México
Berlusconi y Peña Nieto
El mundo mira a los italianos con una mezcla de burla y extrañeza por votar una y otra vez a favor de alguien como Berlusconi durante nueve años
Tampoco son recientes los escándalos sexuales y las juergas que se gasta el primer ministro. En suma, los italianos saben que su dirigente no es precisamente un dechado de virtudes morales. Y, sin embargo, siguen creyendo que Italia necesita un líder como Berlusconi, a pesar de sus 74 años y todos sus defectos, o quizá gracias a ellos.
La revista “The Economist” de la semana pasada afirma que los escándalos más recientes le han costado 5% de caída en los niveles de aprobación, hasta llegar a 35 por ciento. Pero, también informa, que si hubiese elecciones en este momento su partido, Pueblo de la Libertad, volvería a ganar.
En otras palabras, los italianos consideran que su país está moralmente quebrado, que su economía es ineficiente y que las cosas no funcionan, en consecuencia asumen que necesitan a il Cavaliere. No es por sus virtudes morales que lo eligen, sino por sus defectos: un manipulador enriquecido, uno que siempre se sale con la suya así sea contra los tribunales o la justicia, alguien que se ha acostado con las actrices y modelos deseadas por el común de los mortales, alguien a quien critican los medios pero es propietario de la mayoría de ellos.
De alguna forma los italianos han concluido que el país necesita a este tipo astuto, corrupto pero triunfador. Solamente el más exitoso de todos ellos puede encarar a la Italia rota que padecen.
Me pregunto si algo así no estará sucediendo con las percepciones que inspira Peña Nieto y el carácter “inexorable” que comienza a adquirir su ascenso a la presidencia. Y con esta comparación no me refiero al carácter moral o a los “pecados” que pueda arrastrar el gobernador del Estado de México. Más allá de sus excesos en el gasto mediático y el padrinazgo de Televisa, la trayectoria del mandatario no parece mejor ni peor que la de muchos otros gobernadores del país. A diferencia de Berlusconi no es por sus defectos desmesurados que Peña Nieto destaca; pero tampoco por sus virtudes.
Justamente ese es el punto. El vertiginoso ascenso de Peña Nieto no guarda relación con sus aciertos como gobernante, o con la fuerza de sus ideas. Difícilmente puede recordarse alguna tesis de parte del gobernador que no sea un lema de marketing. Hace seis años López Obrador cobró popularidad y generó amores y odios gracias a proyectos controvertidos como el segundo piso, los apoyos a ancianos o la creación de una universidad popular. Sus tesis sobre el país, para bien o para mal, no dejaban indiferente a nadie. No es el caso del priista.
Seis años más tarde Peña Nieto ha adquirido una ventaja igual o mayor sin despeinarse (literalmente). No es que su gestión en el Estado de México haya sido particularmente admirable, innovadora o eficiente (aunque tampoco ha sido lo contrario).
Desde luego, como tantos lo han dicho, Peña Nieto es un producto mercadológico exitoso y buena parte es mérito del despacho responsable de su imagen, TV Promo, de Alejandro Quintero, nada menos que el vicepresidente de Televisa. Pero el marketing es el instrumento no la explicación. “La venta” de Peña Nieto ha tenido tal fortuna porque había una necesidad de ese “producto” en el mercado.
Precisamente ésa, es la similitud con el fenómeno Berlusconi. Peña Nieto simple y sencillamente resume éxito. Guapo, rico, rodeado de los padrinos más poderosos, casado con la heroína de la telenovela más popular de los últimos años. Frente a la frivolidad y el amateurismo de Fox, y ante las inseguridades de Calderón, Peña Nieto da la sensación de estar arropado por una maquinaria formidable y poderosa.
Frente a las incertidumbres que provocan la inseguridad, el desempleo o la falta de certeza sobre el futuro de la economía, los mexicanos parecerían favorecer la noción de una figura presidencial sólida y triunfadora. Ése es precisamente el discurso narrativo de su estrategia de posicionamiento, particularmente en imágenes. Ni siquiera ha necesitado argumentos.
Una de las ventajas de Peña Nieto es que nunca lo vimos llegar. Cuando lo descubrimos ya era exitoso. Pasó de ser un inadvertido miembro del gabinete de Montiel a precandidato presidencial.
El paralelismo con Berlusconi es que el ingrediente central del ascenso de Peña Nieto es su pacto con el éxito. Se sabe que Peña Nieto no es la cara lavada del PRI. Se sabe que con él están las viejas guardias priistas al igual que los intereses monopólicos. Pero hay una vena en muchos mexicanos que parecería endosar la consigna “mejor corruptos pero que sepan gobernar”.
Algunos de sus adversarios, particularmente en Los Pinos, consideran que la candidatura de Peña Nieto aún puede caer cuando en el desgaste de la campañas aparezcan presuntos “trapos sucios” del gobernador. Pero si lo del fenómeno Berlusconi es cierto, me temo que incluso si los hubiere, tales trapos sucios podrían ser inocuos. Peña Nieto no será votado por sus virtudes, morales o de las otras, sino por su poder. Malas noticias para la República.
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