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Crónica, literatura en los márgenes de la realidad
El especialista observa una apertura positiva para este género informativo en medios impresos y digitales de todo el continente
Está seguro de que hay un nuevo ambiente, una apertura de espacios para este género informativo, él dice literario, en los diferentes medios de comunicación; en los impresos, en los digitales y, también, en los libros. “Hay crónica libro o libro crónica”, asegura gustoso por ese hecho. Ve en ello la posibilidad de contar, de explicar de una manera diferente y más profunda, con todos los riesgos que conlleva, pero los asume consciente y alerta. Puede falsearse la realidad en pos de un buen texto, esa tentación la tiene quien escribe, pero el cancerbero, explica, es el editor, quien se encargará de que a la luz salga la buena crónica.
—Se habla mucho de la crónica y de cronistas por estos días, ¿está de moda la crónica?
—El problema con las modas es que pasan de moda. Creo que en este caso es algo mucho más perdurable, que conecta muy bien a futuro. Primero porque hay una nueva generación. Segundo, porque se trata de una necesidad que impone una realidad; no es alguien en un escritorio que dice “impulsemos la crónica”. Sino que es algo que obedece a unas demandas de una realidad muy contable a través de la crónica, entonces creo que es algo más que una moda.
—Pero esa demanda también es de largo aliento y, a veces, los medios no tienen esa capacidad. ¿Qué espacio deberá buscar el cronista si no son los impresos, las revistas?
—Creo que hay un condicionante económico porque se supone que uno de los elementos de la crónica es la inmersión, es decir el tiempo, entonces necesita fomentar una economía de la crónica que permita pagar ese tiempo de los cronistas. Creo que eso lo han entendido muy bien las revistas de crónica. Gatopardo me parece un caso ejemplar, que en cada número se encuentra uno con espléndidas crónicas; Soho es una gran revista de crónicas, El Malpensante. Etiqueta Negra es quizá la revista fundacional del género y siguen apareciendo. Sobre todo ahora podemos ver revistas virtuales de mucho peso en la crónica, destaco sobre todo la revista Anfibia, extraordinaria revista que se hace en Buenos Aires. Están llenado un vacío de la crónica en la red, ya que eran trabajos sin entorno y el editor es un elemento indispensable porque es una tercera mano que, cuando es bueno, ayuda mucho. En el caso de la crónica los editores han sido clave. Basta mencionar que, en su mayoría, lo directores de las revistas de crónicas son muy buenos cronistas.
—En su visita a la FIL, Pedro Lemebel dijo que ya cualquiera puede ser cronista, un poco en detrimento. ¿Está de acuerdo con esa visión?
—En términos de posibilidades factuales sin duda, porque basta abrir un blog, y en ese sentido tendría razón Lemebel. Pero como en todo hay detalles. En la proliferación de muchos cronistas termina habiendo picos de gente que lo hace bien y otros tantos que son aprendices. Por eso digo que en la red, por ejemplo, hay demasiadas crónicas pero ahora comienza a haber medios que tienen un editor y seleccionan las cosas buenas. Lemebel, entre paréntesis, es uno de nuestros grandes cronistas latinoamericanos.
—¿Quién hace el filtro de la crónica para que perdure este género con calidad?
—Creo que los editores, sean de libros, de revistas o periódicos. Eso colabora mucho. Pero también que la gente joven esté interesadísima en la crónica. Hay un gran interés en las facultades de comunicación, y en ese sentido sí es moda, porque ahora lo chicos que llevan la camiseta 10 (como en el futbol el crack) en el periodismo son los cronistas.
—En términos de formación, por ejemplo, Miguel Ángel Bastenier, periodista español, propone una nueva definición de los géneros. ¿Hace falta enseñar crónica de una manera diferente?
—Creo que los contenidos van generando nuevas formas. Es decir, una forma adecuada es la que se adecúa a esa necesidad nueva. No la forma por la forma, o como la entendían los poetas modernistas. Había poetas colombianos que decían que eran capaces de sacrificar un mundo para pulir un verso. En la crónica no es así, sino que el verso se pule si el contenido del verso condiciona una nueva forma o un nuevo pulimiento. Si no hay esa conciencia de que la forma tiene que adecuarse al contenido, que debe ser de la talla del contenido, creo que sí, que se generan nuevas formas a medida que se incorporan nuevos contenidos al universo de la crónica.
—¿Considera a la crónica como el género más potente, con la capacidad de afectar una realidad determinada?
—Lo de afectar la realidad es muy relativo, pienso. Siempre cuento algo que me parece muy demostrativo en eso de cómo infiere a literatura, llámese crónica, novela o lo que sea en la realidad. La gran novela romántica es una novela colombiana que se llama María, de Jorge Isaacs. Esa novela, en su tiempo, antes de 1900 fue traducida a muchos idiomas, entre ellos al japonés. Resulta que fue leída en Japón, y esto no se lo propuso Isaacs, pero fue leída con tanta admiración por los paisajes del valle del Cauca que describía la novela que hubo una emigración de japoneses al valle y se instalaron allí como colonia. Todavía hoy, 150 años después, perdura esa colonia esa colonia japonesa en el valle. Esto es un buen ejemplo de cómo la literatura transforma la realidad y es también es un buen ejemplo de cómo no es el propósito del escritor, sino que la crónica, la novela en este caso, genera sus propios mecanismos de inferir en la realidad. Oscar Martínez, un cronista salvadoreño, ha dicho con mucha razón que si sus crónicas contribuyen a que haya menos desaparecidos, secuestros, que haya menos violencia contra los migrantes que van a Estados Unidos a través de México, si eso pasa, él está muy contento por ello. Le doy la razón en ello.
—Y ante tanto cronista, ¿cómo fue el proceso de selección para su libro “Antología de crónica latinoamericana actual”?
—Fueron tres años leyendo crónicas. Leí muchísimas, diría que más de mil crónicas; no sé, no las he contado pero muchas. Mi primer descubrimiento fue que si quisiera hacer la más honrada antología de crónica tendría que hacerla en varios tomos, por lo mismo que he dicho, la calidad del género es muy alta. Me tocó prescindir de cosas que deberían de estar. En ese sentido mi antología, como toda antología, es injusta. Pero eso lo que indica es que a futuro, como es que después de mi antología salió otra casi de inmediato, habrá muchas más antologías de crónicas. Creo que se irá filtrando a través de crónicas los paradigmas y los modelos del género. Traté de mostrar a autores muy consistentes y escoger los trabajos con el criterio de libro para llevar a isla desierta.
—¿Cuál es el resumen de temas? ¿Si uno lee el libro qué nos diría sobre los países en los que vivimos en este momento de la historia?
—Unos países muy difíciles. El tema de la crónica casi siempre es lo marginal, lo extravagante, lo violento, lo que descodifica la realidad como la sexualidad en niños, o el transformismo sexual o el tráfico de drogas, además de los otros subgéneros de la crónica como movimientos sociales, o los perfiles de los héroes o los mitos o cuasi mitos. En ese sentido, mientras más crónicas haya más contribuciones de los lados marginales de la realidad vamos atener por escrito gracias a esas crónicas nuevas.
—Y en cuestiones de estilo, ahora que se ha estudiado la influencia del “Boom” latinoamericano en la literatura, ¿esos nuevos cronistas son los herederos del “Boom”?
—Es otra cosa diferente por varias razones. Los lectores de crónica han llegado a este género, principalmente, por medio de revistas de crónica, no son el viejo enfermo por el libro. Como en las generaciones que somos viciosos de la lectura. Son más bien yupis, profesionales jóvenes que compran Gatopardo, Etiqueta Negra, El Malpensante o Soho. Es decir, es gente que está llegando a los libros a través de la lectura de revistas. Eso modifica radicalmente el modelo del lector del Boom, que era el aficionado a leer libros. Lo otro es que no hay unas agencias literarias interesadas en impulsar a los autores como sucedió en el Boom. Un elemento clave de ese movimiento es Carmen Balcells; no hay una Carmen Balcells de la crónica. Otro elemento clave del Boom es Carlos Fuentes usando todas sus conexiones para que editaran o tradujeran a sus amigotes. Hay una cosa que es más dispersa, que es más democrática en el caso de la crónica.
—Y sobre esa discusión de si la crónica es un género literario chico, ¿qué opina?
—Es un género literario con todas las de la ley. Es literatura. La buena crónica es buena literatura. El buen periodismo es buena literatura. El mal periodismo es mala literatura. El que plagia en periodismo plagia en literatura, buena o mala.
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