Jalisco
Los engorros del sistema
No me refiero al sistema político, sino a esa omnipotente instancia logística que no admite sin enloquecer que, por ejemplo, una lata de chícharos aparezca con la clave de una de elotes
Ingenua de mí porque, a más tardar en un par de años, me salieron con que el sistema de pesas y medidas, y luego, que el sistema digestivo y el circulatorio y el óseo y el respiratorio. El reproductor me lo reservaron para más adelantito, pero sus nociones me fueron alternadas con las del sistema económico, el sistema gubernamental, el financiero y otros tantos engorros acogidos bajo un rubro que se me convirtió en sinónimo de enredijo.
Empero, nunca imaginé que el mayor, el más poderoso, dominante y definitivo, el que dicta, obliga, demanda, impone, insta y no perdona, el padre de todos los que no tienen madre estaría por llegar para asolearme la vida cotidiana, bajo el simple y llano apelativo de “el sistema”, ese obstáculo intangible que nos complica desde la transacción más simple, hasta cualquier proceso que podría despejarse mediante la aplicación del menos común de los sentidos, que es el raciocinio sencillo y hasta medio silvestre.
No me refiero al sistema político, que por padecido se calla, sino a esa omnipotente instancia logística que no admite sin enloquecer que, por ejemplo, una lata de chícharos aparezca con la clave de una de elotes y nos mantiene de pie frente a la caja del supermercado, a la espera de que el supervisor llegue, cancele y reprograme el aparato, porque el “sistema” no acepta confusiones vegetales.
En cualquier instancia burocrática, financiera o comercial, basta enunciar al “sistema” para que los usuarios asumamos con resignación que nada hay por hacer cuando éste se pone roñoso por cualquier trivialidad hilarante. Porque el dichoso “sistema” no concede su augusta venia y a mí me trae a vuelta y vuelta, durante la más reciente quincena he debido andar la legua para conseguir la reposición del comprobante de un pago realizado por la vía electrónica; he debido esperar a que la tarjeta bancaria de repuesto vaya a la capital y regrese para que me sea entregada; me he visto forzada a sondear cuanta instancia pública gusten enunciar, a fin de pagar el predial de una propiedad panteonera porque el “sistema” catastral no admite que se pague si el difunto no se presenta a acreditarse como propietario.
Así que cuando la empleada de una tlapalería no me pudo vender un frasco de solvente, porque éste no había sido dado de alta en el “sistema”, no sólo coartó mis intenciones de aprovechar el puente laboral para realizar algunas tareas como pintora doméstica, sino que se expuso seriamente a sufrir una agresión a brochazos, de parte de una doña intransigente y poco dispuesta a que el “sistema”, cualquiera que sea su naturaleza, le siga rigiendo la vida con sus engorros.
patyblue100@yahoo.com
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