Regresar a Marruecos o ser abandonados, la odisea que viven migrantes en España
Bajo un sol rutilante, grupos de hombres jóvenes deambulan por las calles de Ceuta; sin embargo, su euforia inicial de haber llegado a suelo europeo se evaporó
Amanece en la playa de El Tarajal en Ceuta, y a 50 metros, en el agua, asoman decenas de cabezas. Son migrantes que tratan de llegar al enclave español, como los ocho mil que lo hicieron desde el lunes.
Ceuta se encuentra a apenas 200 metros a nado desde la playa que hay del lado marroquí. Sin embargo, nadar con ropa puede llegar a ser agotador, y muchos acaban pidiendo ayuda a una patrulla marítima de la Policía española.
Abdelaziz Belawi, de 37 años, llegó el lunes junto con otros miles de migrantes, nadando desde la vecina ciudad marroquí de Castillejos.
Dice que "lleva mucho tiempo sin comer" y que vino en busca de trabajo, huyendo de su país de origen, donde la crisis derivada de la pandemia y el cierre de fronteras lo dejó sin empleo.
Bajo un sol rutilante, grupos de hombres jóvenes deambulan por las calles de Ceuta. Hace dos días que están en la zona, y su euforia inicial de haber llegado a suelo europeo se ha evaporado.
Aburridos y con el estómago vacío, dan vueltas por uno de los parques de la ciudad, y se tumban a descansar sobre la hierba. Pese a los esfuerzos de varias ONG's que distribuyen comida, muchos dicen sobrevivir con la ayuda de gente de la calle.
Miedo
"La vida no tiene significado para el Gobierno marroquí", dice Mohammed Tribak, que llegó el lunes a Ceuta.
"¿Ves la gente que está muriendo en el mar?", se pregunta, y asegura que si tantos arriesgan su vida no es por capricho sino por la "crisis y el "trabajo que no hay" en Marruecos.
"La vida no tiene significado para el Gobierno marroquí. ¿Ves la gente que está muriendo en el mar?"
Rachid al Azuzi, de 15 años, vino de Tetuán, una ciudad a unos 40 kilómetros al sur. Su familia ni se enteró de su partida.
"He tenido miedo, no de nadar, sino de ver tanta gente", dice. "Hice la mitad (del recorrido) por la orilla, y después unos 50 metros nadando", añade antes de que alguien le preste un teléfono para hablar con su padre, enfadado pero aliviado de saber que su hijo está vivo.
En la playa de El Tarajal las llegadas continuaron este miércoles, pero con cuentagotas. La Policía y el Eejército español se desplegaron por la arena y las rocas situadas en la frontera, protegida por una valla metálica.
La valla se prolonga sobre un pequeño espigón, que delimita la frontera entre África y la UE. Una vez rodeado a nado el espigón, algunos intentan llegar hasta la orilla, burlando la vigilancia de las fuerzas de seguridad españolas.
Los migrantes, en su mayoría hombres jóvenes, llegan vestidos con pantalón o con traje de baño.
"He tenido miedo, no de nadar, sino de ver tanta gente. Hice la mitad del recorrido por la orilla, y después unos 50 metros nadando"
Pero al poco de pisar suelo español son detenidos y conducidos a la valla fronteriza, por cuyas portezuelas son expulsados de vuelta a Marruecos. Desde el lunes más de cinco mil 600 fueron expulsados, según el gobierno español.
Ninguno es autorizado a entrar en la ciudad de Ceuta este miércoles. La excepción es un hombre de 29 años, de nacionalidad francesa y marroquí, que vino con sus documentos de identidad envueltos en una bolsa de plástico.
Empapado y con los pies desnudos cubiertos de arena, Mohammed Rezzoughi dijo que viajó a Marruecos durante el Ramadán, y se vio bloqueado allí a causa del cierre de fronteras, lejos de su mujer y sus hijas que residen en Agen, en el suroeste de Francia.
"No tuve más opción"
"Con el COVID todo estaba bloqueado, la frontera cerrada y no me quedaba más opción que irme a nado. Era la única solución", explica. Tras presentar su permiso de conducir francés a la policía, se le permitió pasar.
"Con el COVID todo estaba bloqueado, la frontera cerrada y no me quedaba más opción que irme a nado. Era la única solución"
Cuenta que para venir se compró un chaleco salvavidas, porque no sabe "nadar del todo bien".
Un agente de la Guardia Civil española le confirma que es libre de seguir su camino, pero que deberá pagar una multa por haber entrado de forma irregular.
Mientras se dirige al centro de Ceuta, otros tienen menos suerte y caminan sin rumbo, a la espera de ser devueltos a Marruecos.
"Hay muy poco trabajo en Marruecos", dice Othman, un joven barbero de 24 años de Tetuán, que cree sin embargo que "en España hay trabajo para nosotros".
JM