Cultura

Es una batalla ser pintor: Roberto Rébora

La noche de la inauguración de su exposición en la Galería Diéresis, el artista tapatío respondió a una entrevista pública realizada por Diego Petersen

GUADALAJARA, JALISCO (22/NOV/2012).- Antes de comenzar la charla entre el pintor Roberto Rébora y el periodista Diego Petersen, la totalidad de la obra del primero -expuesta desde esa misma noche en la Galería Diéresis-- ya había sido vendida. "Por eso lo ven tan relajado", dijo Petersen en el mismo tono familiar en el que se desarrolló la entrevista pública del pasado miércoles.

La idea de que el pintor tapatío -ganador de la décimo-quinta bienal Rufino Tamayo-- hablara sobre su más reciente obra el día de la inauguración de su exposición en Diéresis, surgió de una conversación entre los amigos en el taller del artista. "Me decías entonces, Roberto", dijo Diego Petersen, "que para ti la pintura es un acto de absoluta soledad".   

"Sí", contestó Rébora, "quienes pintamos sabemos que darle la espalda al mundo es una renuncia para poder pintar (...) la pintura es la manera en que uno va construyendo, de manera libre y bien estructurada, una imagen que te vaya conformando; y para poder hacerlo hay que renunciar necesariamente a muchos distractores".

Después de hablar de la manera en que se construye un cuadro desde la mezcla de resinas, aceites, pigmentos y diluyentes, el pintor fue cuestionado acerca de su proceso en la búsqueda de una voz propia. Rébora recordó entonces un episodio de su infancia: una visita escolar al entonces Hospicio Cabañas, donde quedó impactado tanto por los niños huérfanos que ahí vivían como por el Hombre de Fuego de José Clemente Orozco.

"Me petrifiqué, literalmente. Yo vi trazos, y esos trazos -a mis 49 años-- evidentemente los hago míos, en tanto que me siento perfectamente a mano con el compromiso que tengo hacia mi necesidad más íntima expresiva para tomar la herencia de Orozco". Referencia que el pintor citó incluso en el cuadro Electoral, "asumiendo que el trazo del que yo dispongo es un trazo mío, que por supuesto deriva de la escuela mexicana y de su mayor representante que es Orozco".

Petersen recordó después aquella etapa casi monocromática del artista -de cuadros azules casi por completo-- y preguntó por el regreso de los colores vivos en los cinco cuadros nuevos de gran formato. "Creo que nos sucede a todos que las cosas se agotan", respondió el pintor, quien explicó que la elección del azul correspondió a una renuncia al color y una exploración para algo que había que resolver.

"Entonces pintas 30 cuadros, en algunos sientes que fluyes y que logras tu mayor profundidad; en otros es sólo pregunta, es sólo ansiedad. Es una batalla ser pintor, porque te estás revelando en cada cuadro".

Cuadros que en esta ocasión son "abiertamente políticos", pues como explicó el pintor: "me permitieron participar con mi propia voz en la situación nacional en la cual, desde luego, me siento profundamente afectado".

Entre ellos La Madre Patria y Matria, dos versiones de la misma imagen en las que aparece una figura femenina vieja y desgastada junto un hijo hecho a su semejanza. "Esa madre devino una prostituta absolutamente irresponsable", expresó Rébora, "y generó la confusión en la que vivimos los mexicanos", en un país en el que la educación no fue la prioridad "como en cualquier país dirigido por una persona mínimamente ilustrada".

-"Bueno, no vamos a aburrir al público", bromeó Diego Petersen, "¿qué se siente vender todo de un trancazo?".

- "Es la cuarta vez que me pasa", contó Rébora: una a los 14 años, otra a los 16, a los 19, y ahora a los 49.  

- "¿Y los 30 años de en medio cómo fueron?", preguntó el periodista

-"Muy batallados; la vida del pintor es muy exigente".

EL INFORMADOR / EUGENIA COPPEL

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