Cultura
Liberación de las artes, legado del siglo XIX
Las actividades culturales en Guadalajara se desarrollaban en el Coliseo de la Comedia, la Catedral y la Academia de Dibujo
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GUADALAJARA, JALISCO (15/SEP/2010).- A principios del siglo XIX la Nueva Galicia tenía pretensiones de ser educada y para ello era necesario activar la vida cultural. Eran tiempos en que la gente se divertía en el Coliseo de la Comedia viendo obras profanas del Siglo de Oro Español, iluminadas con hachones, bajo un techo de paja ubicado en el cruce de las calles Galeana y López Cotilla; o en proyecciones de sombras, en fiestas de fandangos o en los toros.
Otros asistían a la escuela de dibujo o eran músicos de la Catedral. También eran comunes los cómicos y maromistas, artistas de cuerda y aire que no tenían compañía y que presentaban espectáculos al aire libre.
El doctor en historia del arte Arturo Camacho Becerra, autor de Los papeles del artista editado por El Colegio de Jalisco, comenta que en ese periodo comienza la liberalización de las artes en lo que ahora es Guadalajara.
Las instituciones culturales de la época eran principalmente la escuela de dibujo –que cerró con la lucha de Independencia y se reabrió de 1816 a 1818–, el gremio de músicos de la Catedral Metropolitana y el Coliseo de la Comedia, considerado un espacio importante para “educar a la población”.
El Jefe del Departamento de Artes Escénicas de la Universidad de Guadalajara, Efraín Franco Frías, resalta que las principales actividades giraban alrededor de la religión, el teatro, los gallos y los toros, y que algunos espectáculos sólo eran para las clases media y alta.
La vida cultural de la entonces Intendencia de Guadalajara era tan importante que, de acuerdo a un censo de 1822, de los más de 30 mil habitantes, 52 eran músicos y 60 pintores. “Esta última cifra es importante porque es el momento de la transición del artesano al artista, pues así como pintaban un retrato, hacían una cenefa o decoraban una casa”, explica Camacho Becerra, también comunicólogo e investigador de la Universidad de Guadalajara.
El teatro
En el Coliseo de la Comedia se presentaban parodias como El estudiante de día y galán de noche, de Cristóbal Lozano; La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, o No hay mal que por bien no venga, de Juan Ruiz de Alarcón.
El teatro era muy importante porque era una diversión profana y era un espacio donde la gente podía reír y exponer las virtudes y los defectos de la sociedad.
Franco Frías resalta que a Guadalajara asistían compañías de la Ciudad de México e incluso europeas. “Teníamos influencia italiana, por lo que también eran bien vistas las zarzuelillas y la opereta, pero era sólo para clases pudientes”.
Los empresarios que rentaban este espacio se quejaban de los “guasacos” o “ratoneros”, porque hacían música improvisada, por lo que pedían al cuerpo de canónigos que los integrantes del coro interpretaran piezas profanas por las noches.
Arturo Camacho, investigador de El Coljal, agrega que “de ahí vienen los jarabes con movimientos pélvicos que eran prohibidos, como el Pan de Manteca y el Jarabe Gatuno. Entonces, para los años posteriores a la Independencia de México, ya se habían generalizado los fandangos, la música de cuerdas, que era el antecedente del mariachi”.
Dibujan a los primeros ciudadanos
A principios del siglo XIX había un grupo de pintores “de culto”, como José María Uriarte, quien estudió en la Academia de San Carlos, en la Ciudad de México; el español Dionisio Sancho y Manuel Cuentas, que formó una dinastía de artistas, según el autor de El rostro de los oficios.
Camacho Becerra agrega que “hay un expediente de 1817 que relata que estos pintores decoraron la Sala de la Audiencia de la Nueva Galicia con escudos de España y de la Nueva España. Los acusan de insurgentes porque ponen el águila sobre el nopal, pero eran personas tan ilustradas, que argumentaron que era un símbolo republicano universal”.
La escuela de Dibujo de Guadalajara se abrió en 1709 con profesores como Dionisio Sancho, José María Uriarte, Santiago Guzmán y Sebastián Salazar. En 1805 el Rey de España la aprueba como Academia, después de la de San Carlos. “No olvidemos que Carlos IV empezó el proyecto de Ilustración frente a la liberación industrial inglesa. Se estaban preparando y por ello abrieron escuelas de arte”.
Al estallar la lucha insurgente, la escuela cierra algunos años y reabre de 1816 a 1818. Posteriormente, con Prisciliano Sánchez como gobernador de Jalisco se reactiva la escuela en 1826 como Academia de Bellas Artes, dentro del Instituto de Ciencias del Estado. El método de enseñanza era copiar estructuras grecolatinas y se implanta el dibujo como materia en enseñanza básica.
En opinión de Arturo Camacho, la principal herencia de la Independencia de México es que comenzó a darse la liberalización de los oficios y surge la vida del artista independiente, desligado del gremio, una organización virreinal que poco a poco se diluyó.
En el siglo XIX también comienza a democratizarse el uso de los retratos, ya que antes eran exclusivos para los virreyes. El doctor en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) comparte una leyenda que aparece en una pintura anónima de Sayula: “Se mandó retratar, no por vanidad, sino para dejar grato recuerdo a sus hijos”. La hipótesis es que la pintura era la autentificación “de que eres ciudadano, de que ya no eres vasallo del rey; era una forma de tener identidad”.
Después de la Revolución Mexicana, el pintor Roberto Montenegro escribió una crítica en la que señala que la mayoría de pinturas eran planas, sin fondo, pero que había buenos fisonomistas. Asimismo, decía que la pintura moderna de México se inicia con artistas jaliscienses del siglo XIX porque se desligan de la academia y el clasicismo para generar una producción independiente y regionalista.
Camacho Becerra concluye que la vida cultural durante y después de la Independencia aportó a un relajamiento de las costumbres de la sociedad. Y la herencia es que hubo una liberalización y secularización de las artes.
El Coliseo
En el Archivo Municipal de Guadalajara hay documentos de diversiones públicas que incluyen toros, maromas y coliseos de comedias, lo que se consideraba útil para educar a la población.
El Coliseo de la Comedia nace en 1753 en la calle Galeana. Los autores de comedias eran los directores de las compañías de teatro; una especie de empresarios.
Los montajes que se presentaban eran de escritores como Tomás de Iriarte, Diego Zorrilla, Antonio Valladares, Juan Pérez Montalbán, Lope de vega, Pedro Calderón de la Barca y Juan Ruíz de Alarcón.
GUADALAJARA, JALISCO (15/SEP/2010).- A principios del siglo XIX la Nueva Galicia tenía pretensiones de ser educada y para ello era necesario activar la vida cultural. Eran tiempos en que la gente se divertía en el Coliseo de la Comedia viendo obras profanas del Siglo de Oro Español, iluminadas con hachones, bajo un techo de paja ubicado en el cruce de las calles Galeana y López Cotilla; o en proyecciones de sombras, en fiestas de fandangos o en los toros.
Otros asistían a la escuela de dibujo o eran músicos de la Catedral. También eran comunes los cómicos y maromistas, artistas de cuerda y aire que no tenían compañía y que presentaban espectáculos al aire libre.
El doctor en historia del arte Arturo Camacho Becerra, autor de Los papeles del artista editado por El Colegio de Jalisco, comenta que en ese periodo comienza la liberalización de las artes en lo que ahora es Guadalajara.
Las instituciones culturales de la época eran principalmente la escuela de dibujo –que cerró con la lucha de Independencia y se reabrió de 1816 a 1818–, el gremio de músicos de la Catedral Metropolitana y el Coliseo de la Comedia, considerado un espacio importante para “educar a la población”.
El Jefe del Departamento de Artes Escénicas de la Universidad de Guadalajara, Efraín Franco Frías, resalta que las principales actividades giraban alrededor de la religión, el teatro, los gallos y los toros, y que algunos espectáculos sólo eran para las clases media y alta.
La vida cultural de la entonces Intendencia de Guadalajara era tan importante que, de acuerdo a un censo de 1822, de los más de 30 mil habitantes, 52 eran músicos y 60 pintores. “Esta última cifra es importante porque es el momento de la transición del artesano al artista, pues así como pintaban un retrato, hacían una cenefa o decoraban una casa”, explica Camacho Becerra, también comunicólogo e investigador de la Universidad de Guadalajara.
El teatro
En el Coliseo de la Comedia se presentaban parodias como El estudiante de día y galán de noche, de Cristóbal Lozano; La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, o No hay mal que por bien no venga, de Juan Ruiz de Alarcón.
El teatro era muy importante porque era una diversión profana y era un espacio donde la gente podía reír y exponer las virtudes y los defectos de la sociedad.
Franco Frías resalta que a Guadalajara asistían compañías de la Ciudad de México e incluso europeas. “Teníamos influencia italiana, por lo que también eran bien vistas las zarzuelillas y la opereta, pero era sólo para clases pudientes”.
Los empresarios que rentaban este espacio se quejaban de los “guasacos” o “ratoneros”, porque hacían música improvisada, por lo que pedían al cuerpo de canónigos que los integrantes del coro interpretaran piezas profanas por las noches.
Arturo Camacho, investigador de El Coljal, agrega que “de ahí vienen los jarabes con movimientos pélvicos que eran prohibidos, como el Pan de Manteca y el Jarabe Gatuno. Entonces, para los años posteriores a la Independencia de México, ya se habían generalizado los fandangos, la música de cuerdas, que era el antecedente del mariachi”.
Dibujan a los primeros ciudadanos
A principios del siglo XIX había un grupo de pintores “de culto”, como José María Uriarte, quien estudió en la Academia de San Carlos, en la Ciudad de México; el español Dionisio Sancho y Manuel Cuentas, que formó una dinastía de artistas, según el autor de El rostro de los oficios.
Camacho Becerra agrega que “hay un expediente de 1817 que relata que estos pintores decoraron la Sala de la Audiencia de la Nueva Galicia con escudos de España y de la Nueva España. Los acusan de insurgentes porque ponen el águila sobre el nopal, pero eran personas tan ilustradas, que argumentaron que era un símbolo republicano universal”.
La escuela de Dibujo de Guadalajara se abrió en 1709 con profesores como Dionisio Sancho, José María Uriarte, Santiago Guzmán y Sebastián Salazar. En 1805 el Rey de España la aprueba como Academia, después de la de San Carlos. “No olvidemos que Carlos IV empezó el proyecto de Ilustración frente a la liberación industrial inglesa. Se estaban preparando y por ello abrieron escuelas de arte”.
Al estallar la lucha insurgente, la escuela cierra algunos años y reabre de 1816 a 1818. Posteriormente, con Prisciliano Sánchez como gobernador de Jalisco se reactiva la escuela en 1826 como Academia de Bellas Artes, dentro del Instituto de Ciencias del Estado. El método de enseñanza era copiar estructuras grecolatinas y se implanta el dibujo como materia en enseñanza básica.
En opinión de Arturo Camacho, la principal herencia de la Independencia de México es que comenzó a darse la liberalización de los oficios y surge la vida del artista independiente, desligado del gremio, una organización virreinal que poco a poco se diluyó.
En el siglo XIX también comienza a democratizarse el uso de los retratos, ya que antes eran exclusivos para los virreyes. El doctor en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) comparte una leyenda que aparece en una pintura anónima de Sayula: “Se mandó retratar, no por vanidad, sino para dejar grato recuerdo a sus hijos”. La hipótesis es que la pintura era la autentificación “de que eres ciudadano, de que ya no eres vasallo del rey; era una forma de tener identidad”.
Después de la Revolución Mexicana, el pintor Roberto Montenegro escribió una crítica en la que señala que la mayoría de pinturas eran planas, sin fondo, pero que había buenos fisonomistas. Asimismo, decía que la pintura moderna de México se inicia con artistas jaliscienses del siglo XIX porque se desligan de la academia y el clasicismo para generar una producción independiente y regionalista.
Camacho Becerra concluye que la vida cultural durante y después de la Independencia aportó a un relajamiento de las costumbres de la sociedad. Y la herencia es que hubo una liberalización y secularización de las artes.
El Coliseo
En el Archivo Municipal de Guadalajara hay documentos de diversiones públicas que incluyen toros, maromas y coliseos de comedias, lo que se consideraba útil para educar a la población.
El Coliseo de la Comedia nace en 1753 en la calle Galeana. Los autores de comedias eran los directores de las compañías de teatro; una especie de empresarios.
Los montajes que se presentaban eran de escritores como Tomás de Iriarte, Diego Zorrilla, Antonio Valladares, Juan Pérez Montalbán, Lope de vega, Pedro Calderón de la Barca y Juan Ruíz de Alarcón.
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