Jalisco

La muerte viajaba en un tanque de combustible

Un fuerte ruido hizo que mis oídos se taparan; una luz amarilla y roja nubló toda mi visión y solo alcanzaba a escuchar un pitido, muy alto, por cierto

TLAJOMULCO DE ZÚÑIGA, JALISCO.- Ese domingo me sentía muy cansado; el doctor les dijo a mis papás que estaba enfermo y que no debía salir de mi casa. Por eso me quedaba junto a la ventana, para ver a los niños jugar en la calle, aunque ese domingo no podía ver nada porque la camioneta de mi papá me tapaba la vista hacia afuera.

Dijo que quería lavarla bien (o algo así oí, estaba un poco dormido; era muy temprano) y sólo escuchaba cómo movía herramientas; mi mamá y mi hermanita estaban lavando en el patio. Yo entre que dormitaba y veía la televisión, dijeron que debía moverme lo menos posible, porque si no, no me iba a curar de la varicela.

A pesar de que me costaba trabajo mirar hacia afuera, yo hacía la lucha para asomarme; atrás del carro de mi papá se escuchaba a los niños de enfrente; creo que algunos iban a misa…no sé, el caso es que gritaban mucho.

Fue entonces cuando él entró, traía un envase grande y amarillo que olía muy feo, le pregunté que qué era y me respondió que el tanque de gasolina, que lo iba a lavar. No le presté mucha atención, porque en realidad no me importaba demasiado, por lo que me distraje viendo un poco la tele y oyendo los berrinches de los otros niños, yo creo que no querían ir a la iglesia.

Era un domingo soleado, cuatro de julio, según decía el calendario. El aroma que antes me pareció molesto ahora era insoportable. Mi papá vació el contenido de ese bote grande en una cubeta pequeña y cuando lo hacía, claramente noté cómo el líquido que vertía hacía que todo lo que estaba cerca se moviera, como lo que hace la flama de la estufa cuando mi mamá está haciendo de comer. Me divertía con ese extraño efecto, porque, después de todo, era agua (que olía muy feo, debo decirlo); cuando no sé qué me hizo voltear hacia un lado de la cama y una veladora que mi mamá había puesto para cuidarnos comenzó a verse muy rara.

Todo eso me asustó, el fuerte olor que ya había impregnado toda la casa (que no es muy grande, está en un pequeño fraccionamiento de Chula Vista; mi mami me lo enseñó la semana pasada), el agua rara de la que éste salía y mi papá que no terminaba de vaciarla en la cubeta…creo que no fue tanto el tiempo que pasó, aunque a mí sí me lo parecía.

De pronto, u n fuerte ruido hizo que mis oídos se taparan; una encegadora luz amarilla y roja nubló toda mi visión y solo alcanzaba a escuchar un pitido, muy alto, por cierto. Nunca supe cuando, pero creo que me volví a dormir; sólo que esta vez no me despertaba nada. Fue hasta que oí los gritos de mi mami, y a mi papá que se brincó para sacarla, porque creo que la casa se quemaba. Pero no me importó mucho, al cabo no sentía nada.

Después, mi papi volvió a entrar y noté que en su cara se mostraba una gran preocupación, como entre desesperado y triste. No entendía por qué, al final yo estaba muy a gusto, ya ni me acordaba de la varicela y todos los niños volteaban a ver hacia donde me encontraba yo. Creo que me querían invitar a jugar, aunque luego no me pude mover…fue raro.

Luego escuché muchas patrullas, mi papá seguía entrando y saliendo, gritaba: “¡Christian!, ¡Michell!”, pero no me veía, y como yo tampoco podía moverme ni hablar, pues nomás me pasaba de lado. Cada vez más y más gente se juntaba afuera de mi casa; vi que unos policías se acercaron y se llevaron a mi mamá, que lloraba muy fuerte y apuntaba desesperada hacia el lugar en que yo estaba. A mi papá también se lo llevaron unos señores, que le pusieron vendas en el cuerpo; se veía bien chistoso.

Tras un rato de silencio, me fijé que sólo quedaban los policías y una camioneta roja (creo que era de bomberos), luego llegaron unos señores con cámaras y comenzaron a tomar fotos; hacían apuntes en sus libretas. Hasta entonces noté que el cuarto estaba muy negro, como si le hubieran echado carbón; a mí me veían y se lamentaban. No entendía por qué, yo estaba muy contento de que todos quisieran entrar, quizás querían jugar conmigo.

Me pareció raro cuando llegaron unas personas en una camioneta blanca, muy bonita. Tenía cosas verdes y azules pintadas a los lados; creo que al carro de mi papi le quedarían muy bien esos colores.

Los hombres que bajaron de ahí vestían de blanco, se veía que eran muy limpios. Entraron y comenzaron a revisar todos los cuartos, luego voltearon a verme y me ayudaron a levantarme; cuando lo hicieron noté que mi brazo era muy oscuro, estaba muy feo. El sueño nuevamente me vencía cuando me fijé que sacaron una bolsa azul, creo que era azul…ya ni sé. Para ese entonces estaba muy cansado y me quería dormir, aunque en esta ocasión se sentía diferente, mucho más pesado. Los señores de blanco me taparon con mucho cuidado, y una vez que acabaron de hacerlo, sentí me llevaban adentro de la camioneta esa; fue entonces que caí en un profundo sueño, del cual ya no pude despertar; ya no volví a ver a mis papás…ahora que lo pienso, qué día tan raro….


FRASES

“Mi papá vació el contenido de ese bote en una cubeta; claramente noté cómo el líquido que vertía hacía que todo lo que estaba cerca se moviera, como lo que hace la flama de la estufa cuando mi mamá está haciendo de comer”

“Nunca supe cuando, pero creo que me volví a dormir; fue hasta que oí los gritos de mi mami, y a mi papá que se brincó para sacarla, porque creo que la casa se quemaba. Pero no me importó mucho, al cabo no sentía nada”.


Isaac de Loza
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