Cultura

El pincel expresivo y formativo de Toni Guerra

La pintora de origen tamaulipeco es maestra en el Instituto Cultural Cabañas y en su propio taller

GUADALAJARA, JALISCO.- Toni Guerra (Tampico, Tamaulipas, 1950) es de las pocas personas en la ciudad que podría elaborar una extensa lista con los nombres de los artistas plásticos que han sido instruidos por ella. Desde que egresó de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara hace 30 años -más o menos al tiempo en que llegó a vivir la capital jalisciense-, ejecuta simultáneamente las dos labores que más disfruta: la docencia y la producción plástica.

El año de 1978, fecha en que salió de la carrera, ha sido el parteaguas. “No he parado desde entonces”, dice. La pintora ha aprovechado ese mismo periodo para hacer otras actividades en beneficio de sus colegas -su karma parece ser ése: la labor social-, como ocupar distintos cargos públicos estatales y municipales en administraciones pasadas (asegura que los ha aceptado porque “un artista sabe más de la problemática cultural que un administrador o un abogado”).

En su currículum están anotadas más 50 exposiciones individuales, alrededor de 80 colectivas y otra cifra por el estilo de galardones obtenidos de su participación en concursos nacionales internacionales. Su obra, de estilo abstracto, se encuentra diseminada en colecciones privadas, galerías y museos de México y otros países del planeta.

Las creaciones de esta artista están ligadas a los procesos interiores del ser humano. Rechaza fehacientemente el narcisismo y la poca profundidad de los planteamientos estéticos. En cambio, se ha ocupado en conocer el comportamiento de lo bidimensional y darle al discurso plástico un peso preponderante en su obra. La plástica por la plástica. Guerra expresa sus estructuras internas en composiciones cifradas a partir de líneas, colores, texturas y lo hace valiéndose del dibujo, la pintura, la gráfica y la cerámica.

Toni Guerra ha esparcido sus conocimientos en todos los niveles educativos: secundaria, preparatoria y profesional en diferentes instituciones públicas y privadas de la ciudad. Actualmente lo hace en el Instituto Cultural Cabañas. De unos años para acá también se ha dado el tiempo para atender “un proyecto personal didáctico”: Hexágono, un taller de desarrollo de la creatividad en el que imparte las técnicas que domina. El espacio nació cuando la creadora razonó acerca de las deficiencias en los sistemas tradicionales de educación artística en la capital jalisciense.

“Fui alumna de grandes maestros -sentencia Guerra con orgullo-. Y aunque en aquel tiempo no había una pedagogía bien definida del arte, uno como alumno se pegaba a la personalidad del profesor. Aprendías porque te cautivabas. No existía una manera de enseñar propiamente; entonces se creaban bastantes lagunas a nivel cognitivo”.

Hace aproximadamente dos décadas que Guerra empezó a buscar nuevos métodos de enseñanza para impedir que lo vivido por ella y por muchos de sus compañeros se repitiera en las futuras generaciones de artistas plásticos. Una vez inserta en la dinámica de la docencia, se dio a la tarea de investigar y a reforzar la metodología del desarrollo creativo. “Inventó” la manera en que sus alumnos superaran el temor al lienzo en blanco y de incentivar sus capacidades naturales.

El estímulo del hemisferio derecho del cerebro, la inteligencia visual, la ubicación en el espacio y las pulsiones de todo el cuerpo -especialmente de la mano-, son algunos de los puntos obligados en el temario de clases de Toni Guerra.

El proceso de enseñanza ha sido “apasionante” para ella. Según cuenta, sus consignas magisteriales evaden todo aquello que dicta la enseñanza tradicional. Ser profesora es una faena satisfactoria que implica, en primer término, darles a sus alumnos los conocimientos que le hubiera gustado obtener a ella en sus tiempos de estudiante.

Hay un asunto de primer orden entre sus prioridades futuras: dedicarse más tiempo a ella misma y realizar sus cuadros y proyectos pendientes. Aunque ve muy difícil el hecho de apartarse de la docencia. Su puerta siempre estará abierta para el que llegue a aprender lo que ella sabe.

  - ¿Cuáles fueron las razones que te llevaron a meterte a un salón de clases?

- “Encontrar a quién enseñarle algo que a mí me ha servido en la vida para refugiarme, para acunar otras partes de mi ser espiritual. Lo hice por realización personal y por darle otro sentido a mi vida, por compartir una manera de vivir. Y lo he vivido con una responsabilidad ética y social. Siento que tengo un compromiso humano con los talentos y no me cuesta trabajo hacerlo. También empecé a dar clases porque siempre tuve la convicción absoluta de que los programas didácticos en arte eran un dispensario del desarrollo de la propiedad equilibrada. Yo estoy segura de que un artista y un discurso plástico valen más que un discurso político. Con un buen cuadro se puede mover más la conciencia y despertar el interés que con 20 palabras”.

 

- ¿Cómo ha sido tu encuentro con toda esa gente que apenas empieza su camino en la plástica?

-“Empecé como maestra muy joven y no tenía tanta sabiduría. Pasé por épocas de mucho sufrimiento porque el alumno toma todo muy fácilmente y no regresa, no devuelve todo lo que recibió. Hay una especie de ingratitud. Por decir: te sirves de lo que necesitas y te olvidas de lo demás. Es complicado encontrarse con alumnos que al menos te pregunten cómo estás, si estás pintando o en qué te pueden echar la mano. Yo tuve un gran amor por todos mis maestros, los veneraba. No sé por qué, pero al día de hoy sigo buscando a una viejecita que fue mi maestra de primaria; ella guarda mi primer cuaderno de dibujos. Lo mismo con mi maestro Alfonso de Lara Gallardo. Guardo un respeto enorme hacia los que fueron mis maestros. En mi caso, creo que aposté muchas cartas al nivel humano. Y al ser tan joven, lo hice sin esperar nada. Mi única preocupación fue que ellos crecieran, como lo hace una madre. He pasado por muchas desilusiones cuando me encuentro con algunos que han sido mis alumnos y lo niegan, o cuando encuentro a otros que se han querido aprovechar de mi situación cuando estaba al frente de algún cargo público. Pero ésta es una carrera de resistencia y de estructura espiritual. Si no sostienen el paso, vamos a ver quiénes son en el futuro”.

  - Pero también ha habido satisfacciones en tu carrera como docente…

- “¡Claro! Aun así, he tenido mis grandes satisfacciones. He ayudado a estructurar mucha gente en la ciudad, y eso me llena de alegría. He tenido la fortuna de ser muy bien recibida por mis alumnos y tengo la satisfacción de que muchos de ellos han abierto puertas importantes en su trayectoria profesional”.

 

- La respuesta parece obvia, pero si tuvieras que escoger entre el pincel y el salón de clases, ¿con cuál te quedarías?

- “Con el pincel. Creo que he hecho una labor muy fuerte y muy acertada hacia los demás como maestra. He dejado una enorme energía en el aula. He pintado a través de las manos de mis alumnos durante años y creo que me hace falta más tiempo para mí misma. Pero, para mi gracia o mi desgracia, es tal la vocación magisterial que tengo, que nunca podré dejar de tener al menos un grupo. Lo que deseo es restarle un poco de tiempo a la didáctica. Tengo otras propuestas personales que me esperan, pero nunca podría cerrarle la puerta a alguien que me llama para aprender”.
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