"Podremos descubrir planetas como la Tierra en quince o veinte años", asegura el responsable del ESO (European Southern Observatory), la organización intergubernamental de ciencia y tecnología astronómicas más importante del mundo. Hace justamente 51 años, astrónomos europeos de diversos países tomaron la determinación de construir un observatorio astronómico en el hemisferio sur, concretamente en el Cerro La Silla de Chile. Desde entonces, el ESO ha desarrollado un ambicioso programa de diseño, construcción y operación de las instalaciones de observación astronómica más potentes que jamás se hayan conocido. Además del Observatorio Paranal, que entró en funcionamiento en 1996, el ESO posee instalaciones en la meseta de Chajnantor (en la región de Atacama) y muy pronto también en Cerro Armazones. Es precisamente en este lugar de la región de Antofagasta, situado a 20 kilómetros de Cerro Paranal y a 1.380 al norte de Santiago, donde en 2018 empezará a operar el E-ELT (European-Extremely Large Telescope), el más potente telescopio del mundo, con un lente de casi 40 metros de diámetro. "Para ver planetas más pequeños necesitamos unos ojos más agudos que los que tenemos ahora. El E-ELT será cinco veces más potente, llegará mas lejos en el Universo y permitirá ver planetas rocosos como la Tierra dando vueltas alrededor de otras estrellas para saber de qué están hechos y qué hay en su atmósfera", explica el responsable del ESO. De Zeeuw, experto en formación y estructura de las galaxias, compara el avance del E-ELT con el salto que hace cuatro siglos dio Galileo Galilei, cuando pasó de observar el cosmos con el ojo desnudo a hacerlo con un telescopio. "Con este telescopio descubriremos algo en lo que todavía no hemos pensado", asegura este científico, doctor en Astronomía por la Universidad de Leiden (Holanda), quien dirige el ESO desde hace seis años. De Zeeuw se siente orgulloso de la aportación a la ciencia hecha por el Observatorio Paranal, como los descubrimientos de "las propiedades del agujero negro en el centro de la Vía Láctea, las galaxias más distantes y la naturaleza del estallido de los rayos gamma"."Este observatorio ha contribuido a descubrimientos fundamentales en todas las áreas de la astronomía", excepto la observación directa del Sol con sus telescopios, "porque eso es algo muy peligroso", explica.El ESO está integrado por 14 países (Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Holanda, Italia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Suecia y Suiza), además de Chile y Brasil, cuya adhesión está pendiente de ratificación. La comunidad científica de Paranal, formada por astrónomos e ingenieros de diversos países, ha situado a la astronomía europea a la vanguardia mundial de la ciencia, subraya De Zeeuw. "Nuestros programas son los más exhaustivos y avanzados; nadie tiene telescopios tan poderosos, y nuestros astrónomos son muy buenos". Sin embargo, el director general del Observatorio Europeo Austral reconoce también el mérito de aportaciones como las del telescopio espacial de la NASA Kepler, que recientemente captó un planeta extrasolar como la Tierra a una temperatura muy elevada. El responsable del ESO reconoce que "ha sido difícil para los países miembros" sacar adelante los programas de investigación a causa de la difícil situación económica en Europa, pero precisamente por eso valora extraordinariamente el esfuerzo realizado. "En la práctica, los países miembros han aumentado los presupuestos y han aprobado todos los proyectos, que han sido más onerosos de lo que pensábamos debido al aumento de los costos", explica. Por ello elogia "la significativa contribución que han hecho todos los países, incluido España, que todos sabemos que ha tenido serios problemas", dice. En opinión del director general de ESO, la exploración del Universo tiene incidencia en la vida de las personas, aunque no se note en los hechos cotidianos. La humanidad, afirma, se hace preguntas sobre las estrellas, los planetas y nuestro lugar en el Universo. "Por eso tenemos investigación básica, que aunque no proporciona resultados inmediatos y rentables comercialmente, sin embargo responde a muchas de esas preguntas". "Nuestra generación es la primera que puede transformar las historias de ciencia ficción en ciencia real, porque dispone de los medios técnicos adecuados", asegura De Zeeuw, para quien resulta fantástico que un día se puedan detectar evidencias de actividad biológica en algún lugar del Universo. Y resulta paradójico, agrega, que eso suceda gracias a observaciones realizadas desde el lugar de lugar de la Tierra donde menos vida existe, el desierto de Atacama.