Aquello que solemos llamar patrimonio cultural es ese legado tangible e intangible, sumamente diverso, constantemente en construcción y transformación. Nos conecta con el pasado y presente de nuestras sociedades, al tiempo que refleja la rica complejidad de nuestras historias e identidades colectivas. Más allá de monumentos, sitios arqueológicos o colecciones museísticas, ese “patrimonio cultural” va más allá, puesto que engloba tradiciones, costumbres, conocimientos, expresiones artísticas y sociales que definen a una comunidad y a un pueblo que se manifiestan en aquello que nos rodea.Mientras caminamos por las calles, admiramos la arquitectura que refleja la historia y la cosmovisión de nuestros antepasados. Cada edificio, con su estilo único, nos cuenta una historia sobre el desarrollo urbano, las técnicas constructivas y los valores estéticos de la época. De este modo se transforma y reinterpreta al paso del tiempo; además refleja las cambiantes realidades humanas y ambientales de cada época.Mientras visitamos un mercado local, nos encontramos con una explosión de colores, texturas y sabores que representan la riqueza de la gastronomía tradicional. Al degustar un platillo típico, podemos indagar en la conexión entre la alimentación, la cultura y el medio ambiente. A su vez, observamos artesanos que elaboran piezas únicas con técnicas ancestrales que transmiten conocimientos y valores de generación en generación. Cuando asistimos a una fiesta popular, nos dejamos llevar por el ritmo de la música, la danza y los cantos que celebran la identidad local. En estas expresiones vivas encontramos un sentido de pertenencia a una comunidad y una conexión con las raíces que nos definen como pueblo. Al escuchar una lengua indígena, nos maravillamos ante la complejidad y riqueza de un idioma que guarda la historia, la identidad y la cosmovisión de un pueblo. Cada palabra, cada expresión coloquial, cada refrán; es un tesoro cultural que nos conecta con el pasado y nos abre una ventana a una forma única de ver el mundo. En la búsqueda por comprender la esencia del ser humano y su relación con el mundo, encontramos en estas herencias un campo fértil para la reflexión. Es entonces que, nuestro legado cultural no es solo un conjunto de objetos o saberes del pasado, también son fuente de inspiración para la creación artística contemporánea; lo que le da una relación dialéctica entre pasado y presente que lo revitaliza en pro de su permanencia en el tiempo.¿Cómo podemos garantizar que las nuevas generaciones hereden este capital cultural vivo y dinámico? ¿Cómo podemos protegerlo de las amenazas del desarrollo desmedido, la globalización y la falta de conciencia social?Es entonces, que este legado cultural se presenta en cada rincón de nuestra vida, nos invita a una profunda reflexión sobre la identidad, la memoria, la ética, la responsabilidad social, etcétera. Al comprender su valor y su fragilidad, podemos tomar acciones para conservarlo, protegerlo y transmitirlo a las futuras generaciones, en búsqueda de una continuidad de nuestra herencia cultural y la riqueza de nuestra diversidad. Sin embargo, esta tarea requiere de un compromiso a largo plazo y de la participación activa de todos los sectores de la sociedad. Es necesario fortalecer las políticas públicas, desarrollar el pensamiento crítico, fomentar la investigación y la participación ciudadana para encaminar su salvaguarda y conservación.
