En la Feria del Libro de Aguascalientes del año pasado, discutimos en medio de la presentación de un libro en torno a los considerados museos nacionales, particularmente sobre cuáles y de qué manera deben catalogarse como museos nacionales. El que esto escribe, como en ese momento, sostiene que los museos nacionales deben ser tales, cuando albergan, protegen, exhiben y promueven algunos de los elementos de identidad nacional. Recurro al ejemplo de la muerte. ¿Puede denominarse nacional un museo dedicado a este fenómeno? Desde hace 11 años existe el Museo de la Muerte en San Juan del Río Querétaro, en un edificio rescatado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que originalmente albergaría el Museo Histórico y de la Cultura Prehispánica. Existe incluso un festival de la muerte en dicha ciudad. El año pasado Aguascalientes abrió el Museo Nacional de la Muerte con un acervo de dos mil objetos relacionados al tema, que a lo largo de medio siglo el grabador Octavio Bajonero Gil se dio a la tarea de coleccionar. El intercambio, el obsequio y la compra directa permitieron al grabador reunir obra de José Guadalupe Posada, Francisco Toledo, Roberto Montenegro, Manuel Manilla, Leonel Maciel, Benjamín Domínguez y Teolinca Escobedo. Las piezas abarcan desde la época prehispánica hasta la actual y cuenta además con material bibliográfico, grabaciones y acetatos representativos de esta parte del folclor mexicano. Efectivamente, la muerte es uno de los elementos que recrean nuestra identidad cultural como mexicanos. En ningún lugar del mundo festejan a la muerte como en México y esto es parte de lo que nos tiene dentro de los países con mayor diversidad cultural en el mundo.
En días pasados José Antonio Pompa y Padilla, director de Antropología Física del INAH, anunció tres proyectos relacionados con la muerte a realizarse en el Museo Panteón de San Fernando. Se trata de un coloquio internacional, la puesta en escena de Don Juan Tenorio y una ofrenda. En medio del evento sugirió incluir el tema de la muerte en el aprendizaje de los niños argumentando que es una etapa inevitable de la existencia humana. Propuso que el sistema educativo incluya el tema de la muerte de la misma manera que se enseñan diversas materias para la vida. Con lo anterior, dejaría de ser, según el especialista, un asunto tabú y se comprendería con mayor naturalidad.
Soy de los que considera necesario un sistema de enseñanza en torno al tema, creo que tanto los niños como los jóvenes tendrían mejores elementos a la hora de enfrentar experiencias relacionadas la muerte. Si bien la escuela debe enseñar, entre otras cosas, cómo vivir mejor la vida, considero que también debe enseñar a afrontar uno de los más representativos elementos de nuestra identidad nacional.