Cultura

Escritura sin arrebatos

Élmer Mendoza retoma varios elementos y personajes que plasmó en su novela anterior, Balas de plata

GUADALAJARA, JALISCO (30/NOV/2010).- Sórdido. Vertiginoso. Brutal. Así es el mundo en el que se mueve Édgar “El zurdo” Mendieta, un detective cuya cordura está a prueba una y otra vez, enfrentando varias veces al día decisiones críticas, donde la línea de la vida y la muerte parece estar dibujada sobre arena y los justos se corrompen a cada momento.

“Atractivo y magnético” son las cualidades que los críticos literarios han encontrado en los textos de Élmer Mendoza, que a esta edición de la Feria Internacional del Libro (FIL) llega con una nueva novela bajo el brazo: La prueba del ácido. El narcotráfico, la corrupción, la prostitución, la violencia y lo amoral son los elementos que el escritor mezcla en esta historia que no suelta al lector una vez que se abre.

De semblante tranquilo y saludando a quien se le aproxima, Mendoza se encuentra presente en la feria, donde no es difícil encontrarlo charlando sobre lo que más ama: Leer.

Camina por los pasillos del recinto y mira hacia todos lados, tratando de encontrar la esencia de lo que será su próxima historia. Y es que como el propio autor de Balas de plata lo confiesa, ese cosquilleo por volver  a escribir está regresando a su sistema, tras la pausa que se tomó una vez finalizada La prueba del ácido.

— Luego de “Balas de plata” tomó una pausa en el género, pero parece que no pensó en abandonar al “‘Zurdo’ Mendieta”.
— Así es, la idea es escribir una saga. Todo comenzó cuando le puse el punto final a Balas de plata, o eso pensé yo. Pero no sentía que la historia debiera terminar allí, así que seguí escribiendo durante un par de meses.
En ese tiempo comencé a hilar varias anécdotas y noticias que se incorporaron a la historia. Fue así como nació La prueba del ácido.

— ¿La continuación fue un proceso automático?
— Tuve que parar un poco antes de decidirlo. La narrativa no puede hacerse en arrebatos, tiene que ser un discurso producto de la paciencia. Requiere su tiempo y hay que saber darle su tiempo, en cambio la poesía siento que sí es arrebatada. Tan automático no fue, antes de comenzar La prueba del ácido escribí un libro de relatos y fue entonces cuando volví a la novela.

— La novela bebe mucho de la realidad en México. ¿Fue fácil integrarla a la historia de forma que todo se sintiera orgánico y coherente?
— La realidad cambia cada minuto, si no es que más rápido. Entonces el trabajo consistió en buscar los elementos que tengan la carga de representatividad. Requiere un gran trabajo de cálculo y que entren con un sentido estético, fuerte y poderoso.

— Escribir es un proceso placentero y tortuoso para los autores. ¿Qué tanto se escribió y se reescribió “La prueba del ácido”?
— Practico la ultracorrección, cada corrección es volver a escribir; cada vez que se vuelve sobre las palabras pueden ocurrir muchas cosas: Desde la desaparición de capítulos o la creación de nuevos, a la eliminación personajes. Un novelista tiene una idea clara al principio, pero conforme el trabajo avanza todo se va depurando mucho, se encauza rumbo al punto final.

— Con “Balas de plata” no encontró un “punto final” satisfactorio, ¿ahora sí?
— (El punto final) Me encontró a mí. No tengo la sensación de que haya algo más por ahora, aunque claro, el punto final no es la propuesta del autor, sino una necesidad de la misma historia. La historia va adquiriendo una personalidad propia y es mejor hacerle caso (risas).

— “La prueba del ácido” es una historia vertiginosa y veloz, ¿la imagina adaptada al cine?
— No, creo que no, al menos no trabajaría en la adaptación, cada quien debe dedicarse a lo que es bueno. Ahora, creo que en México hay un movimiento de novelistas que estamos contando con un espíritu que implica la imagen. No es una propuesta cinematográfica, sino una técnica para contar, creo que tanto el lector como el escritor ahora tienen muchos recursos visuales y eso lo estamos incorporando a la narrativa. Me gusta hacerlo y leerlo.

— ¿Comparte la idea de que han aumentado las novelas en México que se alimentan de la realidad “pura y dura”?
— Creo que sí. Hay un grupo de autores no sólo mexicanos sino latinoamericanos en general que estamos contando la realidad tal cual.
No se trata de que queramos plasmar problemas nada más, sino de intentar crear símbolos y personajes propios. Ahora se está descubriendo una nueva estética narrativa y reforzando el lenguaje que se habla en las regiones. Confío que en los años que vienen la suerte de la literatura mexicana será mucho mejor.

La prueba del ácido, de Élmer Mendoza / 3 de diciembre / Salón Agustín Yáñez
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