me he vuelto hogareño y tal vez un poco más intolerante”, precisa.

La famosa estrella de Hollywood dijo a una revista alemana, además, haber crecido en un barrio duro de Los Ángeles, el Silver Lake, donde todos sus congéneres eran mucho más altos y fornidos que él, por lo que no le quedó otra que “encontrar una solución a mi problema y convertirme en actor para impresionar a las mujeres”.

A propósito de sus relaciones con modelos de gran belleza, DiCaprio se muestra parco y sólo dice que “he tenido relaciones maravillosas con mujeres importantes, pero soy un caballero y no me gusta hablar al respecto”.

Acepta también que su visión en torno al matrimonio ha cambiado y que ya no lo considera una institución obsoleta. “Creo que un matrimonio con la pareja adecuada puede ser una cosa maravillosa. Bajo el supuesto de que ambos no se limitan entre sí y que respeta cada uno los espacios de desarrollo del otro”, opina Leo.

Para saber

Palabra de crítico


Carlos Boyero, el crítico de cine del diario español El País, dijo después de ver la película en el primer día del Festival de Cannes, el 15 de mayo pasado: “El director de la historia es el temible Baz Luhrmann, señor al que apasiona ante todo la parafernalia, un lenguaje visual exhibicionista hasta el mareo, incapaz de transmitir sentimientos auténticos, portador de una estética exuberante y rebuscada al exclusivo servicio de la oquedad. Es el autor de películas tan floridas como tontas, que me irritan particularmente, tituladas Moulin Rouge y Romeo + Julieta, y no se le ha ocurrido otra cosa a director tan pinturero y prescindible que encapricharse del intimismo de Fitzgerald y montar una verbena visual que está mucho más preocupada por el despliegue de la cámara que por lo que les ocurre a los personajes, por impactar estéticamente al espectador en vez de conmoverlo con esta historia de amor que no puede tener final feliz.”

“A mí me emociona”

En El gran Gatsby  Baz Luhrmann ha volcado toda su imaginería en un libro que recuperó hace 10 años, “mientras viajaba en tren por Siberia”. A su lado, Leonardo DiCaprio, que se lanza con su sonrisa arrebatadora a crear un Jack Gatsby de altura: “La novela de Francis Scott Fitzgerald es una lectura esencial en la escuela secundaria en Estados Unidos. Cada línea tiene un mensaje, así que las diseccionábamos y disfrutábamos. Es una búsqueda eterna. A mí me emociona El gran Gatsby. Creo que habla de la creación del nuevo estadounidense, de alguien parecido a un nuevo Rockefeller. Me fascina cómo en la novela se pasa de una historia de amor a una tragedia. Cuando me ofrecieron el proyecto, reconozco que volví a pensar en la descripción de Fitzgerald de esa luz verde que anuncia un milagro que nunca llega”.

Más o menos como la búsqueda del alma de la película. DiCaprio, alto, con traje negro, serio hasta que de repente se desmelena a carcajadas, confesó una profunda conexión con el realizador australiano: “Conocí a Baz hace ya casi 20 años, cuando rodamos Romeo + Julieta de Shakespeare. Es grande en muchas cosas, sobre todo por cómo te inspira día tras día en el rodaje no solo para que des lo mejor de ti, sino para que construyas tu sueño a lo grande. No le asustan las historias clásicas, sino que solo se preocupa por no perder la verdad que contienen”. Luhrmann supo devolverle los elogios: “Leonardo, con su interpretación tan pegada al libro, nos recordaba que servíamos a un único dios, la historia”.

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