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Irene Azuela se “sirve” de su talento

La actriz de cine y teatro hace un recuento dese su debut hasta las situaciones que la catapultaron a la fama

CIUDAD DE MÉXICO.-Antes de ganar dos premios Ariel al hilo por Quemar las naves y Bajo la sal, considerado el premio más importante del cine mexicano, Irene Azuela trabajó de mesera en Londres, Inglaterra, d1onde cursaba el posgrado en Teatro Clásico. ¿Las propinas? Bueno, ella misma asegura que no eran nada malas.

“Me fui becada para allá por el FONCA. La otra parte para vivir fue mesereando, estuve en una cafetería, en un restaurante japonés. Lo bueno es que en Londres, en casi todos los restaurantes, está incluido el 12 por ciento de propina, pero de momento hay personajes que no la dan. Entonces de repente eso es bueno, pero a veces no, porque si le echas más ganas que tus compañeros, te toca la misma propina que a ellos”, recuerda Irene entre risas.

Podría decirse que pagó cierto piso vivencial. Cuando regresó a México el cine la esperaba. Se le atravesaron los proyectos El búfalo de la noche; Amor dolor y viceversa (de próximo estreno), además Quemar las naves y Bajo la sal.

Éstas dos últimas le exigieron personajes complicados. En la primera interpretó a una joven sosteniendo una relación especial con su hermano. En la segunda, un thriller policíaco, sus admiradores pudieron verla con escenas al desnudo. Este año anduvo de gira por la República con la obra El buen canario, dirigida por John Malkovich, al lado de Diego Luna.

Tiene en puerta dos largometrajes, de los que guarda detalles; una puesta en escena dirigida por Enrique Singer; acaba de conducir un documental sobre mujeres revolucionarias para Once TV y esta semana será una de las participantes del Rally Malayerba PRO de cortometraje. Y todo para la segunda mitad de año.

¿Es fácil cargar en la espalda dos premios Ariel?
“Es algo que todavía no he digerido o entendido bien. El Ariel es supuestamente el premio más importante que da la comunidad, pero sin embargo de repente tiene poca importancia. Ni ellos alimentan a la industria ni viceversa. La última edición de los Ariel fue controversial desde las nominaciones, estaban más las películas como independientes que las que habían sido taquilleras. Varios nos preguntamos qué deseaba la Academia. Y me pongo a pensar que cuando un espectador ve un póster donde se dice que la dirige el director ganador del Ariel, eso no lo va a meter al cine. Por eso digo que no ayudan, pero sin duda es un reconocimiento al trabajo y se siente bien”.

¿Crees que es ventaja haber estudiado actuación en Londres?
“Lo que aprendí en Inglaterra fue una cuestión más formal, es decir, la parte de afuera de ser actor. Toda la importancia, lo de peso, lo tenían las palabras. Como que fue la pista que debía seguir. Pero lo que realmente aprendí fue en México, estudié con el maestro Mendoza (Héctor) y Quintanilla (Raúl), ellos en realidad fueron quienes me enseñaron a reaccionar”.

Has dicho que eres exigente para buscar personajes, pero en “Amor, dolor y viceversa” apenas y apareces...
“Esa película se filmó hace dos años, antes de los personajes complejos que me llegaron. Pero por otro lado me interesó participar porque era una historia no lineal y que mi personaje era alguien que le aligeraba un poco el camino al personaje de Bárbara (Mori, una mujer violentada)”.

¿Qué has sido capaz hacer para obtener un personaje?
“Nada. Pero me acuerdo que cuando hice el casting para El búfalo de la noche yo acababa de hacer una obra donde aparecía con el cabello corto y tenía mechones rubios. Bueno, hice el casting y me volvieron a hablar hasta meses después. Un día platicando con Arriaga (escritor de Amores perros y la novela original de El búfalo de la noche) me confesó que estuvo a punto de decir que no entrara porque lleva un look raro. ¡Qué grueso que por algo tan simple pueda pasar algo!”.

¿Qué piensas de la prensa amarillista, de chismes? (A ella misma se le relacionó con Diego Luna, lo cual fue aclarado).
“Ha habido dos publicaciones muy estúpidas de las que he sido parte, pero hasta ahí. Luego veo a mis compañeros, lo que les pasa y me parece una cosa despiadada, patética. No puedo entender cómo la gente puede dedicar su vida entera a ver banalidades de otras personas. La gente que hace eso es muy vacía, tienen que voltear hacia fuera porque ellos están llenos de nada”.

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