Cultura

El día en que San Jacinto revivió

Los jóvenes se reparten en las canchas de basquetbol, futbol, voleibol y el skatebording. San Jacinto desde 2007

GUADALAJARA, JALISCO (25/JUL/2011).- Nacieron para volar sobre una tabla. Son jóvenes, enérgicos y valientes. Brincan con un pedazo de madera adherida a sus pies en un espacio donde las marcas Vans, Domba y Nike se pelean el mercado de los pies. Son “skates” porque no les gusta que les digan “escatos”; le pegan a la tabla para decir que se montan sobre una patineta religiosamente todos los días por más de dos horas en un espacio que hasta hace poco tiempo no existía.
Son intrépidos porque no hay otra palabra para explicar la combinación entre adrenalina y el coraje de levantarse después de que el truco no ha salido como lo pensaban y, entonces, la sangre aparece en las palmas de las manos. Son los chicos del Parque San Jacinto, un sitio que las hemerotecas de la ciudad no registran con vida antes de 2007. Hoy, el Parque San Jacinto vive para contar estas historias.

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Realmente no es rabiosa, pero sí contagia la enfermedad de bailar. Shakira y sus melodiosas canciones, que algún DJ de San Juan de Dios ha modificado para acelerarlas. En la Estación San Jacinto de la línea dos del Tren Ligero lo que lo recibe a uno es el estruendo de las bocinas. La voz de una mujer que pide a gritos “¡ánimo muchachas! y ahora con las piernas y uno y dos y tres… de nuevo, y uno y dos y tres”. Es martes y el reloj apenas marca las 18:00 horas. Más de 35 mujeres vestidas para la ocasión (un leotardo, blusa azul pegada al cuerpo, piernas que no disimulan flaqueza, tenis riguroso y una reutilizada botella de agua sobre el piso) están haciendo aeróbic. La mujer que está al frente de ellas sube y baja un escalón imaginario para que ahora Juana, la cubana sea la canción que parte plaza. Pero ellas no están bailando como Juana; ellas sudan y sudan, o eso quieren.
Como si fuera mandamiento, detrás de una mujer con leotardo hay un par de hombres haciéndole fiesta al morbo. Y detrás de ellos, unas niñas que han decidido utilizar una fuente que no tiene agua como salón de ballet. Dicen que hacen “tabla gicnástica”, pero lo que es cierto es que su profesor se dedica a motivarlas para que se estiren lo más que puedan durante 45 minutos; sin embargo, como la música de las mujeres aeróbicas es tan alta, nadie les pide 15 minutos para El lago de los cisnes, que esperan algún día poder bailar. “¡Ánimo muchachas! De nuevo, y uno y dos y tres”.

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Nació como un proyecto al que nadie le creyó. En el verano de 2007, el Ayuntamiento de Guadalajara, la Secretaría de Desarrollo Humano del Gobierno del Estado y la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno Federal se pusieron de acuerdo para que Guadalajara tuviera un espacio público rescatado para los ciudadanos. Doña María ha llevado esa tarde a su pequeño Martín, de seis años, a ver cómo patinan los adolescentes del lugar.  Recuerda muy bien que “antes aquí era un baldío y unas oficinas de la Conasupo; ahí en la esquina se juntaban los muchachos a piropear a las muchachas y en las noches se echaban sus cervecitas… Ahora ya puedo traer a éste –y le toca la melena a Martín- que le gusta la patineta, tú crees… no se quiere poner casco ni coderas que porque nadie trae; a ver qué cara pone el día que se ponga sus buenos…”.
Como parte del programa nacional Rescate de Espacios Públicos, el presidente Felipe Calderón, acompañado del gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, inauguró oficialmente en Guadalajara el Parque San Jacinto, remozado por medio de este esquema. Los diarios indican que fue el 30 de abril de 2008, como si fuera regalo del Día del Niño. Los políticos saben que no hay nada más electorero que una fotografía con infantes risueños. Doña María no se acuerda ni se quiere acordar de esta fecha, está preocupada porque Martín se subió a la patineta y ahora no se quiere bajar.

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Luis Medina es el oficial de la policía al que los “skates” respetan más y no porque sea el más duro con ellos, sino al contrario “porque es el que se aprieta menos”. Luis es canoso, pero tiene la piel que dan los cuarenta años; trae una bicicleta a la que no se sube dentro del parque porque le gusta jugar con los niños de vez en cuando; dice que tiene tres meses que llegó a San Jacinto y asegura que comúnmente el parque está igual de lleno todos los días “especialmente por las tardes”. Si somos estrictos diríamos que a Luis le toca poner el orden en el Edén, “aunque de vez en cuando vienen personas que no saben que aquí estamos cuidando el parque todo el día, y se llevan sus sorpresas”.
Los niños se corretean por todos lados. Los jóvenes se reparten en las canchas de basquetbol, futbol, voleibol y el skatebording. Los adultos hacen aeróbic y los viejos se sientan en las bancas a ver pasar la vida.  Los domingos, las actividades de la Vía RecreActiva se instalan en el parque con libros y talleres de pintura en cerámica. También hay clases de karate, capoeira, tabla gimnástica y por lo menos, una vez al mes, hay concursos hasta de papalotes y torneos de futbol.
Hace cuatro años, el Parque San Jacinto no tenía Shakiras ni bicicletas, no había persona caminando por sus pisos y la única diversión de por aquí era “jugar fucho en las calles”. El domo que recubre la mayor parte del parque conformaba el techo de unas bodegas de la Conasupo. Aunque parece que, después de inaugurado, ninguna autoridad ha vuelto para poner una manita de gato al lugar, la gente decidió salir todas las tardes  a vivir en un espacio que ya consideran suyo.

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“La neta sí, de vez en cuando vienen y se fuman sus churros, pero no son todos; cada quien sus gustos; pero aquí la policía sí nos trae cortitos, no nos dejan pasar con las tablas a otras zonas del parque y hasta se manchan; un día a un cuate le quitaron su tabla y ya no se la devolvieron, le dijeron un chingo de cosas y hasta le dieron sus coscorrones para que se calmara,  nomás porque se pasó al domo”.
La voz es del “Pickle”, un chavo de 17 años que parece de 23, y es que aquí, en la calle, los niños brincan literalmente a la juventud. Frank dice que tiene 13 años, pero salta sobre la tabla como si tuviera 20. “El Chory”, que es el más robusto de los tres, hace magia mientras escucha música a través de dos chicharos que se mete a cada oído, provenientes de un iPod pirata. Dice que antes de terminar el día debe poder hacer el “flip” o “kickflip” que consiste en girar la tabla en 360 grados a lo largo del eje del “skate” en la dirección del talón de los pies.  Lo que él no sabe es que, después de terminar de platicar y antes de terminar el día se resbalará y caerá de una manera tan estrepitosa que no le quedarán ganas de patinar este día. Después dirá que lo seguirá intentando y seguro lo hará, porque mañana las historias del Parque San Jacinto se pueden revivir y revivir. 

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