Cultura
De lecturas varias
Se trata de un episodio menor de la historia diplomática de la época; lo único que lo hace memorable es que con el embajador viajó su mujer
Se trata de un episodio menor de la historia diplomática de la época; lo único que lo hace memorable es que con el embajador viajó su mujer, Lady Mary, quien dejó una colección de cartas sobre la vida en la antigua Bizancio que revela un magnífico ojo para la observación “de campo” y una gran capacidad para narrar y comentar sus experiencias.
Lady Mary Fielding había nacido en 1689, hija del conde de Kingston. A los 23 años se fugó con Edward Wortley Montagu, quien había sido rechazado como pretendiente por no aceptar las condiciones financieras para el contrato de matrimonio que imponía el presunto suegro. Al comenzar el reino de Jorge I, Mary y su marido vivían en Londres; él era miembro de la Cámara de los Comunes y ella tenía amistad con los hombres de letras más prominentes de Inglaterra y se carteaba con intelectuales de otros países. Mary había tenido una excelente educación y por sus conocimientos y sus excentricidades se convertiría en el modelo de la inglesa refinada, inteligente y un tanto deschavetada que se halla en la literatura desde el siglo XVIII hasta bien entrado el XX.
Fue una escritora prolífica, de quien se conservan ensayos y poemas (satíricos y serios) publicados en vida; desafortunadamente su hija, temiendo un escándalo más de los varios que dio Lady Mary a lo largo de su vida, destruyó sus diarios y buena parte de su correspondencia. Pero lo más conocido de su obra son las cartas que desde la embajada otomana escribió a distintos corresponsales, amigos como Alexander Pope o el Abbé Conti o miembros de su familia.
Por su estilo elegante, su narrativa divertida y lo curioso y pintoresco de lo que relataba fueron desde poco después de morir la autora muy populares dentro de la voluminosa literatura de viajeros ingleses que empezaban a aventurarse por todos los continentes en vísperas de la gran empresa imperial. Fue una de las precursoras del orientalismo que tan de moda estaría por largo tiempo. Sus cartas pudieron publicarse gracias a que las dejó en manos de un amigo y no cayeron en las de la hija pirómana que sin duda las habría sumado al resto de los papeles destruidos.
Lady Mary Wortley Montagu, que de joven había perdido a su hermano más querido en una epidemia de viruela que también a ella le desfiguró la cara (había sido muy bonita), regresó a Inglaterra llevando entre sus conocimientos del exótico mundo oriental la primera vacuna contra la viruela.
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