Cultura
El INAH trabajó intensamente durante el 2010
Exploración, restauración y limpieza de edificaciones de zonas arqueológicas, además investigaciones de sitios prehispánicos y la apertura al público de uno de ellos en Oaxaca forman parte de las actividades sustanciales que desarrolló el INAH durante este año
Producto de más de una década de trabajo, a finales de septiembre se abrió a la visita pública la Zona Arqueológica Bocana del Río Copalita, en Huatulco, Oaxaca, conjuntamente con su Museo de Sitio, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En este lugar prehispánico se pueden apreciar una cancha de Juego de Pelota de 45 metros de longitud por 23 de ancho (en uso de 200 a 400 d.C.), el llamado Templo de la Serpiente que coincide con esta temporalidad, además de una plataforma que posiblemente fue la base de un templo hacia el 500 a.C.
Las labores arqueológicas que se desarrollarán en 2011 en este lugar —que representó la frontera de los señoríos mixteco y zapoteco— se enfocarán en consolidar el denominado Templo Mayor, que es el edificio más grande del área cívica-ceremonial, cuya base mide 60 metros de ancho por 75 de largo.
A partir de estos trabajos se espera obtener nuevos datos sobre la jerarquía que dominó esta ciudad prehispánica, porque se cree que en esta edificación residió la clase gobernante.
En materia de arqueología subacuática, en febrero se sondeó el cenote Las Calaveras, en Quintana Roo, el cual podría ser el depósito funerario de la época prehispánica mejor conservado y el de mayor concentración de esqueletos humanos del área maya.
Hasta el momento, en su profundidad se han encontrado 120 osamentas y se calcula que la cifra podría ascender a los 150, conforme avancen las investigaciones.
La antiguedad de estos restos óseos oscila entre los años 125- 236 de nuestra era, superando al cenote Chichén Itzá, en Yucatán, que hasta antes de este hallazgo representaba el de mayor número de osamentas depositadas en este tipo de espacios inundados que los antiguos mayas usaron como depósitos funerarios.
En mayo, durante los trabajos de restauración realizados por expertos del INAH en la Zona Arqueológica de Toniná, en Chiapas, particularmente en la parte norte de la Acrópolis, se corroboró que ésta es una de las edificaciones piramidales más grandes de Mesoamérica con 75 metros de altura, sólo comparable con otras del área maya ubicadas en Tikal y El Mirador, en Guatemala.
La Pirámide del Sol, en Teotihuacan, tiene una altitud de 65 metros.
Lo anterior se precisó con la conformación de un mapa tridimensional del sector noreste de este sitio arqueológico maya, con el cual también se pudo determinar que el sitio prehispánico es más extenso de lo que se creía y que sus pirámides están conectadas por medio de calzadas artificiales.
En la Zona Arqueológica de Xochicalco, en Morelos, emprendieron los trabajos de exploración de una calzada prehispánica de aproximadamente 240 metros que conduce a un templo ceremonial dedicado a Quetzalcóatl.
Las labores se realizaron en julio y agosto, con una inversión de poco más de un millón de pesos aportados por el Programa de Empleo Temporal (PET), desarrollado por el INAH y la Secretaría de Desarrollo Social.
Ese dinero se destinó al retiro de vegetación que cubría el empedrado de más de mil años de antiguedad y que lleva a la cima del cerro La Bodega o Coatzin (serpiente), donde se localiza un templo —que se prevé excavar en 2011—, similar en relevancia a la Pirámide de la Serpiente Emplumada.
También en agosto, especialistas mexicanos extrajeron de una cueva inundada en Quintana Roo, a 13 kilómetros de Tulum, el esqueleto de un ser humano que vivió en la Era de Hielo, hace más de 10 mil años, y que se encontraba a 542 metros de distancia de la entrada de la anegada caverna y a más de ocho metros de profundidad.
Denominado como el Joven de Chan Hol, —por el nombre del cenote donde fue hallado y el escaso desgaste de su dentadura que indica corta edad—, el esqueleto se sumó a otros tres (La Mujer de Naharon, La Mujer de las Palmas y El Hombre del Templo) encontrados también en cuevas inundadas cercanas a Tulum.
Los cuatro esqueletos constituyen los predecesores más remotos de América y son pieza clave para entender el poblamiento de América, además fortalecen la hipótesis de que el continente fue poblado a partir de varias migraciones provenientes del centro y sur de Asia, y no sólo por aquellos que cruzaron el Estrecho de Behring.
Los restos del Joven de Chan Hol fueron hallados en 2006 y desde entonces se le realizaron estudios arqueológicos y de antropología física in situ.
Por otra parte, ese mismo mes en la Zona Arqueológica Plan de Ayutla, en Chiapas, el INAH efectuó diversos trabajos de consolidación y restauración de antiguas construcciones mayas, únicas en su arquitectura, así como de un juego de pelota de 65 metros considerado el más grande de la región del Alto Usumacinta.
Ubicado en el municipio de Ocosingo, Plan de Ayutla forma parte de un corredor cultural que incluye a otras urbes mayas como Bonampak, Palenque y Yaxchilán; fue ocupado de 200 a 950 d.C. y, de acuerdo con estudios epigráficos este sitio pudo haber sido en la época prehispánica alguna de las dos legendarias ciudades míticas de las que partió el linaje fundador de Bonampak: Sak T’zi’ o Ak’e’.
En septiembre, el estudio de un montículo prehispánico, conocido como la Estructura 12 de la Zona Arqueológica San Claudio, en Tabasco, fortaleció la teoría de que pudo cumplir la función de observatorio astronómico para registrar el paso del Sol en los solsticios durante la ocupación de esta antigua ciudad maya, desde los primeros siglos de nuestra era hasta el 900 d.C.
La Estructura 12 de este antiguo asentamiento —localizado en el municipio de Tenosique— es un basamento de 2.5 metros de altura que, a su vez, tiene otros dos un poco más elevados en los extremos norte y sur.
La excavación y consolidación de este edificio se suma a otros tres monumentos —las estructuras 1 y 4— que se trabajan en dicho sitio para su puesta en valor.
El 23 de septiembre se celebraron 100 años de la apertura al público y de exploraciones de la Zona Arqueológica de Teotihuacan, mismas que han permitido profundizar en el conocimiento de esta antigua civilización que en su tiempo (150 a.C.-650 d.C.) llegó a ser la sexta ciudad más grande del mundo.
Rubén Cabrera, Eduardo Matos Moctezuma, Alejandro Sarabia y Sergio Gómez Chávez, son algunos de los numerosos arqueólogos que han participado en diversos proyectos de exploración.
Comentaron que en la actualidad se vive una nueva etapa en los trabajos arqueológicos del sitio prehispánico, marcada por la aplicación de tecnologías de punta, como el georradar, escáner láser y un equipo de robótica.
Las investigaciones que se realizan en Teotihuacan, mediante el Proyecto Tlalocan: Camino bajo la tierra, se acrecentaron este año con el uso de un pequeño carro-robot operado a control remoto.
Ello ha ofrecido las primeras imágenes del interior de un túnel localizado debajo del Templo de la Serpiente Emplumada; el pasaje subterráneo fue construido hace más de dos mil años por los teotihuacanos para representar y realizar distintos rituales relacionados con el inframundo.
Finalmente, en los primeros días de diciembre en el sitio arqueológico de Santo Nombre, en Puebla, se concluyó la restauración y consolidación de un par de estructuras piramidales de 14 y 7 metros de altura, que presentan semejanzas con el estilo arquitectónico de Teotihuacan.
Se trata de dos antiguos edificios conocidos como Pirámide de los Caracoles y Pirámide de los Cascabeles de dicho sitio prehispánico ubicado en el municipio de Tlacotepec de Benito Juárez.
Durante este año arqueólogos del INAH exploraron y consolidaron para su puesta en valor como parte de los trabajos encaminados a la apertura al público de este lugar antes de 2012.
Ambas estructuras se suman a las ya restauradas en 2009: la Estructura Sur y la Casa del Nahual.
Este sitio localizado al norte de Tehuacán, en la época prehispánica era un punto estratégico entre las rutas de intercambio con el Centro, el Golfo y la costa oaxaqueña; fue ocupado con distintas intensidades durante más de un milenio, aproximadamente de 400 a.C. a 600-700 d.C.
Síguenos en