Cultura
El arte de pasarlo bien
Niña de dos años que pinta y vende sus obras
Las obras de la pequeña Aelita Andre fueron vendidas antes de su primera exposición colectiva en medio de una polémica. Tanto el galerista como sus padres están convencidos de que la pequeña ha echado por tierra el concepto del arte y amenaza a muchos creadores mayores que ella. No deja de ser una pena que la maquinaria del mercado haya entrado en la esfera de una niña de tan solo dos años de edad. Esa misma maquinaria ha permitido a Tim Patch desarrollar la especialidad de pintar retratos con el pene y hacerse llamar Pricaso. ¿Y qué decir de la caja de zapatos vacía de Gabriel Orozco? Aunque en este caso hay que señalar, en descargo de esa mediocre ocurrencia, que tiene cosas mejores como artista. El que de plano pisó el límite de lo escatológico en su momento fue Piero Manzoni, no solo por enlatar su excremento, sino por cotizar las cajas de 30 gramos al mismo precio del oro.
Pero en los museos las cosas no son mejores. Hace un par de años, el director de Mattel en España dijo convencido que Barbie debía ser declarada patrimonio de la humanidad y hace unos días, el Museo Franz Mayer inauguró una muestra retrospectiva de 200 Barbies (que ya ha sido exhibida en Sotheby’s, por cierto), para mostrar 50 años de historia, moda y diseño. ¿Será que buscan en verdad legitimar la muñeca en la cultura popular del mundo? Y qué decir de las exposiciones de motos Harley Davison y joyería Gucci en el Guggenheim; o las del Metropolitan de Nueva York, que exhibe el impacto de las supermodelos en la cultura popular: esa generación de mujeres objeto que recrearon los diversos cambios sociales del siglo XX.
Así las cosas, David Nahmad, destacado coleccionista de arte, queda como un desubicado marchante al calificar de "fraude" buena parte del arte actual, pues considera que existe el mercado real, con artistas reales, y luego el banal mercado del arte. Lo cierto es que en los últimos cuatro años, este mercado se ha reducido a dos o tres compradores, compitiendo entre sí e inflando los precios de lo que solo ellos consideran arte, de la misma manera que la Hope University de Liverpool consideró necesario abrir un máster en los Beatles.
Vivimos inmersos en la civilización del espectáculo y la frivolidad que describe Vargas Llosa, ante la potenciación del vértigo y la velocidad en los medios de expresión que analiza Jean Ferrés, donde lo exhaustivo se vuelve inabarcable como advierte Gabriel Zaid. Es la modernidad líquida, dice Zygmunt Bauman ¿O será acaso que asistimos a la decadencia de los códigos del saber culto que indica Umberto Eco? Lo que sea, parece que de lo que se trata ahora es de pasarlo bien en medio de felices ocurrencias. Si es así, propongo una encuesta para ver quién es más popular, si las Barbies que exhibe el Franz Mayer o las Fridas que vende el Museo de Arte Popular.
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