Cultura
Tesoros de Irak se empolvan en tiendas
Espadas de la época otomana, bandejas talladas de plata y decenas de objetos se quedan sin vender en los establecimientos de antigüedades
Unas dos docenas de anticuarios de Bagdad tienen tesoros dignos de museos, pero no hay el menor movimiento. Igual que la ciudad, cuyas mezquitas están coronadas de domos tejados azul turquesa y cuyas calles están llenas de alambres de púas y cráteres dejados por bombas, los comercios reflejan tanto su pasado glorioso como la violencia de los tiempos recientes.
''Aquí uno puede observar la historia de Irak si mira con atención'', expresó Abdul-Karim Yahya, de 51 años, padre de cinco hijos, sentado en un escritorio de su anticuario en el centro de la ciudad. Detrás suyo hay espadas de la época otomana, bandejas talladas de plata y un juego de té con la imagen del último rey de Irak.
Los mismos comerciantes --incluidos ex oficiales de las fuerzas de seguridad y ex funcionarios del gobierno-- son prueba de la capacidad que tienen los residentes de Bagdad para sobrevivir a décadas de guerras, sanciones de las Naciones Unidas y una ocupación de fuerzas extranjeras.
Yahya dijo que la paralización de las ventas en los anticuarios refleja el aislamiento de Irak del resto del mundo y el hecho de que todavía hay inseguridad. El y varios otros comerciantes consideran que la partida de los soldados estadounidenses elimina uno de los elementos que alimentaba la insurrección, pero coinciden en que la actividad no se normalizará pronto.
El mercado de antigüedades de Bagdad se enriqueció en tiempos recientes. Cuando Saddam Hussein invadió Kuwait en 1990, los iraquíes se apropiaron de las riquezas de museos y residencias de ricos de ese país, donde abundaban el arte islámico y manuscritos del Corán. Los anticuarios consiguieron más tesoros tras el saqueo del museo nacional y de los palacios de Hussein luego de su derrocamiento en el 2003.
Los comerciantes niegan haber vendido piezas robadas. Afirman que muchos de sus tesoros se los compraron a familias ricas que cayeron en desgracia cuando las Naciones Unidas sancionó a Irak por la invasión de Kuwait.
Uno puede observar esos tesoros apenas sube las escaleras del negocio de al-Jafaf en una calle del barrio antiguo de Bagdad, cerca del río Tigris. Cubiertas de polvo en el piso del local hay cajas metálicas bañadas en plata que las mujeres ricas usaban para guardar sus artículos de tocador y las jarras talladas en las que ofrecían agua a sus huéspedes para que se lavasen las manos después de comer.
También hay candelabros con motivos florales elaborados por artesanos judíos, una comunidad que llegó a tener 100.000 personas en la década de 1930 y que llevaba viviendo allí más de 2.000 años. Ahora quedan unos pocos judíos como consecuencia de gobiernos ultranacionalistas que discriminaron contra ellos. Muchos se fueron a probar fortuna en Israel.
''Los artesanos judíos de Bagdad eran los que mejor trabajaban el oro y la plata'', señaló al-Jafaf. ''Los musulmanes eran mejores con los metales``, agregó el anticuario, quien es un veterinario.
En los comercios del centro de la ciudad hay juegos para tomar el té con la imagen del rey Faisal II, el último monarca iraquí, asesinado junto con varios familiares en el golpe militar de 1958 que dio comienzo a un período de inestabilidad política, genocidio y violaciones de derechos humanos. Un juego de té entero cuesta unos mil dólares.
También abundan las alfombras, los relojes de pared del siglo XIX, juegos de platos para la cena y viejos cuadros.
''Los artículos antiguos vendidos por las familias durante las sanciones fueron adquiridos sobre todo por iraquíes que no pasaban por apuros'', expresó Issam Hassan, anticuario del barrio antiguo.
''Hay quienes ahora quieren comprar lo que vendieron, pero no encuentran esas mercancías y buscan cosas parecidas'', señaló Hassan, quien dijo que sobrevivió vendiendo productos alimenticios enlatados en la calle mientras su negocio permaneció cerrado dos de los últimos seis años debido a la inseguridad.
Hassan, al-Jafaf y Yahya coinciden en que, si bien los anticuarios podrían adquirir más bienes de familias de clase alta venidas a menos, pasarán muchos años antes de que Bagdad pueda hacer competencia a centros de antigüedades vibrantes como los de Damasco y la ciudad iraní de Isfahan. Ello se debe a que los potenciales visitantes de Bagdad se sienten atemorizados por la violencia.
''Antes de la guerra estábamos abiertos hasta la medianoche'', recordó Taufik al-Shikhli, un vendedor de antigüedades de 63 años. ''Ahora, cerramos a media tarde por el tema de la inseguridad''.
Al-Shikhli, quien luce una túnica árabe beige, estaba sentado frente al local, que desde afuera parece pequeño pero por dentro es mucho más grande de lo que aparenta. En el segundo piso hay cientos de alfombras de Irán, la India y Afganistán que no se venden.
''Podría vender todo esto si volviesen los turistas a Irak'', expresó un hijo de 29 años de al-Shikhli, Walid, apuntando hacia las alfombras. ''Los precios son razonables, pero la gente aquí no tiene dinero''.
Síguenos en