México

Levantamiento armado

Cuanto más agudos son los problemas que encaramos como nación y como ciudadanía, más alarmistas se perfilan algunas consecuencias

Cuanto más agudos son los problemas que encaramos como nación y como ciudadanía, más alarmistas se perfilan algunas consecuencias. De unos años a la fecha, dados como somos al vano intento de adivinar el futuro, se escucha la premonición de que en 2010 se repetirá el ciclo: habrá un levantamiento armado en el país.

Algunos lectores ocasionales de Historia Mexicana lo proclamaban años atrás —profetas de ocasión—. Pero en la medida que el festejo del Bicentenario se aproxima a paso de meses y pronto, de semanas, las voces se multiplican. Podría olerse casi, que los supermercados preparan campañas de “ventas de pánico”, con todo y ofertas especiales, para hacer un último acopio millonario antes que arranque el fragor de la metralla.

“Cuando los tambores hablan, las leyes callan”, escribía hace siglos Marco Tulio Cicerón, uno de los juristas más connotados del Imperio Romano. Y en una frase criticó corrosivamente a su patria, que hizo de la guerra su esencia vital. A la distancia, sin mucho esfuerzo, nos damos cuenta que México está lejos de ser nación belicosa.

Queda entonces un amplio espacio para cuestionar la base sociológica de la creencia ingenua que augura batallas y sangre como las de 1810 y 1910. Es ignorancia, naturalmente, desconocimiento total de lo que es vivir bajo la mira de los francotiradores y respirar el nihilismo de una muerte violenta que puede caer sobre uno o los suyos en cualquier momento.

De entrada, a los agoreros de “los ciclos históricos” hay que refrescarles el recuerdo: ni en la Guerra de Independencia ni en la Revolución, se orquestó un movimiento armado homogéneo y generalizado. Algunas iniciativas surgieron aquí y allá, casi todas ajenas entre sí, hasta terminar, alimentadas por circunstancias locales e internacionales, incendiando al país.

Y además, ávidos como somos de telenovelas y juegos de futbol, nos olvidamos de repasar algunas teorías básicas de Economía, Sociología y Ciencias Políticas, que comprueban cómo una clase media consciente, se opone a las batallas y defiende el imperio de las leyes.

Sin embargo, en este país nuestro que atestigua cómo los poderes fácticos del narco y el crimen organizado le disputan al Estado la monopolización de la violencia; en el que la ley y la justicia se desvanecen ante la impunidad, y en el que la pobreza sólo se vence acumulando riqueza a costa de millones que sólo pueden tener la certeza de que serán más pobres mañana, se avanza decididamente al reciclaje de escenarios donde sí podría ser factible un levantamiento armado.

Las nuestras son generaciones sin memoria de guerra. No tienen abuelos que hayan vivido en ella y a los pocos que aún quedan, no los oyen. Por eso, estúpidamente, abundan las invocaciones de otra revolución que, muchos creen, terminará con los problemas de tajo.
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