Cultura

Dudas de Hidalgo evitaron su llegada a la Ciudad de México

El Padre de la Patria explica en una carta que la pérdida de municiones le impidió tomar la capital del país

GUADALAJARA, JALISCO (24/OCT/2010).- Una de las preguntas que muchos historiadores se han hecho es por qué Miguel Hidalgo y Costilla no siguió el avance de sus tropas hacia la Ciudad de México. Otra interrogante es el cambio de rumbo del Ejército Insurgente después de las victorias obtenidas. Las respuestas de lo anterior nunca se tendrán pues los líderes de la lucha de 1810 nunca explicaron con claridad porqué hubo cambios en la estrategia.

Sin embargo, varios académicos han tratado de reconstruir e interpretar las circunstancias y cómo éstas pudieron incidir en las decisiones tomadas por el Cura de Dolores. Según los investigadores, la elección de dejar para otro momento la capital del país fue uno de los motivos que distanció a Miguel Hidalgo de Ignacio Allende.

El profesor de Historia de la Universidad de Guadalajara (UdeG) Francisco Javier Moreno comenta que es natural preguntarse por qué las tropas insurgentes no siguieron a la Ciudad de México.

Una de las razones puestas sobre la mesa es la conducta del Ejército Insurgente, que saqueaba los sitios en los que triunfaban.

El investigador puntualiza que Ignacio Allende era un “caballero” y buscó trasladar esa cualidad al movimiento, pero no lo logró, pese a que quiso imponer una estrategia de guerra y disciplina militar. “No le interesaba matar ni fusilar a sus enemigos derrotados, mucho menos la violencia o el saqueo”, afirma el docente.

Por su parte, el escritor Francisco Martín Moreno, autor de México Negro, ha señalado  que es evidente que la rivalidad entre los dos líderes del movimiento se debió a que el Cura de Dolores se negó a tomar la Ciudad de México que entonces contaba con una población de 200 mil habitantes.

La ruta

En el libro Luchas por la Independencia, el investigador Silviano Hernández relata  la ruta que siguió la tropa comandada por el llamado Padre de la Patria.

Después del Grito de Dolores, Miguel Hidalgo entró a San Miguel El Grande (ahora San Miguel de Allende), y continuó hacia Celaya, Salamanca y Guanajuato.

“En Guanajuato, el 28 de septiembre de 1810, Hidalgo intentó disuadir de entablar batalla al intendente de Guanajuato Juan Antonio Riaño que desistió de entregar la plaza sin pelear, prefieriendo reunir al regimiento local para acuartelarse en la Alhóndiga de Granaditas (…), los militares al mando de Allende y Aldama penetraron en la Alhóndiga, y una vez adentro mataron a todos los españoles, acto seguido se dio el saqueo de la ciudad”, explica Silviano Hernández en Luchas por la Independencia.

El siguiente punto que tomaron los insurgentes fue Valladolid. Toluca cayó en poder de los insurgentes el 25 de octubre y se esperaba un inminente avance hacia la Ciudad de México. El 30 de octubre, en las Batallas del Monte de las Cruces, los realistas fueron derrotados.

De acuerdo a Silviano Hernández, para evitar una masacre como en Guanajuato, Hidalgo envío a sus emisarios a negociar con el Virrey Francisco Xavier Venegas. Y a partir de este hecho, el Padre de la Patria cambió el rumbo del movimiento: en vez de tomar la capital del país, avanzaron hacia el Bajío para continuar su lucha. Ahí comenzaron las “desgracias” de los insurgentes con la derrota de Aculco, a partir de la cual se dirigieron rumbo a Guadalajara.

Insurgentes avanzan hacia el Bajío Carta firmada por Hidalgo

Siempre se ha especulado por qué Miguel Hidalgo, después de su triunfo en la batalla del Monte de las Cruces, no tomó la Ciudad de México a la vista de sus tropas. Se ha dicho que su temor fue que entregándose al saqueo y la violencia sus 80 mil seguidores, el movimiento de Independencia se desacreditaría totalmente. Sobre todas las conjeturas es preciso atender al único documento oficial que ha dejado el Padre Hidalgo, relativo a su retirada, y a los hechos y circunstancias que debieron influir en su ánimo para adoptar tal resolución. Esta carta la firmó en el cuartel general de Celaya el 13 de noviembre de 1810, y su firma fue autentificada al margen del escrito, 17 años después, por quien fuera su secretario, Don Ignacio López Rayón, quien a la muerte del Padre de la Patria fue presidente de la Junta Nacional de Zitácuaro en 1811.

El documento en mención, que se transcribe en el tercer tomo de México a través de los siglos, dice lo siguiente:

El vivo fuego por largo tiempo mantuvimos en el choque de las Cruces debilitó nuestras municiones, en términos que convidándonos la entrada a México las circunstancias en que se hallaba, por este motivo no resolvimos su ataque, y sí retroceder para habilitar nuestra artillería. De regreso encontramos al ejército de Calleja y Flon, con quienes no pudimos entrar en combate por lo desproveído de la artillería; sólo se mantuvo un fuego lento y a mucha distancia, entretanto se daba lugar a que se retirara la gente sin experimentar quebranto, como lo verificó.

Esta retirada necesaria por la circunstancia, tengo noticia se ha interpretado por una total derrota, cosa que tal vez puede desalentar e imponga a los habitantes de la ciudad, en que de la retirada mencionada no resultó más gravamen que la pérdida de algunos cañones y unos sis uoacho (sic.) hombres que se ha regulado perecieron o se perdieron; pero que ésta no nos debe ser sensible, así porque en el día está reunida nuestra tropa, como porque tengo montados y en toda disposición 40 y tantos cañones reforzados de 12, 16 y de otros calibres y en diversos puntos, por lo que concluidos los más que están vaciando y proveídos de abundante bala y metralla, no dilataré en acercarme a la capital de México con fuerza más respetables y temibles a nuestros enemigos.

Me dirá usted en contestación cómo se hallan esos ánimos, qué noticias corren con alguna probabilidad, qué se dice de México, Tlaxcala, etcétera, y últimamente cuanto ocurra.

En regular que se hayan reunido los bienes de los europeos, y el que se hayan vendido algunos; el dinero existente de éstos, de rentas y lo más que pueda realizarse de acuerdo con el corregidor, me lo remitirá para la conclusión de mis disposiciones. Dios guarde a usted muchos años.
Cuartel General de Celaya, noviembre 13 de 1810.

Miguel Hidalgo, Generalísimo de América.

Al margen.- La letra del presente es propia mía y la firma la misma que usaba el Benemérito Hidalgo, de quien era secretario. México Octubre 5 de 1827. Ignacio López Rayón.
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