Jalisco

'Escalando' las pendientes se quitan el frío

En la colonia Indígena los días de invierno no son problema, lo que sí es el vandalismo y delincuencia

ZAPOPAN, JALISCO (28/DIC/2013).- Caminar hacia el fondo de la colonia Indígena de Mezquitán, en Zapopan, es como descender al Río Santiago por la Barranca de Huentitán; con la diferencia de que la primera es una zona completamente poblada mientras la segunda es un ecosistema de vegetación semitropical, que cada vez invade más la mancha urbana de esta y otras colonias aledañas.
 
Otra similitud es que el descenso a las entrañas de la colonia Indígena es a través de calles empedradas y otras lisas, sólo la tierra media con el peatón, de manera que en este tiempo de invierno lluvioso el simple hecho de caminar para llegar a casa se vuelve un deporte extremo. Un paso mal dado puede terminar en una caída peligrosa.
 
La lluvia cae y junto con ella, un arroyo se improvisa en la calle para surcar las casas de la colonia. Todos esos pequeños arroyos se juntan para dar a un gran canal de aguas negras que termina por llegar al Santiago, mismo que pasa muy cerca de los avecindados en la colonia.
 
Los vecinos ya no sienten peligro de tener tal cercanía con el canal, aunque la puerta de algunos dé directamente a una pequeña banqueta donde unos metros abajo corre el agua en gran cantidad.
 
Pero para quienes ahí viven, la lluvia de estos días de invierno no es problema, nada que les genere mayor complicación.
 
Lo que sí es un problema es el vandalismo y delincuencia. Allá abajo, en el fondo de la colonia, los grupos de hombres jóvenes fumando mariguana o desmantelando coches de desconocida procedencia es el pan de cada día, son escenas que se asoman en la calle sin necesidad de buscar demasiado.
 
¿Que si baja hasta allá la policía? Dicen que a veces, pero hasta abajo donde parece más bien deshuesadero de coches, no se sabe.
 
Para los niños de la colonia, ver desmantelar un coche es tan normal como si se tratara de un mecánico haciendo una compostura en el motor, aunque se trate de lo contrario.
 
Ellos corren con facilidad entre las escarpadas calles casi verticales, llenas de escombros y despojos que la corriente trajo de arriba y se atoraron para descansar ahí: telas, llantas, basura, costales y más, a lo largo del camino, hacia lo más profundo de la colonia.
 
No deja de llover y la niebla ciega un tanto la visión, pero los niños juegan en las calles sin suéter y no aparentan necesitarlo: subir tres cuadras con pendientes tan pronunciada le quitan el frío a cualquiera. Pero lo que no quita es la inseguridad de estar allá abajo, alejados de la vista de la ciudad.
 
EL INFORMADOR / VIOLETA MELÉNDEZ
Síguenos en

Temas

Sigue navegando