El castillo donde nació El Principito
Conocido con el nombre de San Carlos, la edificación se localiza en Concordia, al norte de Buenos Aires, Argentina
Había una vez un palacete perdido en Argentina, al que llegó por accidente hace casi un siglo el creador del libro “El Principito” que inmortalizaría la frase “Lo esencial es invisible a los ojos”.
A la vera del río Uruguay, en la ciudad de Concordia, unos 400 kilómetros al norte de Buenos Aires, el Castillo San Carlos cautivó a Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944).
“Había aterrizado en un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas”, confesó más tarde Saint-Exupéry en otro de sus libros, “Tierra de hombres” (1939).
En el Capítulo V, titulado “Oasis”, relata la aventura en Concordia, donde terminó quedándose algunos meses.
El director de la reserva natural Parque San Carlos, Paulo Tisocco, evoca aquel episodio ocurrido en el predio de 70 hectáreas que alberga las ruinas del castillo y todos sus secretos. “Este es un lugar mágico”, asegura.
Saint-Exupéry lo descubrió a finales de 1929. Volaba como piloto de la compañía francesa Aéropostale, pionera del correo aéreo, cuando una avería en su avión lo obligó a aterrizar de emergencia en una planicie al norte de Concordia, donde actualmente hay un club de polo.
Para su sorpresa, aparecieron dos jovencitas hablando en su idioma. Eran Suzanne y Edda Fuchs Valon, hijas de la familia francesa que vivía entonces en la casona.
“Oasis”
Tisocco, un apasionado de las peripecias de “Saint-Ex”, enumera elementos del “entorno de ensoñación” del lugar y asegura que están presentes en “El Principito”, cuya trama de ficción se inicia en el desierto del Sahara.
Menciona la amistad de Saint-Exupéry con las “princesitas argentinas”, como el escritor llamó más tarde a las hermanas FuchsValon, rubias como el protagonista de su célebre novela.
Y habla del zorro domesticado que tenían, y de las serpientes y los palo borrachos, árboles de la familia de los baobabs, que se ven en la zona y aparecen en el libro.
“Esta es la foto que testimonia que Antoine de Saint-Exupéry estuvo en este lugar. Y la postura de Edda, fíjense si no es muy parecida a la de ‘El Principito’”, señala Tisocco, refiriéndose a las imágenes que resguardan en una especie de exposición montada en el sitio.
Muestra otra imagen del aviador devenido escritor, casado en 1931 con la salvadoreña Consuelo Suncín, y desaparecido en 1944 cuando volaba sobre el Mediterráneo durante la Segunda Guerra Mundial.
“Era muy alto, medía 1.95 metros, ¡no sé cómo hacía para meterse en el avión!”, exclama Tisocco.
Cuenta que Saint-Exupéry quedó tan prendado de lo que vivió en San Carlos que, en 1941, en cintas magnetofónicas enviadas a su amigo el cineasta francés Jean Renoir, le plantearía filmar allí una película.
El proyecto nunca se concretó, pero las grabaciones están recogidas en el documental del argentino Nicolás Herzog “Vuelo nocturno” (2017).
Un “castillo de leyenda”
“El Principito”, de pie sobre su célebre asteroide, reina icónico sobre el parque en una escultura de la artista argentina Amanda Mayor, instalada en 1997.
Lo que queda del “castillo de leyenda”, como lo llamó Saint-Exupéry, fue recuperado en 2014 por la municipalidad de Concordia tras décadas de saqueo y abandono luego de un incendio en 1938.
El palacete se terminó de construir en 1888 en una de las zonas más altas de la ciudad. Su dueño era Edouard Demachy, hijo de un rico banquero francés que no escatimó en lujos.
Tenía 27 habitaciones. La cocina estaba lejos del edificio principal para evitar olores molestos. Los hierros, maderas, mármoles, terciopelos y cristales habían sido traídos de Europa. Y había innovadores sistemas de calefacción, de iluminación a gas y de agua corriente. “Todo el boato y la última tecnología de la época”, resume Tisocco.
Difícil de olvidar
El castillo de San Carlos prendió tanto al aviador francés que éste visitó en diversas ocasiones el lugar; incluso, después de que la familia Fuchs Valon se mudó a otra residencia. A modo de homenaje, en la actualidad puede verse una estatua de “El principito” en el jardín que rodea las ruinas de la casona.
Parque San Carlos
Actualmente este sitio es un parque que tiene como cereza del pastel la presencia del castillo antes descrito al cual el tiempo ha convertido en habitáculo de pájaros y plantas.
Esta reserva natural se destaca por sus selvas en galerías y montes; sin duda es el sitio ideal para los amantes de la naturaleza, pues alberga ejemplares de la fauna de la zona, especialmente aves, además de reptiles, roedores, entre otros. Además, cuenta con un jardín botánico, diversos miradores naturales con vistas al río Uruguay, cuatro parques infantiles y el monumento al Éxodo.
El lado oscuro del castillo
Para los amantes del misterio, este lugar ofrece visitas nocturnas en lo que queda de sus instalaciones, donde los guías te sorprenderán con la historia de un edificio que guarda muchos secretos, misterios, desapariciones e incendios que se llevaron con el fuego muchas leyendas.
El jardín botánico a detalle
En las ocho hectáreas de extensión del jardín botánico, éste presenta paisajes formados por verdes prados contenidos por una estructura de grandes árboles de la zona; además, en este lugar se localizan especies vegetales exóticas y nativas de la región.
Otro detalle importante que embellece al jardín es la presencia de una vertiente natural a la cual se le dio la función de alimentar a dos estanques que almacenan temporalmente el agua, teniendo ésta el destino final su desembocadura en el rio Uruguay por medio de canales artificiales.