Jalisco
Entre las fauces del mejor amigo de la familia
En la calle Ópalo todo era desconcierto, la abuela clamaba ayuda arrodillada y los vecinos miraban absortos
En el 18 de la calle Ópalo, nadie quería entender lo que sucedía, lo urgente era pedir ayuda. Desconcertada, como queriendo creer a toda costa que se trataba de un mal sueño, pero haciéndolo por inercia, Juliana Ureña Aviña, de 23 años de edad, madre de la bebé, cruzó el umbral de la puerta hacia la calle, golpeando contra su mirada la imagen de la vieja hincada con las rodillas sangrantes, mientras los vecinos la circundaban y trataban de cuadrar en el pensamiento qué intoxicaba a esa mujer de rabia y tristeza. La pequeña continuaba inerte, con el rostro boca arriba y echado hacia atrás. Los ojos sin un rastro de lamento. La frente escasamente iluminada por los tímidos faros diseminados en la calle.
Alaridos de sirenas comenzaron a escucharse, y los niños del barrio, corriendo o en bicicleta, se dirigieron hacia el único acceso de la colonia Balcones de la Cantera, en el Municipio de Zapopan, para orientar a los vehículos que se suponía iban en socorro de la bebé. Lamentablemente no eran ambulancias sino cuatro patrullas de la Policía Metropolitana. Acudieron para corroborar la llamada de auxilio al 066 que realizó Cristian, tío de la pequeña Michel, para solicitar un grupo de paramédicos que nunca llegó.
De entre los vecinos que admiraban absortos la escena, el de la finca número 13, Alfredo Rosales, tomó la decisión que ni la Policía Metropolitana, y con coraje encendió su camioneta Chrysler Voyager color tinto, mientras Juliana consolaba a su madre y le retiraba de los brazos a la pequeña Michel para llevarla al hospital más cercano, mientras que en la casa, Cristian, entre lágrimas, asestaba fuertes patadas contra “El Chango”, un Bull Terrier, antes leal mascota de la familia, que jugaba con los nietos de doña María Aviña, y que minutos después abrió el hocico prensando la cabeza de la bebé, que en ese momento estaba en su andadera. Su mirada se perdió en el vacío. Quedó “como una muñeca sin vida”.
El parte médico fue contundente: “La causa del fallecimiento fue una contusión de tercer grado de cráneo; la occisa presentó herida en la región posterior de la cabeza, con hundimiento y fracturas en ambos lados de dicha zona”, por lo que de acuerdo con el servicio forense, aun cuando la pequeña Michel, de nueve meses de edad, presentaba escasos signos vitales, como su tenue respiración, al llegar a la sede de la Cruz Verde en Periférico Norte y Federalismo, sus posibilidades de sobrevivir al ataque de “El Chango”, eran menos que escasas. Poco después de las 4:00 horas del miércoles, Juliana Ureña y doña María Aviña, madre y abuela de la bebé, recibían el cuerpo frío y tierno de una vida que duró nueve meses, el mismo tiempo en que fue gestada su existencia en el vientre de Juliana.
Una semana después, en el 18 de la calle Ópalo, los nietos de doña María, Cristian y Estrella, de dos años, y Samanta, de tres, continúan jugando como lo hacían con Michel, pero sin las mascotas que en varias ocasiones ahuyentaron a extraños que rondaban el vecindario. Los restos de la bebé yacen en una urna cubierta de flores y fotografías, recordando sus ojos amielados y sus cabellos dorados. En una imagen aparece sonriente y sobre una piñata con forma de caballo.
“Se pelearon los perros mientras jugábamos”, dice aún con susto la pequeña Samanta, quien observó cómo la cabeza de su prima hermana fue sacudida con fuerza por la bestia. La familia adjudica la acción al desconcierto que tuvo al pelearse con un Labrador, también de su propiedad. “El Chango” fue remitido al antirrábico de Zapopan, por autoridades de la Dirección de Seguridad. Fue sacrificado.
Antes de aquella sala, en una pequeña habitación, Juliana y doña María Aviña, abuela de la pequeña Michel Hernández Ureña, reciben visitas de aliento y evocan el recuerdo de la niña con fotografías que le tomaron durante sus nueve meses de vida. En los ojos de ambas mujeres asoma el lamento...y el rencor.
Frase: La pequeña continuaba inerte, con el rostro boca arriba y echado hacia atrás. Los ojos sin un rastro de lamento. La frente escasamente iluminada por los tímidos faros diseminados en la calle.
Frase: “El Chango”, antes leal mascota de la familia, abrió el hocico prensando la cabeza de la bebé. Su mirada se perdió en el vacío. Quedó “como una muñeca sin vida”.
Javier Espinosa Valdespino
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