Entretenimiento
Apreciación del Arte
Cuando la plaza se vuelve cuadrilátero
La semana pasada, la lucha libre invadió el primer cuadro de la ciudad. La Plaza de la Liberación se convirtió, literalmente, en un campo de batalla. Rudos y técnicos se enfrascaron en peleas que disfrutó el público asistente. Seguro que el Festival Mundial de Lucha Libre nació con una intención meramente comercial, pero a esto le agregaron los empresarios el argumento de dar realce a Guadalajara como destino turístico. Se preguntará el lector-espectador: ¿Por qué se aborda este tema en un espacio de apreciación del arte?
Primera caída
La cultura popular forma parte de nuestra identidad. En este rubro, las artes se aplican en actividades comunes, en las costumbres de cada región. Es, entonces, donde la propia gente crea su tradición y, en muchas ocasiones, aplica una estética particular. En México, la lucha libre es quizás el deporte importado que se ha ceñido con más fuerza y por lo mismo es un objeto de estudio recurrente entre sociólogos, psicólogos o comunicólogos. En todo el mundo, este deporte-espectáculo se ha convertido en un referente de nuestro país, sobre todo cuando de máscaras se trata.
Segunda caída
En Guadalajara y en el Distrito Federal, la lucha libre se ha convertido en tema para los artistas de diferentes disciplinas. En esta ciudad, en particular, varios grupos han organizado actividades en torno a los costalazos, llaves y contra-llaves, como aquella exposición colectiva Quiero ver sangre, que logró una cifra récord de visitantes en el Exconvento del Carmen. Allí se demostró que la estética y las ideas impresas en esta disciplina tienen mucho para dar.
Tercera caída
Desde mi punto de vista particular, el Festival Mundial de Lucha Libre ha sido un acierto, porque consiguió reunir no solo funciones atractivas, sino que ha demostrado que la lucha, por sí sola, se rodea de un encantamiento visual muy particular. Por lo mismo, quienes buscan temas, encuentran una riqueza indiscutible en este deporte que para muchos es "pura payasada", pero donde la estética pasa de las máscaras a las llaves y saltos que se acercan, por mucho, a la danza.
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