Cultura
Publican nuevo libro con la primera etapa artística de Picasso
Relata con lujo de detalle los primeros años y contactos del artista
Picasso, la que antecede inmediatamente a la profunda revolución artística que supuso el cuadro "Les Demoiselles d'Avignon", un período de búsqueda y absorción de todo tipo de influencias, es el tema de un libro publicado con el título de "Picasso en París 1900-1907".
La obra, publicada por Thames & Hudson y de la que es autora la especialista británica Marilyn McCully, acompaña la exposición que, después del Museo Van Gogh, de Amsterdam, viajará a finales de junio al Museo Picasso, de Barcelona.
Los primeros años de Picasso parecen suscitar un renovado interés como demuestra no sólo esa exposición sino también los 5.7 millones de euros (unos 8 millones de dólares) pagados el pasado febrero por un coleccionista europeo en Sotheby's por su cuadro "Sur l'imperiale traversant París" (1901), creado por el pintor en su etapa más bohemia.
París era en aquel momento un hervidero artístico gracias a las vanguardias, y Picasso (1881-1973), que había ya demostrado un talento precoz para la pintura y experimentado en Barcelona con varios estilos desde el realismo académico hasta el Art Nouveau, sintió su poderosa atracción.
En sus dos primeros años en la capital francesa, a la que llegó acompañado de su amigo Carles Casagemas, Picasso no dejó de experimentar y asimilar influencias como una esponja para aprovechar únicamente lo que veía esencial para desarrollar su propio estilo.
McCully documenta con lujo de detalles los primeros contactos de Picasso con la comunidad artística catalana en París, ciudad que había atraído a otros artistas como Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Isidre Nonell, Ricard Canals, Joaquín Sunyer y a algún músico como Ricardo Viñes.
Cuenta también la gran pérdida personal que supuso la muerte de su íntimo Casagemas, quien, en ausencia de Picasso, que se había quedado algún tiempo en Madrid, y tras un desengaño amoroso, se pegó un tiro en un café parisino, tragedia que el malagueño plasmaría en varios lienzos en los que representó al amigo muerto.
Un primer hito en su carrera llegó para Picasso con su exposición en la galería de Ambroise Vollard, conocido marchante de artistas como Cézanne, Redon, Gauguin o Van Gogh, y en la que expuso junto al pintor vasco Francisco Iiturrino, uno de los primeros españoles a los que Picasso conoció en París.
Picasso trabajó febrilmente para cumplir el número de obras prometidas y llegó hasta crear tres cuadros al día, entre ellos varios retratos, incluido el de Vollard , y un autorretrato que refleja ya su determinación y fuerte personalidad.
El mundo de las prostitutas parisinas se convirtió también en un tema de fascinación para Picasso, como señala McCully, por el potencial erótico que encerraba, al cual volvería en los grabados que realizó hacia el final de su vida.
La autora destaca las sucesivas influencias en el malagueño de Toulouse-Lautrec, Van Gogh, un artista que, como el Picasso de la Época Azul, se interesó por los pobres y olvidados de la sociedad, de Gauguin, sobre todo de su etapa polinesia, pero también, ya en el período rosa, de Ingres, el maestro de la línea, a quien estudió en el Louvre, o el clasicismo moderno de Puvis de Chavanne.
Instalado en el famoso estudio del Bateau-Lavoir, en Montmartre, Picasso se hizo amigo de otros pintores de vanguardia como Derain o Vlaminck, del grupo "fauve", del que el pintor español admiraba el uso provocativo y expresionista que hacían del color.
Al gran pionero de ese grupo, Henri Matisse, Picasso no lo conoció sin embargo, hasta 1906, pero la legendaria rivalidad entre ambos gigantes de la vanguardia artística parisina, iba a durar prácticamente hasta la muerte del francés, en 1954.
El período cubierto por "Picasso en París" concluye en 1907, el año de "Les demoiselles d'Avignon", un lienzo auténticamente revolucionario que debe mucho al estudio por Picasso de Cézanne y a su descubrimiento de la escultura polinesia y africana en sus visitas a la colección etnográfica del Trocadero, sobre todo de las máscaras, en las que reconoció el poder mágico del arte primitivo.
LONDRES, INGLATERRA 806/AR/2011).- La primera etapa parisina de
La obra, publicada por Thames & Hudson y de la que es autora la especialista británica Marilyn McCully, acompaña la exposición que, después del Museo Van Gogh, de Amsterdam, viajará a finales de junio al Museo Picasso, de Barcelona.
Los primeros años de Picasso parecen suscitar un renovado interés como demuestra no sólo esa exposición sino también los 5.7 millones de euros (unos 8 millones de dólares) pagados el pasado febrero por un coleccionista europeo en Sotheby's por su cuadro "Sur l'imperiale traversant París" (1901), creado por el pintor en su etapa más bohemia.
París era en aquel momento un hervidero artístico gracias a las vanguardias, y Picasso (1881-1973), que había ya demostrado un talento precoz para la pintura y experimentado en Barcelona con varios estilos desde el realismo académico hasta el Art Nouveau, sintió su poderosa atracción.
En sus dos primeros años en la capital francesa, a la que llegó acompañado de su amigo Carles Casagemas, Picasso no dejó de experimentar y asimilar influencias como una esponja para aprovechar únicamente lo que veía esencial para desarrollar su propio estilo.
McCully documenta con lujo de detalles los primeros contactos de Picasso con la comunidad artística catalana en París, ciudad que había atraído a otros artistas como Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Isidre Nonell, Ricard Canals, Joaquín Sunyer y a algún músico como Ricardo Viñes.
Cuenta también la gran pérdida personal que supuso la muerte de su íntimo Casagemas, quien, en ausencia de Picasso, que se había quedado algún tiempo en Madrid, y tras un desengaño amoroso, se pegó un tiro en un café parisino, tragedia que el malagueño plasmaría en varios lienzos en los que representó al amigo muerto.
Un primer hito en su carrera llegó para Picasso con su exposición en la galería de Ambroise Vollard, conocido marchante de artistas como Cézanne, Redon, Gauguin o Van Gogh, y en la que expuso junto al pintor vasco Francisco Iiturrino, uno de los primeros españoles a los que Picasso conoció en París.
Picasso trabajó febrilmente para cumplir el número de obras prometidas y llegó hasta crear tres cuadros al día, entre ellos varios retratos, incluido el de Vollard , y un autorretrato que refleja ya su determinación y fuerte personalidad.
El mundo de las prostitutas parisinas se convirtió también en un tema de fascinación para Picasso, como señala McCully, por el potencial erótico que encerraba, al cual volvería en los grabados que realizó hacia el final de su vida.
La autora destaca las sucesivas influencias en el malagueño de Toulouse-Lautrec, Van Gogh, un artista que, como el Picasso de la Época Azul, se interesó por los pobres y olvidados de la sociedad, de Gauguin, sobre todo de su etapa polinesia, pero también, ya en el período rosa, de Ingres, el maestro de la línea, a quien estudió en el Louvre, o el clasicismo moderno de Puvis de Chavanne.
Instalado en el famoso estudio del Bateau-Lavoir, en Montmartre, Picasso se hizo amigo de otros pintores de vanguardia como Derain o Vlaminck, del grupo "fauve", del que el pintor español admiraba el uso provocativo y expresionista que hacían del color.
Al gran pionero de ese grupo, Henri Matisse, Picasso no lo conoció sin embargo, hasta 1906, pero la legendaria rivalidad entre ambos gigantes de la vanguardia artística parisina, iba a durar prácticamente hasta la muerte del francés, en 1954.
El período cubierto por "Picasso en París" concluye en 1907, el año de "Les demoiselles d'Avignon", un lienzo auténticamente revolucionario que debe mucho al estudio por Picasso de Cézanne y a su descubrimiento de la escultura polinesia y africana en sus visitas a la colección etnográfica del Trocadero, sobre todo de las máscaras, en las que reconoció el poder mágico del arte primitivo.
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