Cultura

Domi, un espíritu libre

La artista oaxaqueña expone pinturas que realizó en los últimos años y en las que recrea el mundo mágico de su pueblo, San Pedro Ixcatlán

GUADALAJARA, JALISCO (27/OCT/2010).- Hay cosas mágicas que la escuela terminaría por arruinar. Y posiblemente eso le pasaría a Domi si tomara clases de pintura. Sería, pues, como si le achataran el espíritu libre con el que traza mundos fantásticos.

Su postura de seguir siendo artista autodidacta no ha cambiado a más de 40 años de que se plantó por primera vez ante un lienzo, lo cual es evidente en la exposición que se encuentra en el Ex Convento del Carmen, con piezas que son como peceras llenas de color, magia y naturaleza, toda la que su memoria corporal guarda de su pueblo natal, San Pedro Ixcatlán, Oaxaca.

La mayoría de los óleos y los acrílicos tienen unidad en las tonalidades y en las temáticas: hay rostros alargados con cabelleras de pez, humanos con alas en vez de manos y extremidades de reptil en vez de piernas, y animales de arcoíris.

La oaxaqueña de 62 años de edad llegó el jueves pasado a la rueda de prensa de la exposición titulada La pintura de Domi, con su cabellera agarrada, pantalón negro, blusa bordada, un reloj y toda la sencillez que muchos artistas quisieran. Cuando el director de Artes Visuales de la Secretaría de Cultura (SC) de Jalisco, Paco Barreda, le pidió que hablara sobre su creación, ella volvió a mostrar que las ceremonias poco le importan y que no son necesarias para explicar el arte.

“Bueno, pues buenas tardes. La expo quedó muy bonita”, dijo Domi espontáneamente para empezar el diálogo, con un español todavía pintado por el mazateco, su lengua materna de la que se alejó a los 15 años de edad, cuando dejó Oaxaca para irse a vivir a la Ciudad de México. Luego compartió que la naturaleza sigue presente en su obra, tal vez porque al menos dos o tres veces al año viaja al Sur de México y en su mente siguen vivos aquellos paisajes de su infancia en el campo. “Ahora que fuimos a mi pueblo visitamos los lugares donde vivió María Sabina. Y voy paseando por todos lados, los veo y se me quedan grabados”.

Paco Barreda comentó que siempre ha sido admirador de la obra de Gloria Domingo Manuel, conocida como Domi, y que hace dos años le propuso una muestra.

“Cuando expuso Antonio Ramírez (pareja de la oaxaqueña), le dije a Domi que tenía espacio para ella y me da gusto ahora tenerla aquí. Soy seguidor de ambos desde que llegaron a Guadalajara, en 1983. Y Domi, hasta hoy, sigue siendo una pintora alegre, optimista, muy mexicana y perfectamente reconocible por su trazo”, resaltó el funcionario.

La pintura de la oaxaqueña está relacionada con el arte naif, que viene de raíces muy primitivas que no están moldeadas por la formación académica, a la cual Gloria Domingo se sigue negando: hace poco tuvo oportunidad de estudiar Artes Plásticas en la Ciudad de México, y se arrepintió por miedo a perder su libertad. Su esposo, el pintor Antonio Ramírez, no tiene duda de que, si entrara a la escuela, la reprobarían, porque Domi sentiría que le encarcelan su imaginación.

Para Paco Barreda, ella es de las pocas coloristas que existen en la ciudad y “su obra tiene mucha fuerza, siempre nos presenta mundos distintos, donde sus raíces siempre son importantes”.

El primer contacto con el color

Desde chiquilla, Domi comenzó a imitar los dibujos y bordados que hacía su tía en San Pedro Ixcatlán, un pueblo oaxaqueño muy cercano a Veracruz.
En aquel entonces estudiaba primer año de primaria, pero tuvo que dejar la escuela por la situación económica familiar y “porque mi papá decía que nomás íbamos a mandar cartas a los novios. Y yo le decía: ‘No, yo no voy a ser igual, te lo prometo, apá’”. Los siguientes años se dedicó al campo, donde sembraba maíz, frijol, calabaza, jitomate y chile, dieta básica de toda comunidad indígena.

La lengua materna de Domi es el mazateco. El español lo aprendió gracias a una mujer amiga de su familia, que iba a San Pedro Ixcatlán a vender camarón, chocolate, pan y otros alimentos.

Años después llegó Antonio Ramírez a dar clases de primaria a la población indígena y “la gente decía que ese señor robaba muchachas, porque llegó con todo y pelo largo -cuenta Gloria Domingo-. Luego nos hicimos novios y un día, de repente, sacó sus pinturas y  vi cómo hacía un torso; luego me confesó que era pintor”.

A los 15 años de edad salió de Oaxaca rumbo a la Ciudad de México, y su esposo la animó a experimentar con óleo. “Me desesperaba por el embarradero que se hacía, porque no se secaba la pintura, y él me decía que tuviera calma. Y luego usé el acrílico, pero no me gustó porque se secaba rápido. Ahora, casi todo lo que hago es en óleo”, cuenta la artista en medio de risas.

De ahí en adelante ha sido una enamorada del arte. Antonio Ramírez cuenta que a veces coinciden en el espacio donde pintan, pero que ella es mucho más rápida que él. “Yo sigo teniendo pánico al lienzo en blanco. Y ella parece que ya sabe lo que va a pintar. Yo puedo tardar todo el día y, mientras hago un cuadro, Domi hace tres”.

Con Antonio Ramírez, Domi conoció la vida en la ciudad. El amor. La maternidad. El color. Las formas. El arte. Y hasta la lectura, “porque eso sí que me gusta: cada que tengo un descansito, agarro un libro”, confiesa la creadora, quien ha participado en más de 20 exposiciones en distintas latitudes de México, en Estados Unidos y en Francia.

La rueda de prensa terminó. El pintor, quien realizó el mural del Congreso del Estado y ha compartido proyectos artísticos con el Subcomandante Marcos, tomó del brazo a Domi, y avanzó entre sus coloridas pinturas hacia la salida del Ex Convento del Carmen, con un periódico debajo del brazo.

Para saber

El arte naif se aplica a la corriente artística caracterizada por la ingenuidad y espontaneidad, el aprendizaje autodidacta de los artistas, los colores brillantes y contrastados, y la perspectiva poco académica captada por la intuición.
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