México
Brasil sí, ¿México no?
¿Realmente se están haciendo las cosas de manera diferente en Brasil?
Brasil? ¿Están por salir de la
crisis económica para convertirse en parte del llamado primer mundo? ¿Están resolviendo problemas severos como la pobreza? Estas preguntas no pueden contestarse con un sí o un no. Brasil anda en los claroscuros con un gran ventaja sobre México y sobre otras naciones con economías similares: tiene rumbo.
No ha resuelto sus problemas medulares, pero es evidente que ya hay signos de recuperación porque, insistimos, tienen rumbo e internamente han llegado a acuerdos que los tienen con políticas de corto, mediano y largo plazo. Han dejado de pensar únicamente en tapar hoyos, algo de lo cual hemos venido padeciendo en nuestro país desde hace años; el espíritu del presupuesto de 2010 mexicano es una prueba más de ello.
Pero no es sólo eso. Hoy los brasileños están imbuidos de un ánimo nuevo. A lo largo de muchos años han pensado, como nosotros, que algún día las cosas cambiarían y que lograrán por fin despuntar como una nación que además resolvería los problemas de pobreza, injusticia, salud, vivienda y educación. Es evidente que no los han resuelto, pero también está claro que va en camino de hacerlo.
Quizá como en pocos momentos de su historia reciente, los brasileños están orgullosos de ser brasileños. Están orgullos, nos dicen en seminarios, entrevistas, en el taxi y en las calles, porque han encontrado en Lula a un hombre que los ha defendido y a un presidente que es “uno de ellos”. Brasil ha conseguido en menos de dos años los eventos deportivos y sociales más importantes del mundo. La FIFA y el COI, que bien se sabe son más poderosos que la ONU, no solamente otorgaron el Mundial y los Juegos Olímpicos a Brasil, por encima de todo le brindaron confianza en tiempos de crisis económica.
Es obvio que no todo está bien en Brasil. El lanzamiento de un misil hace algunas semanas, desde una favela de Río de Janeiro, en contra de un helicóptero de la Policía, es la prueba de los pendientes y los riesgos. El narcotráfico, en otra dimensión que la que vivimos nosotros, es un asunto de focos rojos, particularmente en las zonas marginadas.
Ver Brasil desde seminarios sobre seguridad social, conversar con ministros del gobierno de Lula, y platicar con la gente en la calle bien sabemos que puede dar miradas parciales. Sin embargo, a esto sumemos los números, el ánimo en las calles y la reacción internacional que hace patente que Brasil ya tiene rumbo, lo que les da para ser una potencia petrolera, fortalecer su mercado interno para que consuman lo que se produce en el país, y hasta para pagar cuotas al FMI porque ya han saldado su deuda. La fórmula parece sencilla. Un presidente fuerte, un Congreso con diferencias pero cohesionado, y una sociedad ansiosa por ser y verse diferente.
¡OUUUCHCHCHCH! Terminó la cena y un joven se acercó a saludar al presidente, y de manera firme pero acomedida le lanzó una serie de críticas. El mandatario se quedó callado, y sin hablar se dio la vuelta y se fue. Repitió en un minuto lo que hizo toda la noche.
BRASILIA.— ¿Realmente se están haciendo las cosas de manera diferente en
No ha resuelto sus problemas medulares, pero es evidente que ya hay signos de recuperación porque, insistimos, tienen rumbo e internamente han llegado a acuerdos que los tienen con políticas de corto, mediano y largo plazo. Han dejado de pensar únicamente en tapar hoyos, algo de lo cual hemos venido padeciendo en nuestro país desde hace años; el espíritu del presupuesto de 2010 mexicano es una prueba más de ello.
Pero no es sólo eso. Hoy los brasileños están imbuidos de un ánimo nuevo. A lo largo de muchos años han pensado, como nosotros, que algún día las cosas cambiarían y que lograrán por fin despuntar como una nación que además resolvería los problemas de pobreza, injusticia, salud, vivienda y educación. Es evidente que no los han resuelto, pero también está claro que va en camino de hacerlo.
Quizá como en pocos momentos de su historia reciente, los brasileños están orgullosos de ser brasileños. Están orgullos, nos dicen en seminarios, entrevistas, en el taxi y en las calles, porque han encontrado en Lula a un hombre que los ha defendido y a un presidente que es “uno de ellos”. Brasil ha conseguido en menos de dos años los eventos deportivos y sociales más importantes del mundo. La FIFA y el COI, que bien se sabe son más poderosos que la ONU, no solamente otorgaron el Mundial y los Juegos Olímpicos a Brasil, por encima de todo le brindaron confianza en tiempos de crisis económica.
Es obvio que no todo está bien en Brasil. El lanzamiento de un misil hace algunas semanas, desde una favela de Río de Janeiro, en contra de un helicóptero de la Policía, es la prueba de los pendientes y los riesgos. El narcotráfico, en otra dimensión que la que vivimos nosotros, es un asunto de focos rojos, particularmente en las zonas marginadas.
Ver Brasil desde seminarios sobre seguridad social, conversar con ministros del gobierno de Lula, y platicar con la gente en la calle bien sabemos que puede dar miradas parciales. Sin embargo, a esto sumemos los números, el ánimo en las calles y la reacción internacional que hace patente que Brasil ya tiene rumbo, lo que les da para ser una potencia petrolera, fortalecer su mercado interno para que consuman lo que se produce en el país, y hasta para pagar cuotas al FMI porque ya han saldado su deuda. La fórmula parece sencilla. Un presidente fuerte, un Congreso con diferencias pero cohesionado, y una sociedad ansiosa por ser y verse diferente.
¡OUUUCHCHCHCH! Terminó la cena y un joven se acercó a saludar al presidente, y de manera firme pero acomedida le lanzó una serie de críticas. El mandatario se quedó callado, y sin hablar se dio la vuelta y se fue. Repitió en un minuto lo que hizo toda la noche.
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