México
Oaxaca para el PRI
¿Ganó la alianza entre el PAN y el PRD? Ah, eso. Sí, ya sabía. Pero eso qué: el tricolor se volvió a quedar con Oaxaca
O ¿qué significa que 23 de 25 distritos para conformar el Congreso hayan quedado en manos de los militantes del Revolucionario Institucional? ¿Qué significa que los municipios que no se eligen por usos y costumbres hayan optado también, 60%, por la opción verde y rojo en las boletas electorales?
Ese cuento ya se ha contado varias veces en el país: la alternancia liberaliza sistemas partidistas, obliga a la oxigenación de partidos, debilita (con suerte los acaba) a figurines como Ulises Ruiz o Mario Marín, pero no garantiza ni la democratización ni el mejoramiento en la calidad gubernativa. Y si es una alternancia provocada por dos partidos ideológicamente distintos, la cosa se pone color de hormiga. La alianza funcionó para lo que se previó: ganar la elección. Pero después de la elección hay vida.
En Oaxaca los panistas y los perredistas están brincando de gusto por haber bajado del ring a Ulises y a sus compinches, pero el escenario es complicadísimo, porque no tienen redes políticas que acompañen el efecto electoral de la alianza. Tienen el Poder Ejecutivo, por definición unipersonal, y lo tendrán que dividir entre los dos partidos. La experiencia de Nayarit con Echavarría no tiene que repetirse forzosamente, pero ahí quedaron claras muchas dificultades: a la menor provocación se acusan los dos partidos de corrupción y se desgranan miembros del gabinete.
La experiencia puede tener impactos negativos para los escenarios futuros de alianzas. Un Gobierno sin mayoría en el Congreso, sin mayoría municipal, con estructura priista en el sector público y en el Poder Judicial, es un Gobierno con muchas posibilidades de parálisis. El PRI se las va a hacer cardiaca porque, otra vez, se quedó con Oaxaca.
Guadalajara y el zar anticorrupción
Tan bonito que se veía el proyecto de contar con un Zar Anticorrupción en Guadalajara, y tan mal que se ha visto desde que inició el año. Primero, por la actitud individual de Augusto Valencia, quien de entrada cortó de tajo con los ciudadanos que intentaban trabajar en transparencia. Y después, por la lentitud con la que la burocracia opera: la oficina del zar llevaba seis meses, según cuenta Valencia y admite el alcalde, sin material para operar. Qué bonito. Hace dos días el zar optó por entregar su renuncia y el capital del cargo sigue su camino de degradación, labrado tanto por el ex titular como por el alcalde.
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