Con apenas 10 años, Diana ya era habilidosa con su celular, se entretenía con aplicaciones de juegos como Roblox, donde podía charlar con miles de personas, incluyendo mayores que se hacen pasar por menores de edad. Uno de ellos la invitó a una fiesta y ella accedió, pues creyó que era otro niño. Por fortuna el engaño se descubrió cuando sus papás la llevaron a la supuesta reunión.Éste fue uno de los muchos casos de “grooming” que ocurren en Guadalajara, aunque uno de los pocos que no concluyen con el abuso del menor mediante falsos perfiles en redes sociales o aplicaciones que parecen inofensivas, como Roblox, remarca Gabriela Rojas, integrante de la fundación Prevención del Abuso Sexual Infantil (PAS).A casi un año de que en Jalisco se aplicaron reformas al Código Penal para tipificar como delito el “grooming”, el “sexting” (compartir fotografías de contenido erótico-sensual) y el ciberacoso, las investigaciones al primer semestre de 2018 casi igualan a las de todo el 2017, informa la Policía Cibernética de la Fiscalía General.Mientras que en 2017 la Policía Cibernética colaboró en 65 investigaciones por acoso a menores, de las que tres fueron por porno-venganza o “sexting” y una por trata de personas, entre enero y julio de 2018 ya suman 53 casos de acoso, cuatro de "pornovenganza".Tras recibir una denuncia, el Ministerio Público solicita colaborar a la Policía Cibernética, que indaga directamente con la red social asociada al hecho delictivo, como Facebook o WhatsApp. Como las agencias atraen los casos y tipifican el delito, la Policía Cibernética no cuenta con estadísticas precisas de denuncias.Sin embargo, Eduardo Cruz Mogel, presidente de la fundación PAS, explica que el aumento de las denuncias no implica que se duplicaran los casos en un solo año, sino que la población se dio cuenta de la existencia de estos delitos tras tipificarlos.De acuerdo con las estadísticas de la fundación, cuando en 2017 dos de cada 100 atenciones eran por abusos contra menores a través de internet, en 2018 las atenciones a víctimas de ciberdelitos subieron a 40 de cada 100 atenciones.La incidencia de ciberdelitos contra menores de edad no reducirá sólo con sanciones, sino que se requieren campañas de prevención que deben involucrar a las autoridades y la sociedad, más porque la Policía Cibernética de la Fiscalía General ha documentado que el fenómeno existe en prácticamente todas las primarias y secundarias.“Lo primero que nos estamos dando cuenta es que los ‘packs’, lo que conocemos con el nombre técnico de ‘sexting’, pero que los menores conocen como ‘pack’, es algo que está muy presente en todas las escuelas… no hay ninguna que no tenga una situación de ésta”.Aunque en distintos grados, el fenómeno no hace distingos si se trata de un colegio o una escuela pública, asevera una de las investigadoras de la Policía Cibernética, que por protocolo no proporcionó su identidad.El 7 de septiembre de 2017 se aprobaron reformas al Código Penal de Jalisco para sancionar con cárcel los delitos como el “sexting” (compartir imágenes de desnudos), el “grooming” (adultos que engañan a menores para obtener fotos o encuentros sexuales) y el ciberacoso (molestar por mensajes electrónicos e incitar al suicidio).No obstante, las autoridades se han dado cuenta tras atender los casos que la mayoría tienen su origen en la falta de información, tanto de padres de familia como del personal docente de las escuelas.Esto dio origen al programa Seguridad Cibernética. A través de un oficio, las escuelas de todos los niveles educativos, sean primarias, secundarias y hasta universidades, solicitan la presencia de la Policía Cibernética para impartir pláticas informativas en los planteles.Uno de los tópicos es cómo cuidar los equipos tecnológicos, desde las contraseñas. Actualmente, la Fiscalía de Jalisco ha documentado un fenómeno en el que los niños y los adolescentes entregan sus contraseñas a sus amistades como una muestra de confianza, pero que dan pie a conductas delictivas.“En caso de que haya una ruptura amistosa o amorosa, claro que va a haber más posibilidades de publicar las imágenes”.Publicar información en exceso es otro de los puntos que tratan en sus pláticas. Las personas victimarias estudian a sus víctimas a través de sus publicaciones en redes sociales, saben sus edades, gustos, horarios y descubren la oportunidad para atacar.La Policía Cibernética reconoce que hace falta perfeccionar el programa y llegar a más escuelas, pues en 2017 y lo que va de 2018 sólo han llegado a más de 50. La mayor parte de las solicitudes es de secundarias, aunque admitieron que deben incursionar más en las primarias.Si un padre de familia le pregunta a su hijo menor de edad qué es un “pack” seguramente se llevará una sorpresa, pues es un término común en las escuelas primarias, secundarias y preparatorias, indica Eduardo Cruz Mogel, presidente de la fundación Prevención del Abuso Sexual Infantil (PAS).“El 100% de los niños sabe qué es el ‘sexting’, sabe qué es un ‘pack’, qué es un ‘nude’, cómo se mandan las fotografías, cómo las comercializan, cómo las venden, quién las vende, quiénes viven una extorsión y quién los está molestando”.Un “pack”, precisa, hace referencia a compartir una imagen o video con contenido erótico-sensual, aparentemente de manera consensuada, de igual a igual. Sin embargo, se corre el riesgo de que uno de los dos participantes divulgue los contenidos sin el permiso del otro, lo que actualmente es un delito.Y caso contrario, cuando en la fundación se acercan con los padres de familia a través de sus visitas a los planteles o mediante las consultas, nueve de cada 10 papás no tienen idea de la existencia de esos fenómenos ni de que sus hijos pueden estar involucrados.Antes de intentar corregir o reprender a un menor de edad por incurrir en la práctica del “sexting” o el ciberacoso, así sea como víctimas o como ofensores, los padres de familia y el personal docente deben actualizarse en las nuevas tecnologías, si son personas adultas que se han quedado rezagadas, acentúa Francisco José Gutiérrez Rodríguez, jefe del Departamento de Psicología Básica de la Universidad de Guadalajara (UdeG).“El problema radica en que muchos de los padres y profesores, antes de intervenir con los niños, necesitan una alfabetización informática”.Los adultos deben documentarse sobre los intereses de los menores y después tratar de acercarse sin invadir sus vidas privadas, sino comenzar a ganarse su confianza al comentar lo que pueden encontrar en internet, los riesgos y consecuencias: ser víctima de un ofensor adulto, ser objeto de ciberacoso por parte de sus compañeros y tener en cuenta que la información y fotos que comparten se vuelve pública.El académico explica que la educación sobre el uso correcto del internet es la mejor manera para prevenir los ciberdelitos, pues es muy difícil en estos tiempo prohibir a los menores la interacción a través de las redes sociales, porque ya no son sólo cuestiones recreativas sino que a través de éstas envían tareas escolares, establecen contactos sociales o se enteran de noticias.Este aparente analfabetismo informático ha sido observado también por grupos de la sociedad civil, como Prevención del Abuso Sexual Infantil (PAS), que durante las intervenciones que han llevado a cabo en planteles de educación básica han observado el desconcierto de padres y maestros, indica el presidente de la Fundación, Eduardo Cruz.“Nos damos cuenta que nuestros adultos responsables, que son los adultos claves, los docentes y los padres, no están del todo alfabetizados tecnológicamente y eso también les impide alcanzar a visualizar y percibir el problema”.Esta situación hace que cada grupo valore de distinta forma las repercusiones de esas prácticas. Por ejemplo, para los menores de edad los problemas no son el “sexting”, sino el hostigamiento que viene después de que publican su información.Los padres, en cambio, generalmente creen que el principal problema de las redes sociales es la manipulación; es decir, el tiempo que sus hijos utilizan en internet, mientras los maestros ven como principal problema la violencia gráfica.“Entonces no hay ningún cruce que nos diga que los tres están percibiendo el problema de la misma manera, de eso nos dimos cuenta”.A sus 14 años, Melissa cursaba aún el segundo nivel en una secundaria privada hace cuatro meses junto con otros tres compañeros, Alan, Miguel y Christian, con los que regularmente convivía. Desde años atrás llamaba la atención de los otros niños debido a sus finos rasgos y facciones, era muy popular.Uno de ellos, Alan, tenía especial atención hacia ella y un día decidió ir a otro nivel. Primero el coqueteo que, a través del Whatsapp, era más desinhibido que en persona.Una noche comenzó a solicitarle fotografías eróticas, que le enviara “el pack”, como es conocido por todos.Melissa se negó, no podía acceder a lo que le solicitaba Alan, pero él comenzó a insistir en el chat, que es el modo en el que operan los infractores, un acoso constante que va minando en la mente de sus víctimas.Cuando estaba en casa, Melissa constantemente se escabullía de la vista de sus padres para entablar estas “conversaciones”, que no eran otra cosa que un intercambio de ideas cortas donde él la halagaba, le confesaba su atracción y la admiración hacia su cuerpo con palabras y emoticones.Le pedía insistentemente “el pack”, con la promesa de que el asunto sería sólo entre los dos; incluso, le enviaba algunas imágenes para tratar de comprometerla: unas por otras.Finalmente, Alan consiguió que Melissa accediera y se tomó una fotografía sugestiva en ropa interior. Hasta este punto se consumó el “sexting”, el compartir imágenes erótico-sensuales de manera consensuada.Pero él no quedó satisfecho, quería más, y comenzó a pedir videos y más imágenes con menos ropa. Sucedió otra vez, pero ella ya no quiso proseguir. Fue que Alan decidió exigirlas y para ello pasó a la extorsión: la amenazó con compartir las fotografías si no le enviaba más.Melissa le mandó siete “packs” para evitar que el menor cumpliera sus amenazas.Sin embargo, para Alan eso ya no era suficiente, por lo que le pidió un encuentro sexual, lo que Melissa rechazó por completo. En venganza, Alan compartió las imágenes con Miguel y Christian y les sugirió la idea de averiguar cuánto pagarían los demás alumnos del colegio por las imágenes.La sugerencia germinó en los dos adolescentes quienes pusieron en venta las imágenes por 500 pesos. Melissa se enteró poco después de la traición de Alan con la divulgación de las fotografías y los señalamientos de sus compañeros.La moral de la jovencita se derrumbó hasta que sus padres finalmente se enteraron. Al revelar el problema se enteraron de que Alan fue el autor intelectual, pero como la mayor parte de los infractores, lo negó: dijo que ella le pasó las imágenes de manera voluntaria y que sus amigos vendieron las fotos sin que él se los solicitara.Afortunadamente, lo que se sanciona en el caso del “sexting” es compartir las imágenes a terceros sin el consentimiento de la víctima.La motivación para la práctica del “sexting” es distinta entre niños y adolescentes porque depende de la madurez mental, apunta Francisco José Gutiérrez Rodríguez, jefe del Departamento de Psicología Básica de la Universidad de Guadalajara.En el caso de los infantes, aún no han adquirido una noción clara de las consecuencias lógicas de sus actos, por lo que pueden comenzar a compartir imágenes de manera instintiva, por aprendizaje social, sin advertir las consecuencias.Esto es conocido por los ofensores, quienes buscan niños que pasan tiempo solos y sin cuidados parentales, además que no cuenten con seguridad informática, por lo que son vulnerables al engaño: al actuar de manera natural no cuestionan la identidad de las personas con las que interactúan.En los adolescentes, en cambio, lo que los motiva es obtener la legitimación de sus pares. Así, para un adolescente es más importante contar con el reconocimiento social pese a tener que ganarlo a través de una conducta ilícita, como subir un video que le tomaron a una compañera.“Lo que importa es el reconocimiento, el número de ‘likes’, el número de comentarios, la polémica que generan, que es altamente gratificante porque sienten que ya son tomados en cuenta”, señala Gutiérrez Rodríguez.Aunque las sanciones aprobadas por los ciberdelitos no han impactado en la incidencia en la práctica del “sexting” o el ciberacoso entre menores de edad, sí logran inhibir que los adultos incurran en estos tipos penales cuando intentan vengarse de sus parejas, indica Guadalupe Ramos Ponce, integrante del Comité de América Latina y del Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem).Desde septiembre de 2017, cuando se aprobaron las reformas al Código Penal de Jalisco, ya han atendido a víctimas cuyos ofensores se retractaron de intentar divulgar las imágenes íntimas de sus exparejas antes de que las jóvenes denunciaran.“Fueron tres casos concretos de dos chicas estudiantes de preparatoria y una de la universidad, en donde después de terminar la relación los exnovios pretendían utilizar las fotografías íntimas que se tomaron en común acuerdo en su momento, pero después que terminaron la relación, los tipos las amenazaban con publicar las fotografías”.Según Ramos Ponce, las jóvenes no necesitaron denunciar, pues al asesorarse e informar a sus exparejas de que podrían ir a parar a la cárcel si divulgaban esas fotografías, los sujetos decidieron no hacerlo.“Cuando las asesoramos y les confirmamos que era un delito y demás, una vez que ellas se los informaron a los tipos, éstos dejaron de amedrentarlas. Los tres casos fueron igualitos y no fue necesaria la denuncia”.En una de las atenciones, la víctima le informó a su expareja que denunciaría. Y en los dos restantes fueron trabajadoras del Cladem las que realizaron llamadas a los sujetos. “Solamente con esa llamada donde advertimos de las consecuencias de los delitos fue suficiente”.Para evitar involucrarse en este tipo de problemas, Guadalupe Ramos Ponce, integrante del Cladem, recomienda a las mujeres no permitir tomarse fotografías íntimas con sus parejas bajo ninguna circunstancia.“Que no accedan a ese tipo de conductas, aunque no son obligadas, sino por la relación con sus parejas en su momento no alcanzan a medir la magnitud del riesgo ni lo que implica el compartir esas fotografías con una pareja. Aunque en ese momento estén muy enamoradas, el amor es muy cambiante”.Incluso, existe riesgo aunque no se compartan las fotos, pues el sólo hecho de tomarlas y estar almacenadas en el teléfono hace posible que sean divulgadas, así sea a través de una aplicación o por el robo o extravío del aparato celular.Anteriormente a las reformas penales, Cladem en Jalisco no había recibido solicitudes de asesorías por “sexting” u otros delitos sexuales por internet. “Esta información sirvió para que las chicas se asesoraran”.Sigue: #DebateInformador¿Revisa constantemente la información que almacenan en los celulares sus hijos menores de edad?Participa en Twitter en el debate del día @informador