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Tácticas para todos los gustos en Australia

Los mejores tenistas del mundo hacen cualquier cosa con la finalidad de seguir estando entre los primeros

MELBOURNE, AUSTRALIA.- Es la guerra, y todo se vale. Entrenarse con el 600, el 700 o el 800 del mundo, aunque tenga que ir desde el País Vasco hasta Mallorca.

O vale comportarse como un “Marine”, y viajar a Miami para comer en exceso en busca del músculo perdido. Vale enclaustrarse en Dubai, lejos de las miradas curiosas, para curar el orgullo herido.

Y vale sufrir, humillarse y cambiar de raqueta, que es como cambiar de brazo y de pierna, para hacerle notar al mundo que allí hay una decisión radical, un gesto extremo, en busca del trono del mejor tenista del mundo.

Son las estrategias del “Big Four”, las decisiones clave que han tomado en pretemporada los cuatro grandes. Son las tácticas de Rafael Nadal, y las maniobras de Roger Federer, Novak Djokovic y Andy Murray para preparar la pelea por el número uno.

Licuado de proteínas. Bagels con crema de cacahuates. Huevos. Yogurt. Fruta. Ése fue el desayuno diario de Murray en pretemporada, cuando se impuso un régimen de 6 mil calorías en el que el sushi, a razón de 24 piezas al día, ocupaba un papel principal.

“Lo más difícil, el desayuno”, dice el escocés, que alternó su dieta con extenuantes series de 400 metros en Miami. Con sus horripilantes repeticiones de pesas. Y con un lema claro: hacia la victoria por el estómago.

Murray, que juega rodeado por banderas escocesas, se paseaba de forma apresurada por el club de Melbourne, sorteando obesos seguidores sin camiseta, y seguido por su preparador físico, otro alérgico a la tela.

Marchaba así Murray, corriendo, porque quería evitar a los caza autógrafos que merecen sus victorias. Y parece no sentir que se mueve sobre una cancha hirviendo. Normal. Ha ganado cuatro kilos, hasta anclarse en los 85, y trabajó en el ardiente Miami con vistas al terrible calor de Melbourne.

“Si descansas demasiado y no te entrenas con calor en diciembre, es duro”, dice el escocés. “Aquí, unos días son con mucho viento.

Otros, calurosos. Otros, fríos. Eso cambia la cancha. Podía haberme entrenado bajo techo en Inglaterra, pero no lo hice”.

Djokovic entrenó en Montecarlo y en las montañas de Austria para aprovechar los efectos de la altura en su cuestionada capacidad física.

“Y durante cuatro horas al día”, recuerda Varda, su entrenador, “trabajábamos su fuerza y su resistencia. Tiene en su interior la meta de ser número uno, y yo intento convencerle de que se concentre en cada día, en cada partido, además de estabilizarle mentalmente y apoyarle”.

Sí, Djokovic necesita apoyo: paga con mal juego un cambio de marca y tipo de raqueta que ha tenido un algo de avaricia, y un algo de espuela.

“Necesito tiempo para acostumbrarme mentalmente. No quiero hablar más de eso”, cierra.

Federer, por su parte, volvió a desaparecer en una playa exótica, perdió peso, y se encerró en su casa de Dubai. Buscaba soledad.

“Necesitaba descansar, alejarme de todo, estar solo con mi novia. Ahora me siento mejor. He tenido una preparación decente”.

Queda Rafael Nadal, que se entrenó en Mallorca con los chicos de Toni Colom, todos entre el 600 y el 800 del mundo. El objetivo está claro: ganar un grande y defender el número uno.

“¿Mucha presión, no?”. “¿Presión?”, pregunta Nadal meditabundo. “Si hay algo que me da el número uno, no es presión, sino tranquilidad”.
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