Jalisco
Un residente incómodo en Puente Grande
Diego Raymundo Guerrero Gómez , alias ''El Chef'', es el nuevo inquilino del penal de máxima seguridad
La eficaz manera que su “legión” tiene para burlar a la autoridad y, con simpleza, rescatar a quien les pertenece y juró fidelidad, no se pone en tela de juicio. Ello ha quedado demostrado en múltiples ocasiones, cuando ostentosas caravanas de autos dotados de blindaje han cedido ante el embate y poder destructivo de una delincuencia organizada en plena guerra declarada.
Por ello, no es de extrañar que el cuerpo de seguridad para el traslado de un individuo a quien se le ha etiquetado “de gran peligrosidad” como “El Cocinero del Teo”, requiera un desproporcionado esmero en las medidas preventivas para su mudanza a un centro carcelario que, en teoría —aunque la práctica ha demostrado lo contrario—, ofrece un margen mínimo para que los cerebros del crimen organizado y una gran suma de dinero faciliten su evasión: el Penal de Puente Grande en Jalisco.
Tener por sobrenombre “El Chef” y trabajar junto a un sujeto caracterizado por una crueldad desmedida como Teodoro García Simental, cuya cofradía criminal le permitió una cadena de delitos en los cuales el ácido corrosivo y una gran cantidad de vidas disueltas en un recipiente industrial fungieron como elementos determinantes, unificaron factores para que a Diego Raymundo Guerrero Gómez se le iniciara un negro expediente. Uno que antes no existía.
Intrigante, el cavilar de un hombre involucrado con organizaciones delictivas, cuya inteligencia le permitió mantener un perfil bajo en el mundo del hampa para que las autoridades no tuvieran cabos qué atar cuando una eventual detención ocurriera. Pero al ser aprehendido junto a García Simental, el área de investigación de la justicia comenzó a trabajar, aunque los resultados tomaron tiempo debido a que no conseguían elementos, siquiera fortuitos, para reprender legalmente al “Cocinero”.
Un aventurado mote como el que Raymundo Guerrero posee, obliga a pensar que se halla plenamente inmiscuido en la mórbida e inexplicable tarea de diluir cadáveres y borrar cualquier rastro de una existencia previa, como aquella que el ser conocido como “El Pozolero” describió a la autoridad a principios de 2009 de forma tan despreocupada e inhumana, como si sus “servicios” fueran habituales y el pago por ellos le fuese entregado mediante un elaborado sistema sindicalizado.
Por el contrario, su relación con este ilícito hasta el momento no ha sido siquiera sugerida. Su mote en realidad significa una labor de gran confianza, a realizar directamente con el también recluido “Tres Letras”. Era su brazo derecho y el encargado de elaborar sus alimentos, de evitar que un malintencionado rival contaminara su fuente de energías y atentara en contra de su vida mediante el sistema digestivo. Tal era la confianza que el jefe de plaza en Tijuana tenía con él.
Ambos fueron arrestados el 12 de enero por la Policía Federal cuando, según la corporación, “se hallaban de vacaciones” en La Paz, Baja California Sur. Más allá de su cercanía con “El Teo” y, por ende, con los hermanos Arellano Félix, el currículum de Guerrero Gómez en las filas del crimen hasta ahora es un misterio.
Las deducciones de la autoridad, que sirvieron para su consignación, lo señalan como el cerebro financiero de García Simental. Los delitos en su haber, de acuerdo con la PGR: delincuencia organizada, portación ilegal de arma exclusiva del Ejército y operaciones con recursos de procedencia ilícita. Jerga técnica/legal que funcionó para que un juez firmara su traslado al complejo carcelario jalisciense y su llegada quedara marcada la tarde del miércoles 7 de abril de 2010.
La tarea de la unidad de combate a delitos contra la salud de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), concluyó tras obtener su orden de aprehensión y completar un exitoso traslado, libre de atentados y con saldo blanco confirmado. La historia ha dado inicio en el complejo de máxima seguridad para el nuevo “visitante incómodo”, uno añadido a la lista de hombres peligrosos que, de acuerdo con el sentir de la sociedad, vuelven una bomba de tiempo al ya vulnerado centro carcelario.
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