Cultura

De Wannsee al fin de Auschwitz: el exterminio planificado

El 27 de enero se celebra el 70 aniversario de la liberación del campo nazi de Auschwitz

De Wannsee al fin de Auschwitz: el exterminio planificado
BERLÍN, ALEMANIA (23/ENE/2015).- Entre la Conferencia de Wannsee que tramó la ''solución final'' y la liberación del campo nazi de Auschwitz, el 27 de enero de 1945, discurrieron tres años en que el Tercer Reich ejecutó un genocidio sin precedentes, orquestado con mentalidad burocrática y orientado al exterminio de once millones de judíos.

''Es imposible calibrar qué nos horroriza más: los planes trazados por el nazismo o cómo los plasmaron en la realidad'', apuntaba esta semana la ministra alemana de Cultura, Monika Grütters, en el 73 aniversario de la Conferencia de Wannsee, y ante la próxima conmemoración de la entrada las tropas soviéticas en Auschwitz, hace 70 años.

''Hay que desarrollar una cultura del recuerdo efectiva. Quién sabe dónde estaremos los poquitos supervivientes que quedamos en el siguiente aniversario'', advertía el exministro de Exteriores polaco y expreso de Auschwitz, Wladislaw Bartozewski.

Ambos, la ministra del gobierno alemán y el ex diplomático polaco, de 93 años, reflexionaron en voz alta desde la sensación de irrealidad que sigue envolviendo al Holocausto, por lo monstruoso, por encima de los testimonios gráficos y humanos que lo avalan.

En Wannsee, el idílico lago de las afueras de Berlín, se reunieron quince altos funcionarios nazis que trazaron la ''solución final'' para los once millones de judíos que, según sus cálculos, debían exterminar hasta lograr el objetivo de un Tercer Reich victorioso y ario.

La cita fue el 20 de enero de 1942, en el número 56-58 de una calle junto al lago, y estuvo convocada por el jefe de Seguridad, Reinhard Heydrich, con asistencia de los secretarios de Estado de los principales ministerios y de Adolf Eichmann, en formato de ''desayuno y reunión de trabajo''.

Adolf Hitler llevaba casi nueve años en el poder y el Holocausto era ya una realidad plasmada en masacres en el Báltico, Bielorrusia y Ucrania, con deportaciones de judíos alemanes y del resto de Europa a un centenar de campos de concentración, como Auschwitz.

Pero la maquinaria nazi quería optimizar la coordinación de todos los estamentos de su aparato y el resultado fue un plan trazado en términos burocráticos y prácticos, como si el exterminio fuera algo meramente administrativo que requería, ante todo, eficiencia.

Se detalló así un organigrama de las deportaciones, cómo se dirigiría a los judíos a campos de exterminio o de trabajo y cómo se seleccionaría a quienes debían trabajar como esclavos para la industria colaboradora y a quienes irían a la eliminación inmediata.

Auschwitz funcionaba ya a pleno rendimiento y el exterminio judío era objetivo del dictador, aunque su firma no quedó estampada en las actas de la reunión, tal vez por tratarse de un asunto considerado burocrático.

La villa de Wannsee es desde 1992 un museo donde se conservan las actas de la reunión, mientras que en Auschwitz se documenta la existencia de los centenares de barracones de un complejo que ocupó 40 kilómetros cuadrados, entre el campamento base y el vecino Birkenau.

En Wannsee se exponen los planes de exterminio de los once millones de judíos, cerca del doble de los que murieron hasta la Capitulación del Tercer Reich, el ocho de mayo de 1945.

Sólo en Auschwitz fueron asesinadas 1.1 millones de personas, en su gran mayoría judíos.

Auschwitz es ''sinónimo del horror porque los humanos necesitamos comprimir algo que nos sobrepasa en símbolos. De otro modo nos perdemos en la irrealidad, entre términos y cifras'', comentaba en el mismo foro Gesine Schwan, politóloga y ex presidenta de la Universidad germano-polaca de Viadrina.

''Muchas cifras, sí. Auschwitz sintetiza una tragedia humana colectiva. Pero, en realidad, cada uno de los que estuvimos ahí pasamos nuestro propio Auschwitz'', explicaba Bartozewski.

El último libro del ex ministro polaco lleva por título justamente ''Mein Auschwitz'' (''Mi Auschwitz'') y relata la experiencia de ese joven católico que estuvo preso en ese campo, entre 1941 y 1942.

Cuando salió se enroló en una organización de la resistencia que salvó la vida a miles de judíos.

''La gran lección que aprendí: no dejarse arrastrar por la brutalidad, seguir siendo persona. Por eso es importante que no se borren las huellas. Para cuando hayamos desaparecido las personas''. reivindicó.
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