Jalisco

— “Melate”

La consulta dominical acerca de la posible alianza PAN-PRD se interpreta como un ensayo que pudiera repetirse de cara a las elecciones federales del año próximo

Cualquiera, de bote-pronto, diría que sí: que en el Estado de México hay un alto nivel de conciencia ciudadana; que el “Sí” a la tentativa alianza PAN-PRD (impensable en circunstancias normales, posible sólo en la coyuntura actual, mezcla de agua y aceite, mescolanza ideológica contra natura, fórmula jalada de los cabellos, inspirada exclusivamente en el generoso y patriótico afán —¡oh, sí...!— de los concesionarios de tan prestigiosas franquicias políticas por evitar a toda costa la victoria del PRI en las próximas elecciones en el Estado de México), refleja fielmente el sentimiento de los ciudadanos...

—II—

Falta entender que el ejercicio en cuestión, en el que participaron alrededor de 230 mil ciudadanos, no necesariamente retrata el consenso mayoritario de los ciudadanos que sí participarán, en cambio, en los comicios propiamente dichos. Los resultados de una consulta como la del domingo, al decir de los expertos, son casi previsibles, porque ese juego democrático convoca principalmente a quienes están a favor del planteamiento que se formula. En el caso, los opositores sistemáticos al PRI.

Por lo demás, la decisión de Alejandro Encinas —virtual candidato perredista— de mandar por un tubo la posible alianza con los panistas e ir solo en la contienda, denuncia su convicción de que ha medido sus fuerzas y llegado a la conclusión de que —para decirlo en mexicano— no necesita de bules para nadar al efecto de doblegar al candidato recién destapado por el PRI.

—III—

Puesto que la consulta dominical acerca de la posible alianza PAN-PRD se interpreta como un ensayo que pudiera repetirse de cara a las elecciones federales del año próximo, quizá de ese novedoso ejercicio pudiera desprenderse la hipótesis, primero, de que los posibles electores se limitan a ser los idiotas útiles que legitiman el resultado de un proceso en el que su participación es puramente accidental; segundo, de que actúan más en función de prejuicios y corazonadas, que de análisis y convicciones; tercero, de que el sentido del voto no es —como debería ser— resultado de un proceso de reflexión serio, a partir de los elementos de juicio que se desprenden de las campañas, sino de un “estudio” tan sesudo como pudiera ser, por ejemplo, el que antecede la elección de los números del “Melate”.

Y luego nos quejamos de que nos dieron gato por liebre, y de que los gobernantes —¡oh, dolor...!— no son lo que parecían cuando se limitaban a ser candidatos.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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