México

Error y… castigo

Por donde mirarse se quiera, todos van por colocarse. Alcalde apenas y van por ser gobernador, y más de algún despistado, hasta por la presidencia

Tiempo de elecciones vendrá y bien vale reflexionar.

Considerar la política mexicana actual, de letrina pura, dadas las características; las condicionantes y, lamentable, la apreciación que la ciudadanía tan corriente como común tiene de sus representantes.

Todo va, determinante, a las conductas de quienes ostentando representatividad debiesen ser defensores de los intereses de la nación y su gente que votando, por ¿“elección popular”? dan cuenta en la realidad de que lo que les interesa y buscan es precisamente eso, la representación sí, pero no la defensa de los ciudadanos y...

Y vaya este criterio a todas las autoridades, sean parlamentarias en ambas Cámaras, senadores y diputados, de los que deberían emanar las leyes para un buen orden de justicia y gobierno, pasando por las federales, estatales y municipales.

Escribo esto porque esta y no otra es la imagen verdadera de representantes tales -habrá sus excepciones, no lo dudo- pero le aseguro amable lector que me sigue que serán las mínimas.

Por donde mirarse se quiera, todos van por colocarse.  Alcalde apenas y van por ser gobernador, y más de algún despistado, hasta por la presidencia.  Ahh, y sin cumplir el compromiso por el que fueron votados.  Son, pues, los intereses de los políticos, que no son otros que los personales y los partidistas.  ¿La población..?  ¡La población a la madre!  Esa que nada más vote, que al cabo y al fin todas las promesas de campaña, desde las presidenciales a las del más paupérrimo alcaldillo de pueblo, se las lleva el viento.

La diarrea verbal de que acostumbran echar mano, bien aderezada de la tan tradicional como costumbrista e infaltable demagogia utilizada en los “actos convocatorios” es, repito, fundamento de una ya de sobra reconocida incredulidad por las fehacientes mentiras; por las palpables falsedades; por los deleznables engaños con los que se engatusa en discursos populacheros que son clara manifestación y prueba de la desvergüenza más absoluta, complementada con las conductas y los comportamientos de los representantes de cualquier nivel, que a la postre son, para la clase pensante y con educación, una afrenta a la inteligencia más elemental.

Y esto lo escribo, como en anteriores veces, dado que si un pueblo, como pueblo en sí no se ocupa de la política, es la política la que se ocupa de él…

Y…  PENSÁNDOLO BIEN.

Y…  PENSÁNDOLO BIEN, lo infame por lo que el ciudadano es vejado, abusado y humillado por fuerzas partidistas de influencia fincadas en el más execrable de los despilfarros, es porque se cae en la cuenta de que la generalidad de los políticos carecen de cultura, son “de oído”, no estudian,  y si estudian, no conjuntan la política con la moral;  de ahí el motivo por el cual no llegan a comprender nunca ni a la una… ni a la otra.
Es nuestro México.  Los resultados a la vista están.
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