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De los zapatazos a los laureles

¡Wow!, con esta expresión se nos despertó ayer Barack Obama. La verdad es que debió de haber saltado de la cama porque nadie, pero en verdad, nadie se esperaba que el carismático presidente estadounidense ganara uno de los premios más envidiables del planeta: El Premio Nobel de la Paz.

Para los estadounidenses, de aquellos zapatazos con los que cerró su Gobierno George W. Bush, a los laureles con los que Obama lo inicia, vaya que hay diferencia.

Es la primera vez que alguien gana ese reconocimiento por su sonrisota, porque todavía ni un año tiene desde que asumió la presidencia y ya lo están premiando por lo que todavía no alcanza a hacer... dicen...

Claro que a lo mejor quisieron darle su empujoncito, porque le estaba yendo tan mal al pobre con la bajada en su popularidad, y luego con perder la sede de los Juegos Olímpicos para Chicago. Ya extrañábamos la sonrisota de oreja a oreja que lo caracteriza.

La madre Teresa de Calcuta solía decir que la paz comenzaba con una sonrisa. Si a Obama le sirvió, de aquí a un año veremos muy risueños a los políticos. ¡Qué bueno!

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