Cultura

Las princesas muestran una fantasía de la realidad

''Morder manzanas y besar sapos'' ofrece una crítica a los patrones marcados por las protagonistas

GUADALAJARA, JALISCO (02/DIC/2010).- La esencia de  Blanca Nieves, Cenicienta, Bella, Ariel y otras princesas de Disney marcan pautas en el inconsciente de las generaciones femeninas, proponiendo una conducta que promete el amor real, ''el logro de un sueño'' o en su defecto la llegada de un ''sapo'' que pocas veces se convierte en príncipe.  Así lo narra la escritora Doly Mallet en su libro ‘’Mordiendo manzanas y besando sapos’’.

En el marco de la FIL 2010 y bajo el sello de Grijalbo de la casa editorial Random, la joven escritora lanza su propia crítica sobre los modelos de comportamiento de las protagonistas de algunas películas infantiles. ‘’Existe un gran diferencia entre las tres primeras figuras que se presentaron de Blanca Nieves, la Cenicienta y Bella quienes fueron mujeres sumisas en la espera de que alguien las rescatara de su situación: el príncipe o una hada madrina’’.

Luego dice, que llegan la nueva ola de rebeldía con la aparición de ''La sirenita'', ''Mulán'' y ''Jazmín'' que iban rompiendo barreras en busca de sus ideales, sin el apoyo de ningún elemento sorpresa.

Entre risas, la también comunicóloga, comparte que para ella el amor es un sentimiento variado.  ‘’La primera etapa del sentimiento comienza idealizando a los príncipes, quienes con una sólo canción enamoran a la romántica joven. Después la segunda etapa muestra un mayor cuestionamiento sobre lo que realmente se busca de ese hombre o ‘salvador’, como en el caso de Jazmín, que a pesar de que Aladin fuera un pobre vagabundo, ve valores que hace que ella se convenza de estar con él’’.

Mallet desmenuza el comportamiento de cada una de las princesas y asegura que todas las mujeres lo son, algunas son Bella, otras Pocahonatas y algunas son Megara, lo trascendente recae en la tolerancia de respetar la diferencia entre cada una y entonces impulsar el estilo para llegar a su propio final feliz.

EL INFORMADOR/ ALEJANDRO OROZCO
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