'The Last of Us', el simulador perfecto del fin de la era humana

GUADALAJARA, JALISCO (22/MAR/2014).- Comencé controlando a una niña que buscaba a su padre, dentro de su hogar. La llevé al piso de abajo, pues recién despertaba de una siesta. La televisión en el cuarto próximo al suyo estaba encendida y llamó mi atención; la chica del noticiero trataba de explicar la crisis que comenzaba a desatarse, cuando una explosión cortó su transmisión... y quizá su vida.

Seguí el camino y me asomé por la ventana; una estela de humo me confirmó que el enlace en vivo se transmitía a unos kilómetros de donde la pequeña se encontraba. Tres patrullas, sirena abierta, pasaron a toda velocidad afuera de la residencia, mientras un teléfono, el de su padre, sonaba insistentemente. Pero él entró de forma abrupta y detonó su arma contra un vecino rabioso que lo seguía. Y fue la primera vez que brinqué del asiento.

Abordé un auto. Joel, el padre de la niña, y su hermano, Tommy, lo conducían. Miré cómo las granjas vecinas estaban en llamas, hasta que un embotellamiento interrumpió la ruta de escape. Y el segundo ataque ocurrió.

Reversa, giro al volante y a escapar.

Y a escapar. Y a esconderse. Y a no hacer ruido. Y a escapar...

Así comienza The Last of Us, una poesía en forma de videojuego que Naughty Dog decidió entregar en exclusiva a los poseedores de un Playstation 3. Un título que se suma a la no breve lista de juegos donde sobrevivir al horror es la meta, y con el añadido de pertenecer a la -últimamente sobreexplotada- serie de videojuegos/series/películas relacionados con el fin de la era humana, vía un apocalipsis zombie.

Pero The Last of Us, lanzado en junio de 2013, traza una brecha distante. Mientras otras sagas han decidido permanecer con sus fórmulas probadas (Resident Evil, por ejemplo), la sólida aventura de Joel y Ellie (los protagonistas) se desenvuelve en un ambiente completamente diferente a lo presentado anteriormente, y con unos exquisitos añadidos de instinto de supervivencia y delirio de persecución que colocan la cereza a un pastel compuesto por escenarios bellísimos y personajes con carisma desbordada.

El nivel gráfico de este juego es una de las razones por las que a este punto la siguiente generación de cosolas queda aún sólo en el número. Cada cuarto recorrido es distinto al anterior, y el nivel de interacción con cada objeto móvil en ellos es impresionante. El detalle que la firma desarrolladora puso a esto es, simplemente, increíble, pues los edificios derruidos, calles invadidas de vegetación y escenarios abiertos cumplen con el cometido de llevarte a un nivel de inmersión real.

Controlarás a Joel, un adulto sobreviviente al apocalipsis, la mayoría del tiempo; pero será con Ellie, su jóven compañera de viaje, con quien desarrollarás un vínculo estrecho. Sin duda, esta niña de 14 años, émulo no intencional de Ellen Page, es la estrella de The Last of Us. Su florido lenguaje, chistes malos, anécdotas, preguntas incómodas e insistentes y, en general, su personalidad, son un atractivo más para atreverse a poner las manos sobre el título que se impuso a Grand Theft Auto V, o Bioshock Infinite en la Game Developers Choice Awards como juego del año.

Los enemigos, aún en la dificultad normal, son un reto verdadero. Enfrentarse a un zombie veloz, antítesis de enemigos como los de The Walking Dead, es tan peligroso como suena. Pero atacarlos con armas modificadas, o disparar a su cabeza antes de ser detectado y derribarlos al primer impacto, es catarsis pura. Y sí hay más qué decir de su diseño: los programadores lucharon por salir del molde del zombie descarnado, y se atrevieron a innovar con tres tipos de infectados, disculpando la escasa variedad con un argumento maestro: es el tiempo que han permanecido contaminados.

En lo referente a la historia, The Last of Us merece un libro entero. Pero escribir algo de ella sin caer en revelaciones es imposible, y por eso es obligado poner sus manos en él y recorrerlo a detalle, con un permanente sentimiento de vacío en el estómago ante el inminente peligro de ser descubierto por cualquier ente que deambule en las proximidades: los brincos, sobresaltos y giros de trama están asegurados. Y de qué manera.

Naughty Dog nos da una película de más de 15 horas que, en su desarrollo, logra generar una verdadera empatía con sus protagonistas; tanto así que, llegado al cénit del recorrido, es difícil no sufrir sus pesares y celebrar sus alegrías. Del final mejor ni hablar, pero sí es destacable que esté libre de clichés, y que, en lo general, la experiencia bien valga la pena como una de las más novedosas de los últimos años.

EL INFORMADOR / ISAACK DE LOZA