Cultura

Holocausto sometió sentimientos al instinto de sobrevivencia: Steiner

Auschwitz ganó el nombre de ''fabrica de la muerte'', por el procedimiento casi industrial; el problema era eliminar los cadáveres de entre 10 y 15 mil personas diarias

CIUDAD DE MÉXICO (27/ENE/2013).- En los campos de exterminio de Auschwitz-Birkenau, en Polonia, los sentimientos de quienes se encontraban ahí eran reducidos por el instinto de sobrevivencia, "no sabíamos que sentíamos, eran algo difícil de describir y lo importante era sobrevivir".
 
Así recuerda Bredrich Steiner, ciudadano de origen checo radicado en México, su difícil y tormentosa estancia en ese lugar de exterminio, construido para prisioneros por el régimen de la Alemania nazi tras la invasión de Polonia de 1939, al inicio de la Segunda Guerra Mundial (1939-45).
 
En entrevista, Steiner, uno de los sobrevivientes del Holocausto y quien ahora disfruta de la nacionalidad mexicana, se dijo afortunado de haber superado ese suceso, del que, dijo, nacieron varias leyes que buscan hacer respetar en el mundo los derechos humanos.
 
Del exterminio, comentó: "Si se hizo la justicia o se trato de enjuiciar a los malos seres, eso es algo difícil decir. Pues los culpables o ejecutores ya no viven".
 
"Hoy, existen testimonios, filmaciones, documentos, pero el Holocausto representa una parte triste de la historia, de lo que puede hacer el odio, el racismo, la discriminación en una época triste de la humanidad", dijo.
 
A su memoria vienen los dos años durante los cuales "vivió" en el que fue considerado el mayor centro de exterminio de la historia del nazismo.
 
Recordó que siendo un niño, cuando tenía 12 años de edad, fue hecho prisionero, con lo que se convirtió en testigo de la crueldad con la que actuaron los nazis hacia los judíos, principalmente, a quienes torturaron, humillaron y asesinaron con métodos salvajes.
 
"Recuerdo la entrada de Auschwitz-Birkenau, las multitudes que llegaron en los furgones tras el largo viaje y exhaustos. Algunos fueron enviados al trabajo, otros a morir. Recuerdo algunas ejecuciones no precisamente en Auschwitz, sino en un bosque, ahí se dieron ejecuciones por ahorcamiento a soviéticos que fueron capturados y que fueron ejecutados como advertencia en el campo", dijo.
 
Precisó haber llegado a Auschwitz proveniente de uno de los guetos instalados por los nazis en diciembre de 1943, cuando tenía la edad de 12 años, casi 13.
 
En ese lugar, añadió, fue testigo de cómo su padre, su madre y su hermana fueron asesinados en las cámaras de gas, mientras que él, siendo un niño de complexión media, era seleccionado junto con otros jóvenes de su edad para servir a los nazis, con lo que burló a la muerte.
 
Dijo que cuando él estuvo en el campo de concentración y exterminio los oficiales nazis escogieron a 96 jóvenes, muchos de los cuales fueron utilizados como mensajeros o para jalar carretas de madera, en la que eran transportadas las pertenencias de la gente asesinada.
 
"En Auschwitz trabajé jalando carretas de campo, eran de madera, servíamos como fuerza de tracción con cuerdas y empujando transportando materiales de un lado a otro, pertenencias de los que fueron asesinados a un lugar donde se surtía la madera", comentó.
 
"Otros muchachos sirvieron como mensajeros, especialmente cuando se hacía el recuento de los presos y de los muertos a la comandancia, pues en ese entonces no existían celulares o walkie talkie, se enviaban mensajes por escrito o verbales", recordó.
 
Subrayó que dadas las circunstancias en ese lugar, los sentimientos eran reducidos a polvo, "pues no sé que sentía, además de dormir en la nieve, en el frió, los sentimientos eran algo difícil de describir; lo importante era sobrevivir".
 
Un pedazo de pan alemán y un vaso de lo que parecía ser café era todo lo que comían él y el resto de los presos, muchos de los cuales -entre cuatro y cinco mil- desaparecían "de un día a otro".
 
El sobreviviente refirió que "a Auschwitz se le dio el nombre de "fabrica de la muerte", porque el procedimiento era casi industrial; el problema no era la matanza, sino eliminar los cadáveres de entre 10 y 15 mil personas diarias.
 
"Para esto se construyeron los crematorios, donde fueron cremados los cuerpos, los crematorios trabajaban día y noche", subrayó.
 
Rememoró como a la hora de elegir a varios de los presos y tras llevarlos a los galerones habilitados para el caso, los crematorios desprendían un olor a carne quemada.
 
Pero esos lugares no eran suficientes, por lo que los nazis hacían cavar enormes pozos en la tierra, donde echaron miles de cadáveres a los que prendieron fuego.
 
"Cuando no alcanzaban los crematorios, se abrían fosas donde se metían a los muertos y les prendían fuego, desprendiendo un olor a carne humana quemada, el cual se esparcía por toda el área, era un olor como cuando se hornea carne y se quema, se pasa de tiempo, así era el olor a Auschwitz", refirió.
 
Tras subrayar la brutalidad con la que actuaron los soldados de Adolfo Hitler, Steiner se dijo afortunado de haber salido vivo de ese infierno, gracias a las tropas soviéticas que liberaron Auschwitz en enero de 1945.
 
"No escapé de Auschwitz, me trasladaron junto con otros presos a otros campos, fuimos subidos al tren y nos llevaron a otros campos de trabajo en Austria, donde más tarde fui liberado por el ejército norteamericano", comentó.
 
Steiner, hoy padre de un hijo y abuelo de dos nietos, los tres mexicanos, comentó que su llegada a México fue "circunstancial".
 
Relató: "Tras la liberación, regresé a mi país de origen, en Checoslovaquia, la cual fue invadida en el año de 1968 por el Ejército Rojo, por los aliados del Pacto de Varsovia; a México llegué el primer día de la Olimpiada, en 1968", y desde entonces radica en este país, donde pudo reconstruir su vida.
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