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Gustavo Sainz, prestidigitador de la prosa
Sainz, el fiel prestidigitador de la prosa, vuelve a transportar en giros entre el presente y el pasado a un lector ávido de hechos narrativos
Sainz, el fiel prestidigitador de la prosa, vuelve a transportar en giros entre el presente y el pasado a un lector ávido de hechos narrativos y descubrimientos de una creación muy individual, característica inconfundible del autor.
El escritor plasma en su obra motivaciones bien definidas. “La excavación para develar las ruinas del templo mayor en la Ciudad de México, elementos tenues pero fulgurantes como un mini taxi, un avión, saqueadores de joyas arqueológicas. Y todos concurren hilvanados por un lenguaje claro, sencillo y de ilusión, donde todo parece ocurrir o se queda en los límites de un capricho, de las tribulaciones. Los personajes se escabullen en laberintos atemporales casi ignotos, pero manteniendo un vínculo entre el narrador novelista y el protagonista”, en palabras de Ruth Levy.
Según Socorro Arce, en Muchacho en llamas, “el propósito lúdico y caprichoso queda de manifiesto nuevamente, emergen espacios a cada movimiento y las tribulaciones de Sófocles, personaje principal, permean su proceder en la novela. Autor y protagonista ingresan en una simbiosis desde el mismo momento en que ambos pudieron haber manifestado la angustia ante una hoja en blanco, ya que ambos son escritores”.
Acompañan a Sófocles, Temístenes y una pléyade de amigos. Las féminas son solo personajes periféricos en la historia, como el caso de Mazaryka.
Gustavo Sainz destaca la peculiaridad de los nombres en sus personajes, fielmente obtenidos de las calles de la colonia Polanco, en la Ciudad de México. Gabriel Sainz juega con nombres en esta historia, pero es mejor jugador cuando tiene las letras… a su favor.
Gustavo Sainz vuelve a ejercer su libertad en la creación literaria. Fantasmas aztecas y Muchacho en llamas son muestra de ello.
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