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LO QUE VIENE A CUENTO: Nada por nadie

Nélida, la niña más bonita de todo el salón, la mejor de todas las de quinto, la que me inspiraba para escribir poemas y hacerle cartas.

Por: Francisco Rojas Cárdenas.   Ilustración: Rocío Coffeen

-Dice Nélida que le gustabas, pero que estás muy tonto porque nunca le dijiste nada-, me comentó Mariela al iniciar el recreo. Ya lo sabía y ya no me importa porque Nélida prefirió hacerse novia de Ricardo, quien por eso dejó de ser mi mejor amigo. Además, no debo creer todo a Mariela porque es una mitotera de lo peor, siempre habla mal de mí y busca la manera de hacerme enojar.

En el recreo siempre suceden cosas. Por eso nos gusta a todos. Es el mejor momento para jugar futbol, platicar o hacer bromas. También los chismes corren de un lugar a otro y algunos se tiran de golpes.

Durante estas dos semanas, Ricardo eligió jugar fut en el equipo contrario que yo, a pesar de que éramos inseparables. Entonces aprovechaba para darle un codazo en el partido o él me aventaba balonazos, pero esta vez eligió estar de mi lado y me lanzó pases para gol, a pesar de que sabe que soy malo y nunca le atino a la portería. Sí me sentí sorprendido, pero me dio gusto.

Al final del partido, aunque perdimos, se me acercó y me pasó un brazo por el hombro.

-Ya no te enojes- me dijo mientras yo hacía como que no escuchaba. –Ya no salgo con Nélida, y te puedo ayudar a conquistarla.

-¿Qué pasó?- pregunté, pero no porque me importara, sino por mera curiosidad y esperando que él me dijera que por accidente le había machucado una mano con la puerta del salón o la había lanzado a 20 metros del rondín de la unidad deportiva que está al lado de la escuela.

-Ya ves, las mujeres- respondió como siempre, con esa actitud de que sabe todo. –Lo que pasa es que dice que no está segura de tener novio, dice que está chica todavía y que no le interesa eso de casarse.

-Entiendo- le dije, aunque la mera verdad, no comprendí nada.

Luego de eso, nos volvimos a sentar juntos en la clase y caí en la cuenta de que no me dolió tanto lo de Nélida, sino dejarle de hablar a mi mejor amigo.

Nélida, la niña más bonita de todo el salón, la mejor de todas las de quinto, la que me inspiraba para escribir poemas y hacerle cartas, la luz de mi vida, mi sol de la noche, la mejor de todas, a partir de esto, me dejó de gustar. Así decidí que jamás en la vida volvería a sentir nada por nadie y que el amor nada más sirve para sentir un hoyo en el estómago y para que los amigos se enojen. Definitivamente, eso no me gusta.

Disfruto caminar hasta mi casa con Ricardo a pesar del calor que hace, para platicar de estos asuntos y otros más importantes como el triunfo del Atlas o las películas de miedo que nos encantan. Me despido de Ricardo, llego a mi casa, siento que el calor baja, me quito la mochila y noto que está abierta. No me sorprende. Dice mi mamá que no pongo atención a nada, la voy a cerrar, pero veo algo que no metí yo. Es una carta perfectamente doblada, la abro, huele a rosas, está escrita con tintas de colores y antes de leerla, veo quién la firma: Mariela.
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