México

México tiene prisa

La trascendencia del pastor

Ahora que estamos por celebrar este domingo el Día del Seminario, esfuerzo de cooperación de la comunidad, en apoyo a la manutención del centro formativo para nuevos sacerdotes, es de fundamental responsabilidad reconocer el trascendente papel desempeñado por el pastor de la Arquidiócesis de Guadalajara, el señor cardenal don Juan Sandoval Íñiguez, al ubicar al propio Seminario de Guadalajara como uno de los más grandes en el Continente Americano, y que mayor volumen de diáconos aporta al planeta.

A propósito del 78o. aniversario de su natalicio, la comunidad jalisciense celebró la relevancia internacional que guarda su eminencia, al significarse en uno de los más destacados obispos latinoamericanos al que se le han encomendado tareas estratégicas al servicio del Papa Benedicto XVI y al propio Estado Vaticano.

Sin duda alguna, al margen de su incansable labor como pastor de la Iglesia Católica en México, don Juan Sandoval ha trascendido sus logros al indiscutible liderazgo social que le caracteriza, entre gobernantes de distintas trincheras ideológicas, así como entre militantes y dirigentes de los diversos partidos políticos que operan en el país, además de líderes empresariales y obreros, así como artistas, intelectuales, deportistas y científicos.

Su preclara visión y generosa sabiduría lo convierten en una consulta obligada para quienes participan en el ámbito de las decisiones colectivas; propios y extraños acuden a su consejo y orientación en aras de encontrar decisiones justas y apropiadas para la comunidad a la que sirven.
No en vano, durante el festejo de su cumpleaños, el arzobispo habló de dos pecados que cometió el pueblo de Israel: la injusticia y la idolatría. Y aprovechó la ocasión para denunciar que en México también se cometen injusticias, no sin antes advertir que existe un juez supremo:

“Pero los que están de parte de ello (la injusticia), sepan que hay un Juez Mayor… y si no tienen fe en ese Juez Mayor, se lo van a encontrar de todas maneras”, aseveró a quienes disfrutaron de la homilía en la correspondiente misa de celebración de su onomástico.

Evidentemente el purpurado es un hombre de hechos y obras, más que de palabras y buenos deseos; pero además siempre trabaja en grande al servicio de su feligresía, como ahora todos podemos advertir la obra del Santuario de los Mártires, que sin duda alguna será también uno de los más grandes del Continente y de trascendencia a nivel mundial.

Su eminencia vela generosamente en todo momento por su Arquidiócesis y la comunidad en general, a la que protege y defiende con vehemencia, como pocos representantes sociales lo hacen en México.

Esos son los liderazgos que trascienden la historia y de los que México tiene prisa de multiplicar, puesto que así lo reclaman los nuevos y convulsionados tiempos; por ello es que resulta vital que apoyemos la noble causa de formar a nuevos sacerdotes, entregados a su feligresía y comprometidos con la fe, en la firme esperanza de que lo mejor está por venir.
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