México
Compromisos, complicidad y corrupción
Lealtad y legalidad comparten el escenario enardecido por escándalos en gran parte del país, donde se aplican recursos armados para mantener la seguridad
Lealtad y legalidad comparten el escenario enardecido por escándalos en gran parte del país, donde se aplican recursos armados para mantener la seguridad, ante posibilidad y temor de actos que pongan en peligro la tranquilidad en los comicios.
En el vecino Nayarit, sede de reclusorios de seguridad dedicados al albergue de reos de alta peligrosidad, hubo suspensión de clases y cierre del ciclo escolar anticipado; el peninsular Quintana Roo tuvo atención preferente, al enfrentar hechos que rebasan la tolerancia y ratifican la influencia del ilícito en el medio político.
Tamaulipas arroja acontecimientos para la historia.
La desconfianza, como la inseguridad, sustenta el temor, agravado en donde hay elecciones hoy, sin omitir su reflejante influencia en las de 2012.
No es para menos, al no alcanzar posibilidad plena de diálogo entre partidos y de políticos al interior de sus partidos; no sólo para sujetarse a reglas establecidas por la ley, como está prescrito, menos para trabajar por el bienestar de la población.
El desorden palpable tiene lugar preferente en cada uno de los 500 asientos de otros tantos diputados electos y plurinominales; integrantes del Poder Legislativo, envueltos en permanente exposición de vicios ambientales ajenos a propuestas conducentes al acuerdo orientador de rumbo a la Nación.
Serenidad, templaza, prudencia, tolerancia; durante décadas dieron respeto y prestigio a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, mismos que lamentablemente se cuestionan al conocer fallos, que habrán de acatarse ante el sustento que abriga la Constitución, aunque, desgraciadamente, no apliquen y sí ratifican aquello: lo legal no necesariamente es justo.
En la población pesa el sentimiento de cobijo a la impunidad.
La inconformidad está marcada por la desconfianza, principalmente entre los jóvenes, mayoría de población adulta para la que crisis ha sido y es el signo de su existencia, existencia carente de las oportunidades lícitas que a muchos inclinan a lo contrario.
Cada vez en mayor medida, las elecciones alcanzan significado como ratificación o rectificación de las encuestas —algunas con bien ganado desprestigio—.
Son la verdad: primero del interés y propósito democrático de la población, seguido de su grado de satisfacción respecto a la autoridad que ha gobernado, y finalmente su esperanza, confianza o desesperación para buscar nuevos horizontes en las promesas y carisma o empatía con tal o cual candidato.
Este 4 de julio será, sin duda, muy significativo y precursor de 2012.
Dios nos guarde de la discordia.
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